❦Capítulo 29 •Nada De Celos

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Estoy sentada en la cama escuchando la lluvia caer, y mi tía me está haciendo una trenza para dormir. Ella piensa que yo sigo siendo una niña, y yo la dejo que haga lo que quiera conmigo, solo estoy agradecida de que haya pasado toda la pesadilla de lo que no quiero ni acordarme o mencionar, y estoy feliz de poder disfrutar momentos así con ella.

—Listo.

—Gracias, tía.

Ella se sienta frente a mi, sonriendo, —Te veo contenta estos días.

Valeria, Liam y Sabas, llevan en Dallas una semana, les queda sólo una noche más aquí. Hemos hecho todo lo que no había hecho desde que llegué por estar deprimida. Fuimos a escalar una montaña, nos bañamos en un río que estaba en Oklahoma, como a dos horas de distancia, y me encantó, nunca me había bañado en un río. Fuimos a un inmenso parque de agua. En la madrugada nos metimos ebrios en la piscina de la casa, que por cierto, Valeria casi se ahoga. No puedo creer que el tiempo pasara tan rápido, pero no importa, porque dentro de unas semanas voy a visitarlos yo.

—Sí, los extrañaba mucho.

—Lo sé, ustedes son uña y mugre desde chiquitos. Me alegra que el mal entendido que tuvieron haya quedado en el pasado, es difícil mantener una amistad por tantos años.

Las palabras de mi tía me llevan a la noche que se encontró con la señora que la saludó como si fuera una antigua amiga, «¿De dónde mi tía podría conocer a esa mujer?»

—Tía...— me rasco un lado de la cabeza, —¿Quién es la señora que te saludó la noche que nos atacaron?

La sonrisa se le borra de los ojos.

—También sé que te quedaste en su casa.

—Pensé que lo habías olvidado...

—¿Quién es?— me inclino preocupada en su dirección, deseando poder leerle los pensamientos. —¿Pasa algo malo?

—No, para nada. No me mires con esos ojos tan grandes,— me toca la mejilla, —Es solo qué...— baja la mano a su regazo, donde tiene la otra, y se auto acaricia el dorsal de esta, como si necesitara reconfortarse a sí misma. —Hay algo que nunca te dije,— sus ojos me escudriñan titubeantes, —Y no fue porque quería ocultártelo, más bien fue para que te criaras como una niña normal... sin tanta información que no estaba en tus manos solucionar,— me explica con un tono de voz suave, —Los adultos hicimos lo que pudimos para facilitarte la vida, con la mejor intención.

—¿A qué te refieres?

—Linda, mi niña...

Ella me pasa la mano por el pelo, y cierro los ojos muerta del miedo. Ya estoy sobrecargada de información, temo que me lancen otra bomba.

—Hace muchos años yo trabajé en la casa de esa señora.

Abro los ojos de par en par.

—Yo conocía a tu papá, y toda tu historia.— ella continúa.

Toda mi vida pensé que mi tía no sabía nada de mi pasado, me pesa la mandíbula.

—Yo me había mudado a la Florida tres meses antes de lo que pasó. La señora en la que tu papá confió para que te llevara a Miami, es mi prima. Ella trabajaba en esta casa, y todavía lo hace, es Margarita, la cocinera.

Exclusivamente Tuya ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora