•Capitulo 22•

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Maratón 2/3

-Creo que ahora es nuestro turno- susurró Joel en mi oído apenas salimos de la cocina.

Él estaba sentado en el sofá, mientras Sean estaba muy concentrado jugando tenis en el Wii. En cuanto se dio cuenta de que estábamos ahí, dejó el mando de la consola en la mesa del centro. Me dedicó una sonrisa de oreja a oreja y me abrazó, apartando a Joel.

-Siempre quise tener una sobrina. Y debido a lo amargo que es mi hermanito pensé que no iba a existir mujer lo suficientemente valiente como para tener algo más con él que un acoston de una sola noche. Sin ofender hermano- dijo esto último sonriéndole burlonamente a Jeremy.

-Como sea, ellos realmente no quieren pasar tiempo contigo Sean- dijo Jeremy sentándose en el enorme sofá negro de la sala- Dudo que alguien quiera pasar tiempo contigo.

-Eso es bullying, Jeremy, le voy a decir a mamá- Jeremy le viró los ojos y lo ignoró.

Joel volvió a posar su mano sobre mi cintura, atrayéndome más a su cuerpo. Aún teníamos que hablar él y yo, a solas. Entrelacé mis dedos con los de él y le di un fuerte apretón.

-Gracias por traernos, Jeremy. Tenemos que irnos.- dije.

-De acuerdo- se levantó del sofá dejando el periódico que tenía en la mesa del centro- vamos.

Salimos de la mansión, llamó al hombre gigante que iba vestido de negro, solo con una seña con la mano. Le indicó que nos debía llevar de vuelta a la escuela a mí y a Joel, para que recogiéramos nuestro auto, y que asegurará de que lleguemos bien, sanos y salvos a nuestro departamento.

El musculoso hombre asintió con la cabeza y abrió la puerta del Range River negro, permitiéndome entrar. Manejaba a una velocidad prudente, ni muy lento como una abuela, ni tan rápidín como Jeremy.

Esta vez me dio tiempo de memorizar y apreciar el camino, estaba muy alejado de la ciudad. Ahora entiendo por qué tomamos la autopista. Estábamos tan lejos, que podía oler el mar, que probablemente estaba a pocos kilómetros de donde estábamos.

A Jeremy aún le faltaba contarme a que se refería con la "verdad completa" y aún no lo había hecho, y la curiosidad me estaba matando, porque tenía muchísimas versiones que creaba antes de irme a la cama durante estos últimos días.

-Estamos aquí, estamos en casa. Nuestra casa.- susurró Joel en mi oído.

{...}

Realmente estaba fuera de forma.

Me di cuenta de eso cuando termine exhausta después de haber dado la quinta vuelta alrededor del campo de fútbol. Bueno, en realidad fueron solo tres. Las otras dos las hice caminando y movía mis brazos para que el profesor pensara que estuviera corriendo, cosa que hacía en cada clase.

Me arrepentía totalmente de no haber seguido a Yanelis a las inscripciones del club de animadoras. A pesar de la molestaba todo el tiempo diciéndole que dar piruetas en el aire no era un verdadero deporte -aunque pensaba todo lo contrario, ya que ni en un millón de años iba a poder hacer eso- seguro era menos agotador que correr con los rayos de sol en la cara.

Joel me dedicó una sonrisa de oreja a oreja, cada vez que se encontraba con mi mirada, mientras hacía abdominales en el campo de fútbol.

Le había prometido no ocultarle nada, por más malo y bueno que sea, tenía que decirle. Y realmente él tenía razón. No sé cómo me sentiría si él se siguiese viendo con una ex, pero estoy segura que no me gustaría para nada.

Zabdiel era un capítulo que tenía que cerrar, porque aunque duela no podía seguir siendo su amiga y estando con Joel al mismo tiempo.

No cuando antes mi mejor amigo era Joel y Zabdiel mi novio, y la situación era ahora al inverso. Joel era mi novio y Zabdiel había estado postulado para el puesto de mejor amigo. No iba a funcionar.

-¡Pimentel, deja de mirar a tu chica o correrás diez vueltas más hoy!- le gritó el entrenador, haciendo que todo el equipo de futbol estallara en risas.

-Si yo tuviera una novia así tampoco la dejaría de mirar, entrenador- comentó Logan.

Me reí y le di un sorbo a mi botella de agua, tratando de controlar la resequedad en mi garganta que ardía demasiado. Recogí mi bolso del suelo y estaba a punto de irme a los vestidores cuando Elena se detuvo en frente mío de la única puerta de entrada del vestidor de damas.

-¿Qué quieres?- pregunté directamente.

-¿Las peras ya no saben saludar? ¿Tu mami no te enseñó eso?

Estaba a punto de perder el control, tan cerca de rebajarme a su nivel y empezar a tirar de sus cabellos. Pero respire. Lentamente. Unas tres veces antes de volver a hablar.

-Muévete de mi camino, Elena. Tengo mejores cosas que hacer que conversar contigo.

-Me imagino, satisfacer a uno de tus clientes, ¿verdad? El hombre rico que vino ayer a la escuela, vi cómo te subías a su auto. ¿Un cliente bueno?

-Dímelo tú, tú estás en ese negocio. Yo no.

Ella se río, con su estúpida risa que solo hacía que el que la escuchase no volvería a escuchar nunca más. Se acercó más a mí. Éramos exactamente del mismo tamaño, así que verla directamente a los ojos y retarla con la mirada no era un problema.

-Vas a pagar muy caro, Heather. Nadie se mete conmigo. Te voy a dar donde más te duele, lo de tu madre ha sido un comienzo.

-¿Ah sí? Yo también he escuchado muchas cosas de ti, Elena. ¿Dónde está tu padre? Si lo sigues viendo, claro. ¿Te ha llamado por lo menos? Después de que descubriste que tu madre era la otra. Y que tu padre ya tenía una familia formada en otro lugar.

-Púdrete- masculló.

-Ambas podemos jugar al mismo juego.

-Hija de puta...

-Tu madre no era una santa tampoco...

La palma de su mano golpeó fuerte e inesperadamente mi mejilla, no esperaba que perdiera el control tan rápido. Sabía que una pelea entre mujeres era bajísima, pero no iba a dejar que me pegue y que se quedara con la suya. No me importaba mantener el control, la perra me había dado una cachetada. Se la iba a devolver, mil veces peor.

Mi puño iba a chocar con su cara cuando unos brazos me atraparon, subiéndome a su espalda.

¿Qué demonios?

-Bájame, Joel. Le voy a enseñar cómo se da un verdadero golpe, te lo juro que lo voy a hacer.

No me había dado cuenta que todo el equipo de fútbol nos estaba rodeando. También pude ver la sonrisa triunfante en el rostro de Elena. Argh. Solo quería que Joel me bajara y me dejara darle lo que se merece.

-Ella me pegó- renegué.

-Lo sé. Pero no voy a dejar que te metas en una pelea de gatas, ella es la perra aquí. Tú no, ¿de acuerdo? Ahora deja de darme golpes y tranquilízate. Ella no merece nada de tu tiempo, Bubbles.

-Estoy segura de que valgo la pena, Pimentel. Puedo enseñártelo- dijo ella con su estúpida voz chillona.

Tuvo la cara de decirlo en frente mío, justo cuando me estaba calmando.

Pero Joel ni siquiera se molestó en responder, se estaba dedicando a depositar delicados besos en mi cuello, sabiendo que eso era más que suficiente para distraerme.

-Eso es para lo único que sirves, Elena. Para la cama. Para nada más- dijo Jakson, uno de los chicos del equipo.

Había perdido a su novia por enredarse con ella hace unos meses, él estaba ebrio y ella aprovechó esa desventaja en él y se le tiro encima semidesnuda. Las fotos salieron solas, y una donde ella salía aparentemente desnuda a horcajadas sobre él, besándolo por todo el cuerpo no era algo muy bonito.

Elena reagrupó u soltó un amargo bufido.

-Solo espera, Heather. Ya verás- amenazó antes de desaparecer por la puerta de salida.

×Promesas de amor× J.P (adaptada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora