❦Capítulo 35 •¿Cómo Que Se Fue? ¿A Dónde?

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Me enrollo en las sábanas, y me tapo la cara para que no me moleste la claridad, odio cuando olvido poner las cortinas antes de dormir.

Levanto la cabeza para ver a Lucas, pero ya no está. Lo más seguro es que se fue temprano a su habitación para que nadie nos descubriera. Una angustia y una felicidad me aprietan el pecho, es muy confuso, como un gozo con culpabilidad.

—Linda, baja por favor,— la voz de mi padre al otro lado de la puerta me sobresalta. Involuntariamente me tapo hasta el cuello, «¡Mierda! ¡¡¡Seguro lo sabe todo!!! » siento que se me cae el corazón del pecho, «¿En qué momento regresó? ¡Seguro nos descubrió!»

—¡Sí papá, ya bajo!— chillo y me tapo la boca con ambas manos, temo a que tire la puerta abajo.

Henry pierde la cabeza cuando se trata de Lucas y de mí, mas después de un rato en silencio, no vuelvo a escucharlo.

Me tiro de la cama y me dispongo a correr, me duele todo, las rodillas se me aflojan volviéndome a la realidad de lo que hice anoche. Debería sentirme culpable, no puedo caminar, pero sin exagerar, me dirijo al baño cojeando, y con una sonrisa pintada en los labios, «El miserable cree que practico gimnasia desde los cinco años.» Henry nos va a matar, pero mientras más recuerdos de cuando estaba media dormida me llegan a la cabeza, más se me ensancha la sonrisa.

Abro la ducha y me meto de cabeza, incluso antes de que el agua se caliente, no tengo tiempo que perder. Lo más probable es que tengamos que explicarle todo a Henry, decirle que Lucas y yo no somos hermanos, y que nos queremos, así no sea lo que él espera escuchar, es la verdad, irnos a la contraria solo va a provocar que sigamos viéndonos a escondidas. Quizás saber que soy su hija biológica le provoque algo de alegría, y se le ablande el corazón, «Soy hija de Henry, ahora estoy tan segura como Lucas, por eso siento tanto cariño cuando me mira, Henry es mi papá.»

Atrapo una gran bocanada de aire, el agua fría me hace temblar, o también puede ser el miedo de lo que se viene, me imagino a Lucas con el revólver en la cabeza una tercera vez, y me enjabono el cuerpo a la velocidad de la luz.

Unos veinte minutos después, salgo del baño y me meto en los primeros jeans y la primera blusa que sobresale a mi vista, sin detenerme hundo los pies en los mismos tenis que dejé ayer al lado de la puerta, y salgo, pero a medio pasillo, giro sobre mis pies, y vuelvo a la carrera. De un tirón arranco la ropa de cama, cuando le quito las fundas a las almohadas siento un poco de mareo, me acabé de duchar y ya tengo la frente sudada. Corro al baño, y en dos viajes logro meter todo al cesto de la ropa sucia, tengo que sentarme sobre este para aplastar el edredón y ponerle la tapa.

«Ahora sí.» me aseguro por última vez que todo está en orden, y bajo las escaleras lo más rápido que me lo permiten los músculos agarrotados, con el paso del tiempo se me hacen menos dolorosos. Siento que el corazón se me quiere salir del pecho.

—¡Buenos días, Margarita!— exclamo cuando la veo conversando al lado de la escalera con otra empleada, parece nueva porque el uniforme le queda grande y nunca antes la había visto, —Necesito ropa limpia en mi cama, por favor.— busco hasta donde mi campo visual me lo permite, siento que actúo por inercia, —¿Sabes donde puedo encontrar a mi padre?

—Sí señori... sí Linda. Tu papá está en la oficina.— me responde con una sonrisa amable, —¿Qué tiene la ropa de cama? Ayer mismo las puse nuevas.— me pregunta distrayéndose, la sonrisa se le desvanece tan pronto como baja la mirada hasta mi cuello.

—¡Huele mal!— es lo primero que se me ocurre.

—¡Oh! ¿De verdad?— sus ojos me recorren los brazos.

Exclusivamente Tuya ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora