•Capitulo 19•

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Cerré fuertemente la puerta metálica del baño de la escuela, poniéndole seguro, mientras me deslizaba en el suelo. Las lágrimas comenzaron a caer, haciendo que ese nudo en la garganta dejara de torturarme. Doblé mis rodillas y abracé mis piernas, apoyando mi mejilla en estas.

No había llorado enfrente de ellos, porque no les iba a dar ese gusto fácilmente. Solo quería hacerme invisible en este momento, para poder dejar la escuela sin que nadie se diera cuenta.

No me avergonzaba para nada lo que mi mamá era, porque la amaba. Y ella había cometido errores, que si yo no había juzgado nadie en el mundo tenía derecho a hacerlo. Eso no era lo que me dolía, lo que verdaderamente me dolía, era que ellos tenían una parte de mi con ellos. La parte más sensible de mi. 

El seguro de la puerta hizo click, y la puerta se abrió al instante empujándome.

Sin darme si quiera cuenta de quién era, sus brazos me rodearon en un fuerte abrazo. Llore encima del hombro del desconocido, dejando salir todo, deseando fuertemente que todo fuera una pesadilla, y deseando nunca haber conocido a Elena Hamilton.

-Todo estará bien amor. Puedes llorar.- su voz era ronca, más ronca de lo normal. Me aparté de él, escapando de su abrazo.

Zabdiel estaba en frente mío, sin soltar su gran agarre sobre mi cintura. Esto no estaba bien, por más que necesitará a alguien en este momento, Zabdiel no era el indicado.

-Necesito…- antes de terminar la oración Yanelis entró al baño cerrando la puerta a sus espaldas y golpeando su cuerpo contra el mío para darme un muy fuerte abrazo.

-Puedo hacer morir de todas las formas posibles a esa perra, Emma. Solo tienes que escoger tu favorita. Esto no se va a quedar así, te lo juro.

-Te quiero Yanelis- murmuré entre lágrimas.

-Te quiero también a ti, tonta. Mejores amigas, ¿recuerdas? Aunque a veces te olvides de que existo. Yo votaría por la opción de contratar a alguien para dejarla calva, ¿tú que dices?
Sonreí con mucho esfuerzo.
Zabdiel seguía mirándome fijamente, apoyado en los lavamanos asquerosos de la escuela. Yanelis notó lo incomoda que estaba, y me guiñó un ojo disimuladamente.

-Zabdiel, ¿por qué no llamas a los gemelos? Estoy segura de que ellos le levantaran el ánimo en este momento.- le indicó Yanelis. Él solo asintió con la cabeza abandonando el baño.

-Gracias.

-Zabdiel se recorrió toda la escuela buscando al conserje para conseguir las llaves del baño de mujeres cuando se enteró de que estabas aquí. Ese hombre sigue sintiendo cosas muy fuertes por ti, Emma.

-No sabía que era él cuando entró, pensé que era… Joel.

-Hablando de rey de Roma. ¿Dónde está? ¿No debería estar aquí contigo?- cuestionó Yanelis.

Levante mis hombros, mientras cruzaba mis brazos por encima de mi pecho.

-Él está molesto conmigo, y lo entiendo, entiendo que no quiera hablarme ahora…

-No, Emma. Es en las buenas y en las malas, él no puede no venir por lo menos a ver cómo estas solo porque está enojado contigo-  liberó un suspiro de frustración- Lo voy a ir a buscar, y le voy a aclarar unas cuantas cosas. No puede hacer el papel de doncella enojada, y simplemente abandonarte.

-Probablemente él no sabe de la carta, yo…

-Toda la escuela sabe lo de la carta. Alguien tiene que dejar en su lugar a ese muchacho. Y voy a ser yo. Ahora vuelvo, ¿vas a estar bien?

Asentí con la cabeza, ella se levantó del suelo y abandonó la habitación.
Pasó solo un segundo cuando la puerta se abrió de nuevo, los gemelos entraron al baño al mismo tiempo con las sonrisas más grandes les he visto en toda mi vida.

Ambos se pusieron de rodillas en el suelo, y me abrazaron al mismo tiempo. Les devolví el abrazo, pero después de un minuto entero tenía todo el cuerpo adormecido, gracias al abrazo

-Okey, es suficiente- dije tratando de escaparme de ellos.

-Nunca vas a tener suficiente de mis abrazos, créeme- dijo Israel riéndose.
Gabo solo rodó los ojos dándole un empujón a su hermano.

-Gracias por estar aquí.- les dije.

-¿Bromeas? Y que conste que estábamos buscándote por toda la escuela antes de que tu príncipe encantador puertorriqueño se apareciera.

-El hombre está sufriendo – comentó Israel con una media sonrisa.

-¿Dónde está mi hermano?- preguntó Gabo con el ceño fruncido fuertemente.

-No lo sé- respondí- él... no ha venido.

-Así que este es el baño de chicas, nada del otro mundo. ¿Tienen un ranking de hicos calientes en las paredes?- preguntó Israel tratando de cambiar el tema rápidamente.

Ambos me volvieron a abrazar al mismo tiempo, pero mucho más despacio. Deben estar sincronizados porque ambos suspiraron al mismo tiempo. Gemelos.

-¿Me das permiso para patearle el trasero a mi hermano por ser un imbécil?- preguntó Gabo haciéndome reír.

-No vas a ser solo tú, créeme.- dijo Israel.

-Yanelis se está encargando  de eso.

-Buena suerte, hermano. Yanelis es… Yanelis. Estoy seguro de que ahora le ha de estar dando una buena patada en el culo por ser un completo bastardo.

-Él está enojado conmigo, no es realmente su culpa- comenté- le oculté algo, y él se enojó mucho conmigo.

-Cuando amas mucho a alguien, olvidas hasta porque te enojaste con él o ella, si se necesitan deben estar ambos apoyándose en esto. Es simplemente eso.

-Eres muy cursi, Gabo. Voy a vomitar aquí mismo- le respondió Israel después de la frase romántica que acababa de decir Gabo.

Él solo volvió a rodar los ojos y a darle un empujón, pero esta vez más fuerte, a su hermano. Estoy segura que repetían esa escena al 110% del día.

La campana, que marcaba el inicio del siguiente período y el fin del almuerzo sonó por toda la escuela.

El infierno iba a comenzar.

×Promesas de amor× J.P (adaptada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora