Capítulo 15

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Bajamos del edificio rezando por no morir y una vez que tocamos el piso suspiramos aliviados. El trayecto a su departamento fue bajo la lluvia, teníamos ánimos de seguir vagando por las calles, un par de gotas no iba arruinar una buena plática. Ya para mañana discutiremos sobre la "genial" idea de haber hecho esa estupidez.

Llegamos completamente empapados al departamento, me quité su chaqueta y la dejé colgada en la entrada. Cerró la puerta detrás de mí y pasando por mi lado me dejó un beso en la mejilla para luego perderse en dirección a la cocina. Seguramente para preparar algo caliente.

Me quedé recargado sobre la madera de la puerta mirando el piso ¿Cuántas veces he estado aquí ya? No tengo ni la menor idea, pero me sorprende lo cómodo que me siento estando aquí. Cuando atravieso estos pasillos no me siento como un intruso. ¿En qué momento llegamos a esto?.

—Peter ¿Café o té? —me preguntó desde la otra habitación.

—Té —respondí siguiendo las gotas de agua en el piso hasta llegar a la cocina.

Lo miré desde la entrada para luego caminar hasta la barra y me senté en una banca. Que situación más curiosa, esto es como un deja vú, me recuerda al bar...

Alzó los brazos para alcanzar los tazones de la repisa y yo, acomodado con el codo en la madera y la cabeza sobre mi mano lo observé con detalle. Además de sus ojos azules me gusta su perfil, su castaño cabello acomodado hacia atrás, la barbilla marcada, su piel blanca con subtonos rosados... es realmente apuesto.

Miré atento como abría el difusor con sus manos colocando las hojas con cuidado en él, empujándolas con la punta de sus dedos para hacerlas entrar. Una vez listo terminó por dejarlo con cuidado dentro de la jarra de vidrio. Lo dejó reposar unos minutos y volvió en mi dirección para verter el contenido con la infusión sobre una de las taza que acomodó frente a mí.

—Tomas demasiado té ¿De casualidad eres inglés? —me preguntó examinándome, acomodándose sobre la madera con ambos codos.

—No, soy de Queens —respondí con una risita mientras llevaba la taza a mis labios.

—Eres tan gracioso — dijo con sarcasmo—. Iré por algo para secarnos, ya regreso.

Le respondí asintiendo y cuando salió por la puerta bajé la vista al líquido entre mis manos, apretando la loza entre mis palmas, calentándolas. Sentí caer algo sobre mi espalda y como acto reflejo di un saltito en mi lugar, Quentin se acomodó a mi lado y subió la toalla hasta mi cabeza secando mi cabello. Friccionó con cuidado alborotando mi pelo y una vez estando más seco la retiró dejando a la vista unas ondas desordenadas.

—Me gusta más cuando está revuelto —me dijo sonriendo.

—Me siento como un león —respondí pasando las manos por mi cabello, tratando de acomodarlo.

—Mañana seguramente despertaremos enfermos —comentó cruzándose de brazos.

—Probablemente... —susurré.

—Pero fue tu idea —volvió a hablar, rellenando el otro tazón.

—Sí, lo fue... —respondí agachando la mirada.

—Creo que requisaré ese invento tuyo —comentó quitándome el lanza-telaraña de la muñeca dejándolo a un lado junto con el que tenía puesto.

—¿Esa será nuestra última cita verdad?

—Probablemente. Se te ocurren cosas muy extrañas —dijo tomando el tazón, llevándolo hasta sus labios procurando no quemarse.

—Sólo pasó, fue algo impulsivo.

MysterioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora