❦Capítulo 12 •Otro Loco

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Ricky detiene el Rolls-Royce frente a un edificio de cristales negros, lleno de otros autos lujosos a su alrededor.

Él se baja y me abre la puerta, ofreciéndome su mano para salir, —Vaya delante, señorita.— me pide, cediéndome espacio para caminar.

Un hombre de traje azul muy elegante me abre la puerta del edificio, lo saludo con un gesto de cabeza y continúo. Después de un lujoso salón con cuadros algo raros, porque no logro descifrar ninguna de las enigmáticas pinturas, otra persona igual de refinada me abre otra puerta de vidrio.

Con Ricky detrás de mi, entro a otro mundo. La música es mi estilo, y la gente está bailando y bebiendo como cualquier otro club. De pie en la puerta, barro el sitio con la mirada. «¿De verdad es necesario tanto lujo para venir a hacer lo mismo que se hace en todos lados? Bailar, beber y divertirse.» cuando vi la entrada pensé que Lucas me había traído como mínimo a una ópera.

—Señorita, vamos a avisar que llegamos.

—¡Ve tú, Ricky, yo me quedo!— le grito para que me escuche por encima de la música.

Pero él no se mueve de mi lado.

—De verdad, puedes ir tranquilo.

—No puedo dejarla sola.— de reojo lo veo cruzar las manos en la espalda.

Me volteo de frente a él para que me mire a los ojos, y se de cuenta de que estoy siendo sincera, —Está vez no me voy a ir, te lo prometo.

—Igual me quedo, señorita.

Le volteo los ojos con un suspiro, pero en realidad no me molesta, Ricky me cae bien, y si no quiere, pues ni modo.

Le doy mi bolso y voy al bar, pido una margarita y me siento a estudiar el ambiente. Veo a lo lejos un grupo de chicas bailando, y como no puedo bailar con ningún hombre porque a don Lucas le da algo, camino hacia las chicas... con Ricky detrás de mí, «¡Madre! ¡Que noche me espera!»

—Hola, ¿puedo bailar con ustedes? Soy turista y no conozco a nadie.

«¿En serio estoy pidiéndole a unas desconocidas que me dejen bailar con ellas?» me siento algo apenada, pero me sorprendo para bien cuando ellas me sonríen y me hacen señas para que me una.

—¿Cómo te llamas?— me pregunta una peli negra muy bonita, con pequitas y labial rojo.

—Linda, un placer,— le ofrezco mi mano.

Ella la ignora y me planta dos besos en la cara, —Yo me llamo Bea, ellas son Adri y Ari, y ella es Rosío.

—Un placer conocerlas.— prácticamente les grito, mirando sus caras sudadas y sonrientes.

Nos pasamos poco más de media hora bailando y bebiendo, hasta que una de las chicas se siente mal, y la otra que estoy segura es su hermana gemela con diferente color de pelo, la acompaña al baño. Después alguien se acerca e invita a Rosío a bailar, dejándome a solas con Bea.

—¿Quieres sentarte un rato? Ya me duelen los pies,— se queja, despegándose el cabello negro de la frente.

Asiento con la cabeza, y la tomo de la mano para que no se pierda entre la gente.

Cuando llegamos al bar, seguimos bebiendo. Bea es un barril sin fondo, pero yo ya me siento más que mareada.

Me comienza a contar sobre ella, sus gustos, sus aficiones, las tantas veces que ha visitado Miami por viajes de negocio. Al final tenemos tanta química que hasta me pide el número de teléfono para mantenernos en contacto.

Exclusivamente Tuya ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora