VI

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Despuntaba el alba cuando Tao ya estaba llegando a su destino tras conducir toda la noche por el escarpado terreno. Necesitaba repostar, hierbas, suturas, suministros varios y, sobre todo, sangre. Buena sangre. Durante el día siempre tenía que luchar contra el cansancio, pero ahora era algo más que simple fatiga, estaba exhausto. Tenía pánico de que lo pudieran encontrar en su caravana en una condición tan débil. Sabía que si eso sucedía le resultaría casi imposible defenderse. Pero lo que más temía es que alguien atacara a Kris mientras el estaba fuera. Tao aparcó en la gasolinera del pueblo y salió del vehículo. Casi al instante se sintió incómodo, aunque no sabía la razón. A una hora tan temprana las calles estaban casi desérticas. Se apoyó contra el vehículo y miró detenidamente a su alrededor. No vio a nadie, pero sentía que lo miraban, que algo o alguien lo observaba. Era una sensación muy fuerte. Mientras llenaba el depósito, el tanque de reserva y dos bidones para el generador, levantó altivamente la barbilla como queriendo pasar por alto su  imaginación exagerada. La sensación de sentirse observado se intensificó tanto que se le puso la carne de gallina. Sin previo aviso algo intentó irrumpir en su mente. No era Kris. No era su familiar contacto. El miedo se apoderó de el, pero intentó mantener la serenidad, se puso su máscara profesional, su propósito unidireccional de terminar lo que había ido a hacer lo antes posible. Fuera lo que fuera lo había apartado, no podía penetrar en el. Tao condujo hasta la calle casi desértica y aparcó cerca de una pequeña clínica. Esta vez al salir del coche, inspeccionó para ver si veía algo, intentando utilizar todos los sentidos: la vista, el olfato, el oído y el instinto. Había algo o alguien que lo había seguido y estaba cerca. Podía sentirlo, aunque no verlo.
- ¿Kris?
—El conectó con su mente con delicadeza, temeroso de pronto de estar sintiendo algo que le estuviera pasando a él.
-Estoy esperando a que regreses.
—Podía sentir su cansancio. La luz solar le afectaba más a él que a el. No soportaba estar lejos de él.
-Volveré pronto.
Respiró profundo de nuevo y volvió a mirar a su alrededor, decidida a descubrir lo que hacía que se sintiera incómodo. Había un hombre parado a la sombra de un árbol. Era alto, oscuro y no se movía, como un cazador. Sintió el impacto de su mirada cuando sus ojos se cruzaron por casualidad. Le dio un vuelco el corazón. ¿Quién era? ¿La habría encontrado Wallace tan pronto? Se dio la vuelta y se alejó, en primer lugar tenía que terminar sus recados. Sacó su ordenador portátil y tecleó la orden para acceder al banco de sangre. Si tenía que trasladar a Kris necesitaría sangre desesperadamente. Al momento siguiente, se encontró mal. El almacén que había al otro lado de la calle abrió sus puertas. El propietario, un hombre pequeño y jorobado salió a la calle con el delantal puesto y la escoba en la mano. Saludó abiertamente a la figura inmóvil que había bajo el árbol.
—Kai. Buenos días. ¿Es un poco pronto, verdad?
—El reconoció el dialecto de la zona. El hombre alto y de pelo oscuro respondió en el mismo idioma, su voz era grave y hermosa. Salió de la sombra y era joven y atractivo. Sonrió amistosamente al tendero mientras se acercaba a él. Era evidente que se conocían, su relación era amistosa. El hombre moreno no era un extraño en la zona. Ni tampoco mostró el menor interés en Tao. El le observaba mientras Kai inclinaba la cabeza respetuosamente hacia el anciano hombrecillo, escuchándole con interés y rodeándole los hombros con su brazo.
Suspiró aliviado. El sentimiento de ser observado se desvaneció y no estaba seguro de si había sido real o se lo había imaginado. Observó por un momento a los dos hombres que caminaban hacia la sombra, hasta convertirse en una figura borrosa que se confundía con los árboles. El podía oír sus risas. El joven bajó todavía más la cabeza para oír todo lo que le decía el tendero. Tao se apresuró a la tienda donde estaba el ayudante del tendero y compró otra manta y una almohada, hielo y algo de ropa para Kris. La pequeña clínica tenía preparados los suministros médicos, un administrativo muy amable le preguntó sobre su clínica móvil y lo trataba como un preciado cliente. Con cierto sentido de culpa se apresuró para finalizar sus recados. Tenía que regresar a su caravana y encontrar una zona oscura para dormir hasta que fuera seguro regresar con Kris. Salió a la calle. La luz solar le atravesó los ojos como si le clavaran miles de agujas. Tropezó y enseguida sintió una mano fuerte que la sujetaba por el brazo evitando su caída. Le dio las gracias casi murmurando y buscó en su bolsillo las gafas de sol para cubrirse sus ojos empañados de lágrimas.
—¿Qué estás haciendo aquí solo y sin protección? —El tono de voz grave, el dialecto y el acento inquietante se parecían a los de Kris. A Tao se le cortó la respiración y luchó por soltarse. El hombre alto y de pelo oscuro lo empujó a la sombra, poniéndola de espaldas a la pared, su corpulencia pudo inmovilizarlo con facilidad.
—¿Quién eres? —preguntó él—. Eres pequeño y muy blanco para ser uno de los nuestros. —Le levantó la barbilla con la mano de modo que pudo verle los ojos a pesar de las gafas de sol que llevaban ambos—. Tu olor me resulta familiar, pero no sé por qué. ¿Cómo es que no sabía que existías? —Por un momento su boca se curvó de satisfacción—. Eres libre. Eso es bueno.
—No le conozco señor y me está asustando. Tengo mucha prisa, haga el favor de soltarme. —Tao utilizó su tono más distante y frío y habló en inglés deliberadamente. El hombre era extraordinariamente fuerte y lo aterrorizaba.
—Soy Kai. —Sólo le dijo su nombre, como si eso bastara—. Soy un hombre de tu raza y tú un doncel solo. El sol está cada vez más alto y no te has buscado un lugar para refugiarte. Tengo que ayudarte, te ofrezco mi protección. —Cambió rápidamente a un inglés con fuerte acento extranjero. Su voz parecía entrar directamente en su interior. Parecía un caballero, era muy amable, sin embargo, todavía no lo había soltado, ni se había movido un milímetro para evitar que se escapara. Inhaló y tragó su perfume. De pronto, cambio toda su actitud. Su cuerpo se puso rígido y sus dedos se clavaron en el brazo de Tao. Enseñó sus blancos colmillos de depredador en señal de advertencia. —¿Por qué no me has contestado cuando te he hablado? —Sus palabras eran graves y amenazadoras. El amistoso extraño era aterrador.
—¡Suéltame! —El mantuvo su tono de voz, su mente trabajaba a máxima velocidad en busca de una huida. Él parecía tener todos los ases, pero...
—Dime quién eres —le exigió él.
—¡Suéltame ahora mismo! —Dijo el con el tono todavía más bajo, entonando una suave e hipnótica melodía—. Tú vas a soltarme. El extraño movió la cabeza, sus ojos se contrajeron al reconocer un indicio de coacción en su voz. Inhaló por segunda vez y volvió a beber su fragancia. Al momento, su rostro se quedó inexpresivo.
—Reconozco ese olor, Kris. Ha estado muerto durante estos siete años, sin embargo, su sangre corre por tus venas. —Su voz se arrastraba como una amenaza letal. Por un momento, se quedó helado de miedo. ¿Sería el traidor del que le había hablado Kris? Tao ladeó la cabeza para apartar sus dedos de su barbilla.
—No tengo la menor idea de lo que me estás hablando. ¡Déjame ya!
Kai exhaló emitiendo un lento y venenoso sonido.
—Si quieres vivir otra noche tendrás que decirme lo que has hecho con él. —Me estás haciendo daño. —Se estaba acercando más e inclinando hacia su cuello, Tao se curvó hacia atrás como si fuera un arco al tratar de evitarle. Notó su respiración caliente en su cuello y emitió un grito ahogado al notar cómo sus afilados dientes atravesaban su piel. Llorando casi en silencio se movió hacia el lado y su corazón latió con fuerza. Entonces, él buscó en su escote y se dio cuenta de los morados que tenía en el cuello. Pudo notar su asombro y confusión. Aprovechó esa distracción momentánea y utilizando todas sus fuerzas levantó la rodilla y gritó a pleno pulmón. Kai estaba tan perplejo, que a Tao casi le entró risa. Estaba totalmente seguro de que el no quería llamar la atención. Su silbido, una promesa de venganza letal, fue lo último que oyó antes de que se esfumara. Y literalmente, se esfumó. Nunca le vio moverse. Al momento se presentó allí acosándolo contra la pared y acto seguido se había marchado. Una tenue neblina se mezclaba con las capas de niebla que cubrían el suelo que llegaban hasta la altura de la rodilla. Dos auxiliares sanitarios acudieron corriendo al oír sus gritos. Tao, con la mano sobre la herida palpitante de su cuello para disimularla, dejó que lo tranquilizaran, le aseguraron que el animal que había visto merodeando por las sombras, era casi sin lugar a dudas un perro vagabundo, en lugar de un lobo. Se marcharon moviendo la cabeza y riéndose de lo tontas que podían ser los donceles. Tao cargó los suministros en su vehículo, tomándose el tiempo que consideró prudencial. Si el sol podía afectarlo, sólo sería tan letal como su asaltante, si éste era como Kris. Jamás habría podido imaginar que tendría que vérselas con un vampiro. Don Wallace había sido su pesadilla, pero sospechaba que éste sería mucho peor. Envolvió con cuidado los paquetes de sangre y los colocó en el centro de su gran nevera, rodeados de bloques de hielo. Tenía que hallar el modo de llevarle la sangre a Kris sin dejar pistas para el vampiro. Esperó, ganó tiempo antes de partir. El sol estaba cada vez más alto y ya le tocaba en la piel a través de la fina prenda de algodón que llevaba puesta. También llevaba un sombrero de ala ancha y las gafas de sol para protegerse. No obstante, sentía que estaría más a salvo entre la gente siempre que pudiera, hasta que su debilidad lo abandonara no tenía otra opción que intentar descansar en su autocaravana preparada para protegerlo del sol, aparcada bajo la sombra de los árboles. Sintió algo en su mente, un sendero familiar que reconoció al instante con alivio. Tao conectó con Kris. Estaba débil, la poca energía que le quedaba se la había llevado el amanecer. Tao estaba furioso consigo misma por no haber intentado tranquilizarle antes. Debía haber caído en la cuenta de que él sentiría su miedo incluso en la lejanía. - ¿Estás bien?
- Sí, Kris. Lo siento no inspeccioné .
—Se esforzó por conservar la calma y ocultarle su temor. Lo último que quería era que intentara rescatarlo y sabía que lo haría. Se mataría a sí mismo intentando llegar a su lado.
- Estás al sol. Siento tu incomodidad . —Era una reprimenda del tipo de las que ya empezaba a estar acostumbrado. La arrogancia de su mandato se hacía cada vez más evidente en su voz a medida que su salud mejoraba. Tras las gafas oscuras, los ojos de Tao eran como dos torrentes. Inhaló profundo, soltó el aire lentamente y se lanzó a contarle lo sucedido.
- Había alguien de tu raza. Al menos eso creo.
Su reacción fue explosiva. Furia ciega, miedo por el y unos celos casi incontrolables. Kris se esforzó por permanecer en silencio y escucharlo. Sabía que sus emociones volcánicas lo asustaban. También le asustaban a él. No estaba acostumbrado a las emociones y a veces le superaban.
- Reconoció tu olor, incluso te llamó por tu nombre. Quería saber dónde estabas. Por favor, ten cuidado Kris. Me temo que te he dejado totalmente indefenso. Creo que te busca.
- ¿Te ha tocado? ¿Ha bebido tu sangre?
La pregunta era inquisitiva, podía sentir la furia de Kris golpeándole cabeza. Se tocó la herida supurante del cuello.
- Lo habrías sabido —respondió el con dulzura. Parte de su furia incontrolada se esfumó.
- ¿Dónde estás ahora?
- Ahora estoy a salvo, pero vendrá a por mí esta tarde, estoy seguro. No quiero conducirle hasta ti.
- Regresarás a mí esta noche. Vendrás aquí directamente. Él no puede tocarte, no puede intercambiar sangre contigo.
- No me pasará nada. Eres tú quien ha de tener cuidado, Kris .
—Le dijo el para darle confianza—. Temo por ti, tengo miedo de conducirle a ti o de que te encuentre mientras yo estoy fuera.
- No entiendes el peligro que corres. Has de venir conmigo.
Tao no acababa de comprender, pero sí podía sentir su convicción, su miedo por el, y tembló al recordar la fuerza del agarre del extraño y su silbido de promesa letal.
- No te preocupes, iré ahora mismo. Duerme, Kris. Esto te está agotando.
-Tao.—Hubo un momento de silencio, de anhelo—. Vuelve a mí. Si no crees en nada de lo que te he dicho, cree al menos que te necesito.
-Te lo prometo. Tao apoyó la frente en el volante. Estaba muy cansado y tenía los ojos hinchados. Los cristales oscuros de la cabina servían para evitar que se le hicieran ampollas en la piel, pero no aguantaría mucho más. Sentía el cuerpo pesado y torpe, casi no le respondía. Ya no podía permitirse esperar más, sólo tenía la esperanza de que el vampiro ya estuviera en su guarida y no pudiera ver adonde se dirigía. Se dirigió hacia las montañas. Al principio, para ganar tiempo, tomó la carretera, conduciendo todo lo deprisa que podía por el tortuoso camino. Cuando la luz solar resultaba insoportable, siguió su propia ruta, por un camino de ciervos, siempre subiendo, buscando el espesor del bosque. El grueso dosel de árboles amortiguaba algo el implacable efecto del sol que atravesaba su cráneo. Cuando notó su cuerpo demasiado pesado, se detuvo en una zona especialmente frondosa y
se metió en la parte de atrás de su caravana. Tuvo la energía suficiente para cerrar la puerta y ponerse la pistola al alcance de la mano antes de que su cuerpo se convirtiera en plomo. Se estiró y se quedó como paralizado, su corazón latía deprisa. Aterrado por su propia debilidad. Necesitaba a Kris, necesitaba entrar en contacto con ese centro de poder increíble que había en él. Necesitaba contactar con su férrea voluntad. Tao invocó su imagen y su ritmo cardíaco se hizo más lento. Si pudiera abrazarle, sentir sus brazos alrededor de su cuerpo. Entonces, como por arte de magia, pudo sentir sus brazos, toda su fuerza envolviéndolo para protegerla, pudo oír los latidos de su corazón, fuertes y regulares, sintonizando con los suyos. Tao le apartó el pelo de la cara, tenía los ojos cerrados, pero su mente le transmitía todos los detalles de sus sensuales facciones. Dormían separados el poco reparador sueño de los mortales, pero estaban juntos, siempre conscientes del peligro que les acechaba, siempre conscientes de la plúmbea parálisis de sus cuerpos. Tao experimentó por primera vez el poder de mantener una fusión mental, de no estar nunca solo, la fuerza de la unión de dos seres. El largo día pasó lentamente, el sol se desplazaba por el firmamento, brillando, calentando y luego retirándose hacia las montañas con la misma lentitud, hundiéndose con elegancia y colorido en el mar.

~Dark Desire~ [Kristao] #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora