Tao levantó su mirada esmeralda para encontrarse frente a la perturbadora intensidad de los ojos negros de Kris. Estaba tan cerca que pudo sentir que el calor de su piel llegaba a la suya. Él le acarició la mejilla con los dedos y luego la boca. Su necesidad de el era tan primitiva como la propia tormenta. Era un calor como el de una descarga eléctrica, como la lenta difusión de la lava disuelta.
—Necesítame Tao. —Su voz dolía de deseo—. Necesítame del mismo modo que yo te necesito a ti. Te entrego mi vida. Vive para mí. Encuentra el modo de vivir por mí. Ámame hasta ese punto. Al cerrar los ojos se deslizaron las gotas de lluvia hasta las puntas de sus curvadas pestañas.
—No sabes lo que me estás pidiendo.
Él tomó su rostro entre sus manos mientras sus pulgares acariciaban el frenético pulso de su cuello. Cada una de sus delicadas caricias encendía hogueras en todo su cuerpo. La mirada de Tao, una vez más a regañadientes fue a reunirse con la de Kris, sus ojos reflejaban desesperanza.
—Por supuesto, que sé lo que eso significa para ti, pequeño. Siento tu rechazo, tu repulsión a nuestros hábitos alimenticios. —Sus manos se deslizaron por su nuca y la atrajo junto a él.
—He intentado adaptarme —protestó el—. Necesito más tiempo.
—Lo sé, Tao. Debía haber hallado otro modo de curarte. Estoy intentando descubrir qué tipo de compañero tienes. Quiero ser lo que tú necesitas, alguien a quien puedas respetar y amar, no alguien que te imponga su voluntad y rechace cualquier otra opción. Hay otros modos, mi amor, en que puedes alimentarte sin que te produzca náuseas.
—Su boca encontró su pulso y sintió cómo saltaba bajo el aterciopelado tacto de su lengua. Sus labios se desplazaron hacia su barbilla, a la comisura de sus labios. Su voz era grave y excitante.
—Deséame más, Tao. No me desees sólo con tu cuerpo. Déjame entrar en tu corazón. Su boca se pegó a la de Tao, pero no con suavidad sino con voracidad. El hambre se reflejaba en sus ojos cuando levantó su cabeza para mirar a Tao desde arriba.
—Ábreme tu mente. Quiéreme dentro de ella, tal como me quieres en tu cuerpo. Quiéreme cuando te necesite salvajemente con una necesidad que sólo tú podrás satisfacer. Adóptame en tu alma y déjame vivir en ella.
—Su boca recorría todos los rincones de su
rostro, de su cuello y de sus hombros. El cuerpo le ardía, le dolía y lo necesitaba. Su corazón se acopló por sí solo al de Tao. Su mente era una nube de deseo, de imágenes eróticas y de necesidades sensuales. Estaba lleno de ternura y amor, con una intensidad que también lo quemaba a el. El calor de la boca de Kris reclamaba el pecho de Tao a través del delgado algodón de su camiseta. Su cuerpo reaccionó de modo salvaje y doloroso, los téjanos le apretaban y le resultaban incómodos. Kris lo atrajo más hacia él, el era su tormenta interior, su tormenta exterior, una parte de sí mismo.
—Haz que me sienta pleno, Tao. No me dejes así. Deséame. Quiero que necesites mi cuerpo dentro del tuyo. Tócame como yo te toco a ti. Tao pudo sentir el salvaje deseo, su oscura y sensual voracidad. Sus ojos transmitían tanta necesidad, que no había modo alguno en que el pudiera rechazarle. Sus manos ya se estaban desplazando sobre sus bien esculpidos músculos y se empezaba a despertar en el un instinto tan salvaje como la tormenta que les envolvía. Su boca se alimentaba en la de él, sus manos le arrancaron la ropa a Kris y la suya, para liberarse de obstáculos artificiales. No podía estar más cerca de él, cuerpo contra cuerpo ya no era suficiente. Kris le sacó la camiseta por la cabeza y la tiró a un lado, casi la curvó hacia atrás para alimentarse desesperadamente en sus pezones. Las manos de Kris se deslizaron por sus costados, por sus estrechas costillas y su delgada cintura.
—Déjame entrar en tu corazón, Tao —murmuró Kris entre sus pezones endurecidos, sintiendo el frenético ritmo de su corazón latiendo al unísono con el suyo—. Justo aquí, mi pequeño, déjame entrar.
—Sus dientes arañaron su piel satinada y su lengua la acarició y lamió. Le arrancó los téjanos de la cintura y se los bajó siguiendo la curva de sus esbeltas caderas. Arrodillándose, le rodeó las caderas con sus brazos y pasó su cara por su bien enfundada ropa interior de seda. Tao gritó su nombre y el viento arremolinó el sonido y se lo devolvió, envolviéndoles con su olor y con la fuerza de su deseo.
—Deséame, Tao. Deséame así. Como ha de ser. Justo así. He de poseerte. Aquí en medio de esta tormenta. He de poseerte ahora.
—Él le rasgó la ropa interior de seda y se los sacó, luego lo estrechó contra él, nutriéndose de su dulce calor. El cuerpo de Tao se estremeció de placer y se convulsionó ante el avance de su boca, pero él no se detuvo, todo lo contrario cada vez lo llevaba más cerca del abismo del éxtasis. Tao sólo podía agarrarse de su densa y oscura melena con la mano y sostenerse mientras el mundo se hundía a sus pies y la lluvia chocaba contra la tierra. Kris se las había arreglado para sacarle las botas y con ellas los pantalones. Allí estaba el desnudo bajo la lluvia torrencial, tan caliente que temía que el agua al caer sobre su piel le produjera pequeñas descargas eléctricas.
—¿Me deseas Tao? —Esta vez su voz era dubitativa, como si toda su fuerza, todo su poder, pudieran venirse abajo con una palabra suya. Estaba arrodillado a sus pies, su adorable rostro —todavía ajado por el tormento, tan hermoso, tan sensual y carpatiano— tenía la mirada puesta en el. Estaba perdido sin su presencia. Salvaje, desnudo, totalmente vulnerable. Durante un momento el viento y la tormenta se detuvieron como si el mismo cielo estuviera esperando la respuesta.
—No te puedes imaginar cómo te deseo Kris, ni aunque puedas leer mi mente. —Le estiró para que se levantara y le inclinó hacia el para que sus labios la besaran—. Te quiero en mi corazón. Siempre te querré allí. —Él podía sentir el calor de su respiración en su pecho. La lengua de Tao saboreaba la piel de Kris y pudo sentir el brinco de su corazón. Tao deslizó sus manos hasta los glúteos de Kris y lentamente le fue liberando de la cárcel de sus téjanos. Un rayo cruzó el cielo como si fuera un látigo y durante un segundo se iluminó la silueta de Kris. Su oscuro cuerpo, sus fornidos músculos y su tremenda necesidad quedaron al descubierto en mitad de la noche. Sus ojos nunca se apartaban de el, oscuros, intensos y voraces. Tao le rodeó suavemente con sus brazos y tocó con su boca su vientre plano y duro. Kris dio un brinco como si el le hubiera quemado. Las manos de Tao siguieron el esculpido contorno de sus glúteos, se detuvieron un momento como si le estuvieran memorizando. Luego se arrodilló y su mano adoptando la forma de su aterciopelada verga empezó a frotarla y a acariciarla. Cada uno de sus movimientos provocaba en él una ola de placer sin límites que recorría todo su cuerpo de arriba a abajo, una violenta llamarada que amenazaba con engullirle. Kris tomó un puñado de su cabello rojo, empapado y oscurecido por la torrencial lluvia. Lo instó a seguir adelante empujando sus caderas violentamente contra el, consumido por su deseo urgente de su contacto más íntimo. El se reía burlona y provocadoramente, mientras su húmeda y caliente cavidad bucal se introducía en él. Kris dio un alarido y le estrechó la cabeza contra su miembro, al tiempo que levantaba la cara al cielo acogiendo la violenta tormenta.
—Tienes que sentirlo, Tao. No puedes hacer esto sin sentirlo de verdad.
—Esas palabras salieron de él, crudas e hirientes, como si salieran de su alma. El estrechó su abrazo y seguía su movimiento instintivo, para excitarle todavía más. Él le apartó la boca de su miembro y lo levantó enterrando su cara en el cuello de Tao, respirando profundo para fingir cierto autocontrol. Le dio una palmadita en la cintura y lo levantó.
—Pon tus piernas alrededor de mi cintura, mi amor.
—Mientras tanto él le mordía el cuello suavemente, sus dientes apretaban, mientras su lengua aliviaba cualquier pequeño dolor. El le rodeó el cuello con los brazos y se colocó sobre él, al momento sintió la dureza y el grosor de su miembro empujando agresivamente para entrar. Tao le notaba tan grande y tan caliente que temía que ambos prendieran en llamas. Antes de que el se hubiera podido acomodar, empujó hacia arriba penetrándolo, llegando tan a fondo que Tao gritó su nombre. El grito se perdió en la intensidad de la tormenta que les envolvía. La lluvia caía por el rostro de Tao, luego se deslizaba sobre sus pálidos hombros y por su resplandeciente pecho formando perlas en sus rosados pezones. Kris atrapaba el agua en su boca mientras su cuerpo se introducía cada vez con más fuerza dentro de el. Las llamas les abrasaban, les consumían, trepaban sobre ellos. El era puro fuego asiéndole con fuerza, manteniéndole dentro, engulléndole cada vez más en la magia de su hechizo. Kris volvió a buscar su boca, de un modo un poco brusco, alimentándose con voracidad, dominando, reclamándolo como suyo, marcándolo para la eternidad.
—Ábreme tu mente. —El susurro volvía a sentirlo contra su cuello. Notó su boca en el hueco de su clavícula, sus dientes, su calor y su insaciable apetito.
—Dame tu mente, Tao. Déjame entrar y que me quede allí. —El susurro era como un hechizo. Estaba tejiendo un sortilegio tan fuerte que no podía negarle nada. Él invadió su cuerpo, atravesó la barrera de su mente y ahora reclamaba su corazón. Al momento todo fue distinto. Él sintió el placer de Tao, que era tan intenso que casi se incendia con él. El sintió el placer de Kris, que llegaba hasta las estrellas, mientras él aunaba fuerzas a la espera de complacerlo a el primero. Quería ofrecerle el mundo, le dolía que tuviera que amarle tal como era ahora, maltrecho, trastornado, casi demente. El podía ver su alma, la bestia apenas controlada siempre intentando dominar, nunca del todo domada. Podía ver su miedo a perderlo, a convertirse en un vampiro, despreciado, acechado por su propia raza. También podía ver su tremenda necesidad de protegerlo, de mantenerlo a salvo y de complacerlo. Quería conseguir su respeto y su amor, ser digno de el. No intentaba disfrazar el demonio que había en él, oscuro y tenebroso, sediento de venganza, tan necesitado de alguien que lo dominara. Tao permitió que su infancia solitaria y dura entrara en la mente de Kris, sus temores a compartir su vida, su necesidad de controlar las situaciones y de disciplina, su deseo incondicional por él y sus sueños secretos de tener hijos y una familia. Los brazos de Kris se tensaron y sonrió dulcemente con aire triunfal. El había visto lo peor de él y su cuerpo seguía en estrecho contacto con el de Kris acogiendo cada uno de sus avances con una ardiente fricción desde su interior. La mente de Tao se estaba consumiendo de ardor y de deseo por él, a la vez que todavía le quedaba una frágil promesa que estaba dispuesto a cumplir. Él se apoderó de su boca como lo estaba haciendo de su cuerpo, de un modo salvaje, loco y totalmente desinhibido. Los truenos retumbaron en el momento en que el gimió suavemente aferrándose a él con fuerza y explotando de placer. El grito apagado de Kris se perdió en la furia de la tormenta mientras todo su cuerpo parecía desintegrarse, dolerle, entrar en erupción con toda la fuerza de un volcán.
Exhausto y saciado, Tao apoyó su cabeza sobre el hombro de Kris mientras él se apoyaba contra el tronco del árbol que tenían más cerca. La lluvia enfriaba el calor de sus cuerpos, hasta penetrar en el salvaje deseo y hambre voraz que les habían cobijado de la misma. Kris, con mucha suavidad le bajó las piernas, sosteniéndolo por la cintura hasta que éstas estuvieran de nuevo en condición de sostenerlo. Tao levantó la mano para echarse atrás su empapada melena. Él le tomó la mano y se la puso en la boca.
—Eres la cosa más bella que jamás han visto mis ojos. El sonrió y movió la cabeza. —Estás loco ¿lo sabes? Esta es una de las mayores tormentas que he visto nunca y no me he dado cuenta hasta ahora.
Él le regaló una sugerente sonrisa y se frotó el puente de la nariz con el dedo.
—Por algo será.
—Exactamente —asintió el—. Porque tú estás loco y yo también debo estarlo. Las manos de Kris envolvieron los glúteos de Tao y lo atrajeron a su impresionante cuerpo, colocó el rostro en el hueco de la clavícula de Tao y saboreó ese momento. Jamás olvidaría lo que había sentido, el aspecto de Tao, salvaje y hermoso bajo la tormenta y su aceptación total de él con su mente fragmentada y sus demonios intentando liberarse.
—Esto jamás desaparecerá Tao, lo que sentimos el uno por el otro. Nunca se apagará. Cada siglo se vuelve más fuerte. No has de preocuparte por perder esta pasión.
Sintió la sonrisa de Tao contra su piel desnuda y el pequeño beso que le dio en el pecho.
—Puede que yo no lo resista. Todavía no estoy seguro de que pueda tenerme en pie. —Creo que puedo ayudarte con eso.
—Su voz tenía un tono de guasa y era sugerente a la vez, el notó que él lo estrechaba con más fuerza y en su estómago sintió que su miembro volvía a endurecerse.
—Estás realmente loco. No soporto estar tan mojado, pero estamos envueltos en la lluvia.
—El se reía mientras protestaba y su cuerpo se movía sutilmente hacia el de Kris, incapaz de creer que pudieran hacer algo más que agarrarse el uno al otro tras semejante enlace. Él lo giró de modo que quedó contra el árbol, su poderoso cuerpo lo protegía de la torrencial lluvia.
Le puso las manos en la cara e inclinó la cabeza para acercarse a la de Tao, su tierna y amorosa boca besaba sus labios ligeramente hinchados.
—Nunca me saciaré de ti, por muchos siglos que vivamos. —Sus manos se deslizaron posesivamente sobre sus pezones y bajaron hasta su vientre para descansar allí con los dedos bien abiertos.
—No puedo esperar a sentir cómo crece nuestro hijo dentro de ti.
—Sus ojos se oscurecieron hasta convertirse el hielo negro—. Jamás pensé que podría compartirte con nadie, pero pensar en nuestro hijo hace que te desee todavía más. —Poco a poco, salvaje, creo que hemos de conocernos un poco mejor. Somos un par de enfermos emocionales y eso no es precisamente lo más recomendable para unos padres. Él se rió suavemente contra su boca antes de volver a besarlo.
—Sé lo que hay en tu mente y en tu corazón, pequeño. Ya no me asusta. Una vez has tomado una decisión, no te vuelves atrás pase lo que pase. Eso es lo que te hace tan buen investigador.
—No te pienses que me vas a camelar con el sexo. Si tú estabas en mi mente, yo también estaba en la tuya y no pienses que no me he dado cuenta de tu afán de dominar.
Sus manos estaban surcando sombras y huecos, descubriendo todo tipo de secretos y zonas erógenas. Su boca se deslizaba por su cuello dejando un rastro de fuego mientras lamía las gotas de agua hasta llegar a sus pezones.
—¿No crees que el sexo es una buena idea en estas situaciones?
—La lengua de Kris se enroscó en su pezón y lo mordisqueó cariñosamente siguiendo luego la forma de la turgencia de su pecho hasta llegar al valle de su corazón—. ¡Pero sabes tan bien! —Su mano cubrió los flexibles rizos pegados a la piel por el húmedo calor de la zona antes de que sus dedos ardieran en el fuego de su ansioso miembro—. ¡Y da tanto gusto acariciarte!
—¡Estás loco! —No podía hacer más que reírse empujando contra su mano y utilizando la suya para acariciarle y excitarle todavía más—. Kris, te juro que ninguno de los dos podremos tenernos en pie.
—Debería sentir el frío de la noche, pero la lluvia no hacía más que aumentar el erotismo del momento y la intensidad de las llamas. Riéndose y feliz, Kris lo puso contra un tronco caído y luego lo giró de modo que ella quedó de espaldas a él. Hizo que pusiera las manos sobre el tronco cubierto de musgo para que aguantarse bien y lo inclinó hacia delante hasta que él le pudo besar la base de su columna. El ligero roce desencadenó en Tao un temblor de excitación que ascendió por toda su espalda, las convulsiones de placer que Kris percibía a través de sus dedos le garantizaban que el estaba a punto para él. Kris tomó sus finas caderas entre sus grandes manos y se detuvo un momento, maravillándose ante la perfección del cuerpo del doncel, del cuerpo de Tao. Sus nalgas eran redondas y firmes, con unos músculos bien redondeados y seductores. —Eres muy hermoso Tao, increíblemente hermoso.
—Entonces lo embistió prolongando el momento de la entrada, observando cómo la lluvia se deslizaba por su pálida piel satinada para encontrarse con la dura extensión de su cuerpo.
—¡Kris! —Tao empujó hacia atrás contra él en un acto de gran excitación, su cuerpo era blando y sumiso, húmedo y acogedor. Él se adentró en la apretada, caliente y aterciopelada cavidad perfectamente diseñada para su cuerpo. Sentirla era puro éxtasis, una experiencia de la que jamás se cansaría. Kris empujó fuerte y profundo, con el deseo de satisfacerlo por completo, con la necesidad de oír sus suaves gemidos. Le enloquecían esos pequeños sonidos que emitía su garganta y el modo en que su cuerpo empujaba hacia atrás para fusionarse con el suyo. La lluvia parecía formar parte de toda la escena, rodeándoles como un velo, deslizándose por sus cuerpos, sensibilizando sus pieles. Podía sentir a Tao a su alrededor, formando parte de él, formando un solo cuerpo, verdaderamente unidos, la tierra giraba a su alrededor y los cielos se abrían ante su pasión. Él podía notar cada uno de los músculos de su cuerpo tensos y a punto, a la espera, a la espera del momento perfecto, mientras Tao no cesaba de succionarle con los músculos internos, arrebatándole su simiente en uno de sus múltiples empellones, desatando en él un torrente de color, belleza y placer milagroso. Sintió cómo el se abría a él, su mente, su corazón y su alma, deliciosamente, exquisitamente doncel, toda suyo. El placer de Tao sintonizó con el ritmo de Kris, estremecimiento con estremecimiento. Él tuvo que aguantarlo para que no se desplomara durante el momento de trance, hasta que al final ambos cayeron juntos sobre la empapada vegetación. Abrazados y con la lluvia enfriando sus cuerpos, se reían como niños.
—Esperaba vapor esta vez —dijo Kris casi aplastándolo contra él.
—¿Puedes hacerlo? —Tao colocó la parte posterior de su cabeza en el nicho de su esternón y levantó una mano para acariciar los poderosos músculos de su pecho.
—¿Puedes hacer que nuestro calor convierta a la lluvia en vapor? —Le sonrió como un chiquillo, por primera vez tan libre que olvidó durante unos momentos todo su sufrimiento. El le hacía invencible y vulnerable a la vez. Pero sobre todo, le hacía sentirse vivo.
—No, en realidad quiero decir lo que hicieron ellos, los otros. Se convirtieron en una especie de niebla o neblina. ¿Puedes hacerlo? —insistió Tao—. Bueno, dijiste que podías, pero pensé que quizás era una falsa ilusión. Kris levantó las cejas.
—¿Una falsa ilusión?
—Kris sonrió altanero, extendió el brazo y observó mientras aparecía pelo en toda su extensión y sus dedos se curvaban y convertían en garras. Tuvo que agarrar a Tao porque el se alejaba de él con los ojos muy abiertos. Kris tuvo cuidado de no herirlo con su fuerza.
—Deja de reírte de mí, animal. Esto no es normal.
—Una leve sonrisa empezaba a dibujarse en su suave boca. Sólo podía sentir felicidad por la inocente dicha que él encontraba en cada información que regresaba a su mente, con cada nuevo recuerdo de sus dones.
—Para nosotros es normal, amor. Podemos cambiar de forma siempre que lo deseemos. El puso cara de escéptico.
—¿Quieres decir que esas horribles historias son ciertas? ¿Ratas, murciélagos y cosas pegajosas parecidas a gusanos?
—Pero, ¿por qué querría yo ser un gusano pegajoso? —Le dijo riéndose a carcajadas. El sonido de su voz le sorprendió, no recordaba haberse reído nunca en voz alta. —Muy bien, Kris. Me alegro mucho de que todo esto te parezca tan divertido. Esa gente surgió literalmente de la niebla, como si fuera una película. —Le asestó un puñetazo en el brazo para que le hiciera caso—. Explícamelo.
—Cambiar de forma es fácil cuando estás fuerte. Cuando dije que corremos con el lobo, lo dije literalmente. Corremos con la
manada. Volamos con el búho y nos convertimos en el aire. —Le retiró el pelo mojado que cubría su rostro—. ¿Cómo es que no tienes frío? Tao se sentó asombrado ante lo que estaba oyendo. No tenía frío era cierto. Sintió frío al pensar en ello, pero no había tenido frío.
—¿Por qué no he tenido frío?
Los carpatianos regulamos espontáneamente la temperatura de nuestro cuerpo. La ilusión también es muy fácil de dominar. No hemos de comprarnos ropa si no queremos. Aunque en general procuramos seguir las costumbres humanas.
—Lo besó en la parte superior de la cabeza—. Puedes fingir tener frío si eso te hace sentirte mejor.
—No me gusta la idea de quedarme aquí Kris, tan cerca de los otros. Tengo la sensación de que no puedo respirar. Pero quizás sea porque no estoy acostumbrado a ver que la gente se convierte en niebla cada día. Quizás deberíamos quedarnos algún tiempo y aprender más cosas de ellos.
—Puedo enseñarte a adoptar otras formas. —Le dijo él un tanto enojado. Tao le mordisqueó el cuello.
—Sinceramente no quiero aprender a cambiar de forma. Todavía estoy en el paso uno, aprendiendo a compartir mi vida y mi cuerpo con otra persona. Pero si alguna vez quiero ser una rata o algo parecido, te prometo que serás tú quien me enseñe. Me estoy refiriendo a otras cosas, como a los poderes del sanador para curarte tan rápido. Kris se tragó rápidamente su protesta. En realidad, se le veía entusiasmado, no atemorizado. No le gustaba la idea de que otro hombre estuviera cerca de el, de que otro hombre pasara tiempo junto a el. Pero era un sanador y Yugyeom podía enseñarle mucho. Él quería que el fuera feliz. Recurrió a sus recuerdos.
«Yugyeom. El Oscuro.» Anciano y poderoso. Solitario.
—Siempre está solo.
—Los carpatianos hablaban de su poder, rara vez utilizaban su nombre o lo decían en voz alta—. El sanador siempre anda errante por la tierra en busca de conocimiento. No vive entre nuestro pueblo. No hay nadie más peligroso, ni nadie más entregado al cuidado de nuestra raza. Chanyeol es su amigo. Se entienden y respetan mutuamente. Tao se acurrucó en el cuerpo de Kris para protegerse de la tormenta.
—No puedo creer que estés recordando todo esto. Es sorprendente, Kris. ¿Te duele la cabeza? Se frotó la frente aunque movió la cabeza negativamente. Aunque lo cierto era que el dolor astillaba y fragmentaba su mente. Por el, podía soportarlo todo.
—Su aprendiz tenía sólo medio siglo menos que Yugyeom y Chanyeol. Hasta su aspecto era diferente. Era un solitario como Yugyeom. También buscaba el conocimiento. Hablaba la mayoría de los idiomas como un nativo y había servido como soldado en muchos ejércitos. Era alto y de hombros anchos, con la misma musculatura que Yugyeom. Tenía el pelo largo y rubio, algo muy raro entre nuestra raza. Sus ojos eran oro, oro puro. Yugyeom le enseñó el arte de curar. Se les vio juntos durante bastantes años en distintas partes del mundo.
—¿Quién es? ¿Todavía vive? —Tao estaba intrigado. —Se llama Sehun y tiene un hermano gemelo. Solía cazar con nosotros. —Tenía pulsaciones en la cabeza y parecía que le iba a estallar si continuaba.
—¿Cazar, qué? —Tao retuvo la respiración, temiendo lo que iba a decirle.
—Donceles hermosos, pequeño y al final, fui yo quien te encontró. —Sus blancos dientes resplandecieron al mirarlo lascivamente.
—No trates de disuadirme de este modo. —El ya se había aprovechado, introduciéndose fácilmente en su mente y rescatando las imágenes de peligro y repulsión. Incluso de miedo. Ya no de su adversario, sino de ellos mismos convirtiéndose en lo que pretendían destruir. Kris que no estaba preparado para que el irrumpiera en su mente, estaba seguro de que podría suavizar la parte más bochornosa de su existencia. Tao siempre había sido reticente a entrar en su mente, no se le había ocurrido que podría hacerlo cuando quisiera. Hizo un gesto tan compungido que Tao soltó una carcajada. —Donde yo nací a eso se le llama «pillarte con los pantalones bajados». Él se miró el cuerpo cubierto de gotas de lluvia. Su sonrisa era medio burlona y sus ojos se reían.
—Justamente.
—Bueno, ¿dónde está ahora Sehun? ¿Le asesinaron? Al principio la mente de Kris
se negaba a soltar la información. Tuvo que repasar una y otra vez las piezas del rompecabezas en busca de la respuesta. Como vio que le dolía, Tao le frotó cariñosamente el brazo.
—Déjalo ya.
—Estados Unidos. Lo último que recuerdo es que él y su gente fueron a Estados Unidos para controlar allí el problema de los vampiros. Los vampiros ya no viven sólo aquí en las montañas donde pueden ser cazados fácilmente. Si Sehun todavía vive o si no se ha transformado —frunció el entrecejo ante la posibilidad— entonces todavía debe estar allí, lejos de nuestra tierra.
—¿A qué te refieres con su gente? ¿Un compañero? ¿Un hijo?
—Por lo último que supe de él no tenía compañero. Como es casi tan mayor como Yugyeom y Chanyeol, el peligro para él ha aumentado. Cuanto mayor es un varón carpatiano, más le cuesta ser civilizado.
—Entonces, Yugyeom también es un peligro.
—Tao tembló ante la idea.
—Yugyeom es el mayor peligro de todos y Sehun va detrás. Sin embargo, Sehun tiene algún tipo de familia.
Humanos, generaciones que le han servido fielmente. Les ha dado una fortuna, sin embargo, han elegido estar junto a él. De madre a hija, de padre a hijo. Es el único carpatiano que conozco que tiene una familia así. Un rayo cayó a sus pies y el trueno sonó casi encima de sus cabezas. Tao se puso tenso, la sonrisa desapareció de sus labios y de sus ojos. Puso su mano abierta en el pecho de Kris para mantenerlo a distancia. De pronto el acogedor bosque y la salvaje tormenta ya no eran un lugar sensual, sino un mundo oscuro y siniestro. Se puso en pie y giró sobre sus talones inspeccionando el oscuro bosque. Kris se levantó con gran agilidad y le rodeó la cintura con el brazo en actitud protectora. —¿Qué pasa? —De pronto se puso a inspeccionar el área, buscando fuera de sí mismo para descubrir a sus enemigos. Se puso delante de Tao para protegerlo de cualquier amenaza. No halló nada alarmante, pero Tao tenía verdadero miedo. Tao se apartó de nuevo de él mirando ansiosamente a su alrededor. Recogió su camiseta y se la puso contra su cuerpo.
—Los otros están lejos —dijo Kris, pero volvió a colocarse delante de el para protegerlo de un enemigo invisible.
—Hay algo allí fuera, Kris, algo diabólico nos está observando.
—Se pasó rápidamente la camiseta por la cabeza—. Lo sé, nunca me equivoco. Salgamos de aquí. Kris esperó a que el se pusiera los téjanos antes de hacer él lo mismo. Todos sus sentidos estaban en alerta máxima intentando probar que el tenía razón. No pudo detectar nada, no obstante, el malestar de Tao empezó a correr por sus venas. Empezó a erizarse como un lobo dispuesto a atacar.
—Descríbeme lo que sientes. Déjame entrar por completo en tu mente.
—Eso era una orden imperiosa. Tao obedeció sin dudarlo. Oscuro, malévolo, no es humano, ni carpatiano, está refugiado en la tormenta observando con ojos rojos y salvajes, vigilando y odiando. El notaba unos afilados colmillos y unas garras desnudas. No es un animal.
- Vampiro, Tao. Está allí fuera .
—Sus palabras fueron como un suave susurro en su mente. Kria «vio» a través de su mente, captó las impresiones que identificaba al asesino que les vigilaba.
- Has de obedecerme sin pensar en todo lo que te diga. ¿Me entiendes?
- Sí, por supuesto. No puedo ni olerlo ni verlo. Pero lo que hay en tu mente es un vampiro. Puesto que nunca has visto ninguno y las impresiones de tu mente son tan fuertes, no me queda más remedio que creer que es real. Permanece junto a mí. Si ataca, corre.
- Nunca te dejaré.
—Le dijo levantando la barbilla y con mirada rebelde—. Soy perfectamente capaz de ayudarte.
- Él te utilizará para vencerme. Ya he luchado antes contra ellos.
Su cuerpo hostigaba a Tao, forzándolo a retroceder hacia la cabaña. No miraba sólo con sus ojos sino con todo su cuerpo. Tao se movió con rapidez intentando concentrarse en la intensa sensación que sentía en su interior. Lo que quiera que les persiguiera silenciosamente a través del espeso bosque emanaba un oscuro odio que lo debilitaba. Su corazón latía alarmado. La cosa era siniestra, tan malvada y perversa que podía sentir su pesadez en el aire puro y cargado de lluvia. A su derecha se formó una extraña niebla de modo inquietante, corrió por la lluvia y chocó contra los árboles. Se desplazó hasta la altura de las rodillas quedándose justo delante de ellos. A Tao se le puso el corazón en la garganta y colocó su mano en la espalda de Kris para sentirse más seguro. Él se detuvo, aparentemente relajado, con los músculos contraídos y listos para atacar, como una pantera esperando su momento. El podía sentirlo, su estado de alerta, su quietud y seguridad. A medida que la niebla que ahora estaba ya a unos pocos metros, se iba acercando, la masa húmeda se hacía más alta y las gotas se fueron adoptando la forma de un hombre. Tao quería gritar de miedo, pero se quedó muy quieto, para no distraer a Kris.
La forma de Kai resplandeció por un momento. El pudo ver el árbol detrás de la neblina y luego se volvió sólido, estaba de pie con la elegancia propia de un varón carpatiano. Levantó su mirada del suelo para encontrarse con la gélida mirada de Kris.
—Hemos sido amigos durante siglos Kris. No puedo recordar un momento en mi vida en que no hayamos corrido juntos. Me resulta extraño y triste que me mires y no me reconozcas. Tao detrás de Kris, se movía agitada. La tristeza de Kai parecía ser insoportable para Kris.
El quería conectar con él, intentar aliviar su sufrimiento.
- ¡No!
—La orden fue tajante, clara y en un tono que no admitía discusión. Kris permanecía inmóvil, como una estatua de piedra. Las palabras de Kai no parecieron conmoverle lo más mínimo. Kai se encogió de hombros y su cara se contrajo por el sufrimiento.
—Cuando pensábamos que estabas muerto buscamos tu cuerpo. Pasaron meses, incluso años. Nunca estuviste fuera de nuestros pensamientos. Eras mi familia, Kris, mi amigo. Fue muy duro saber que estaba totalmente solo. Yugyeom y Chanyeol, incluso Sehun han sobrevivido siglos porque, aunque solos, tenían un vínculo, un ancla que les mantenía fuertes durante los siglos sombríos. Tú eras mío. Una vez desapareciste, mi lucha fue tremenda. Kris se quedó en silencio y en guardia, Tao le dio un empujoncito por detrás.
- ¿Puedes sentir su sufrimiento? Te está pidiendo ayuda. Aunque no puedas recordarle, ayúdale.
- No sabemos si se ha transformado —respondió él regañándolo—. Notaste su presencia y aquí está. Un vampiro puede aparentar pureza o cualquier otra cosa que elija. ¡Quédate detrás de mí!
—Sólo quería decirte que me alegro de que hayas vuelto y de que hayas encontrado a tu compañero. Estuvo mal por mi parte tener envidia. Tenía que haber sido más precavido al juzgar lo que no podía entender.
—Kai se pasó la mano por su oscuro pelo—. Voy a ausentarme durante algún tiempo. He de recobrar fuerza para soportar los años venideros. Kris asintió lentamente.
—Voy a ir al sanador para ver si puede acabar de reparar el daño que ha sufrido mi mente. He observado que la relación de Yugyeom con Chanyeol parece fuerte, a pesar de que Chanyeol tiene un compañero. Me gustaría que si todo lo que me has dicho es cierto, podamos volver a retomar nuestra amistad. El salvaje viento empezó a amainar. La lluvia caía de modo regular y el aire parecía muy denso. Kai asintió cansinamente e intentó esbozar una sonrisa que no llegó a iluminar sus ojos.
—Os deseo lo mejor para ambos y que tengáis muchos hijos, intentad engendrar donceles o niñas por mi bien.
—¿Cuándo regresarás? —preguntó Kris.
—Cuando pueda hacerlo. —La forma de Kai empezó a desvanecerse, de modo que ya podían ver a través de su figura. Kris se agazapó todavía más en posición de ataque con un movimiento fluido que apenas podía percibirse. Tao, instintivamente se movió hacia atrás para dejarle más espacio de acción. Parecía buena idea ser precavidos. Kris no había bajado su guardia en ningún momento, mientras que Tao hubiera corrido a consolar a Kai. El inhaló la noche, de pronto se deprimió. Con el viento llegó el opresivo odio que el bosque parecía emanar. Buscó el rostro impasible de Kris. No parecía que él se hubiera percatado, que hubiera prestado atención a la neblina que se alejaba de él.
—¿Lo habrá notado? ¿Si no era Kai el causante, por qué no se ha dado cuenta?
—La mente analítica de Tao examinaba la pregunta.
El había supuesto que Kris no podía sentir la presencia debido al estado de su mente. —Regresaremos por otro camino, Tao. No podemos quedarnos en la cabaña.
—Kris lo tomó de la mano y lo arrastró a través de los árboles—. Esto ya no es seguro. Tao tenía la vaga impresión de sentir una retorcida y malévola sonrisa. Una risa silenciosa, de alguien que se estaba divirtiendo. Sacudió la cabeza para deshacerse de la imagen, por temor a estar alucinando.
- ¿Kris? —Su voz tembló con incertidumbre. Los dedos de Kris se entrelazaron con los de el. —No te preocupes encontraremos un cobijo adecuado. Nunca dejaré que te pase nada.
—Se llevó la mano de Tao a la boca con una increíble ternura—. Estás sintiendo al muerto viviente ¿Es Kai?
—No sé si es Kai. Sólo sé que es algo muy maligno. Marchémonos de aquí, vayamos a una ciudad llena de luces y mucha gente. Lo arropó con actitud protectora y se acopló a su paso. Instintivamente sabía que en una ciudad serían vulnerables. Eran carpatianos, no humanos. Respiró profundo y soltó el aire lentamente para encontrar las palabras apropiadas.
—Si un vampiro nos está acechando, lo único que conseguiremos con eso será poner en peligro a humanos inocentes... Tienen muy pocas armas para luchar contra los muertos vivientes.
—Nos está observando, Kris. Sé que no puedes sentirle, pero está aquí. Kris lo creía. De nuevo buscó las imágenes en la mente de Tao y escuchó el estremecedor sonido de la risa burlona que retumbaba en su cabeza. Kris maldijo en voz baja.
—¿Cuando te encontró Kai en el pueblo estás seguro de que no bebió tu sangre?
—Te lo habría dicho. Inclinó su cabeza hacia la mía, pude sentir su aliento en mi cuello y sus dientes rozaron mi piel, pero me las arreglé para separarme de él. Apenas me atravesó la piel.
—El se buscó el sitio y se lo cubrió con la mano—. De cualquier modo se ha disculpado. ¿No has notado su tristeza? Me ha roto el corazón. El brazo de Kris se tensó por un momento y luego lo besó en la cabeza.
—Eres demasiado compasivo y confiado mi amor. Un vampiro puede ser el epítome de la belleza, de la ingenuidad. Tao aceleró su paso para poder seguir el ritmo de Kris cada vez más rápido.
—No lo creo Kris, reconocí la belleza que hay en ti, cuando eras un monstruo. Sabía que había algo más que no podía ver. Creo que también podría reconocer el mal.
—Era la llamada de nuestras almas lo que reconociste. Somos almas gemelas, destinadas a estar juntas aunque estemos separadas.
—Llámalo como quieras, pero creo que si Kai fuera la malévola criatura que nos está vigilando lo sabría. Esa criatura odia.
—Sólo Yugyeom y yo te hemos dado nuestra sangre.
—Si yo fuera tú, no volvería al tema de que me obligaste a beber la sangre del sanador capaz de formular sortilegios.
—El se giró, de nuevo enfadado recordando lo sucedido—. ¿Cómo pudiste traicionarme de ese modo? Él lo miró con su aire de superioridad machista.
—Tu salud es más importante que tu orgullo.
—Lo cierto es que se sentía avergonzado de haberlo obligado a hacer aquello, pero estaba contento de que ya hubiera pasado y de que el ya no estuviera tan débil.
—Si tú lo dices. Espero que la herida le sangrara mucho tiempo antes de cerrarse. Y no me hables más, porque estás siendo arrogante y no te soporto cuando lo eres.
—Dio un tropezón porque tenía las piernas cansadas.
—Su hubieras hecho lo que te dije estarías en plena forma, tu cuerpo ya se habría recuperado de todo el mal trago —replicó él, típico comentario masculino hecho deliberadamente para tomarle el pelo. Tao frenó tan en secó que Kris sin querer le dio un tirón.
—¿Tienes la menor idea de adónde vamos? Me siento perdido. Todo empieza a parecerme igual y deja ya esa sonrisita guasona que tienes en la mente. Crees que puedes manejarme, pero no puedes. Él lo estiró del brazo, sus ojos negros inspeccionaban inquietos, buscando en el bosque que les rodeaba. Todavía podía sentir la oscura malevolencia a través de Tao.
—Eres incapaz de guardar rencor. El sentimiento de odio era opresivo. Las bromas de Kris eran relajantes y curiosamente se sentía agradecido por ello. Tao le puso los dedos en la parte interna del codo.
—No te fíes de mi buen carácter, Kris. Recuerda lo que dicen de las personas pelirrojas.
—¿Qué son grandes amantes?
El se rió a pesar de las olas de oscura maldad que lo invadían constantemente.
—¡Eso es lo que tú piensas!
Tao se rió de nuevo y el aire que les envolvía se volvió más denso y prácticamente estaba impregnada de odio. Incapaz de soportarlo otro minuto más, sin
pensar en las consecuencias, se giró para enfrentarse al tenebroso bosque que tenían detrás.
—Si tanto deseas atraparnos cobarde, ¡sal para que te veamos y dinos quién eres! —Tao miró altiva a Kris—. Ahora puede salir o no, pero no me sentiré perseguida como un animal. Kris podía notar que el temblaba detrás de él. Le preocupaba que sin darse cuenta la hubiera forzado a aceptar demasiadas cosas nuevas a la vez. Le puso la mano en la nuca y lo atrajo contra su cuerpo, sus ojos negros lo miraban desde arriba con ardor.
—No dejaré que nadie te haga daño nunca. Jamás. Pueden intentarlo, pero no sobrevivirán.
—Respiró profundamente antes de confesar—. No era consciente de que no eras carpatiano. En aquellos momentos no tenía claro casi nada. Sin pretenderlo te transformé. Me gustaría poder decirte que lo siento, pero a decir verdad, no es así. No sabía lo que hacía y supongo que lo hubiera hecho de otro modo si hubiera estado en mi sano juicio, pero ahora tú eres la razón de mi existencia Tao. Para mí no hay vida sin ti. Sólo viviría para la venganza y me convertiría en un muerto viviente. No quiero ser un vampiro. Persiguiendo a humanos y a carpatianos por igual. Tú eres mi salvación. El le dio un empujón para apartarle. La lluvia recorría su rostro cuando dirigió su mirada burlona a Kris.
—¿Ya está? ¿Esa es tu gran disculpa? Ya veo que no vas a ser el típico hombre que regala bombones y flores.
—Se separó más de él—. No me hables más, maníaco incivilizado. No quiero ni oír el sonido de tu voz. Kris forzó una sonrisa que parecía muy dispuesto a cambiar la curvatura de las duras facciones de su boca. Tao tenía el don de hacer que hasta las situaciones más peligrosas parecieran un juego donde la risa estaba siempre a flor de piel. Siempre hallaba el modo de hacer que su locura, que el modo terrible e imperdonable como lo había tratado al principio, pareciera un juego.
—¿Puedo rodearte con mis brazos? Aunque sus ojos seguían vigilando, en su mirada había un destello de felicidad.
—Estás hablando y te he dicho que no me hablaras.
—Tao intentaba mantener su tono airado, pero se sentía ridículo y terminó soltando carcajadas. Kris le rodeó su delgada cintura y lo estrechó bajo su hombro.
—Lo siento, no pretendía hablar cuando me has pedido que no lo hiciera. Gira aquí, voy a tener que subirte en brazos.
—No hables, siempre la fastidias cuando lo haces. —Anduvo junto a él unos cuantos metros más y se detuvieron delante de una tremenda pared de piedra que parecía llegar hasta el cielo, no había habido ninguna división entre el bosque y la roca que tenían delante para advertirles de su presencia.
—¿Subirme adonde? Hasta allí arriba no.
—La oscura y malévola sensación se había esfumado. Quienquiera que fuera ya no les estaba observando. Estaba seguro.
—Presiento que vamos a tener otra discusión.
—Su tono burlón no llegó a reflejarse en la expresión de su cara, pero el podía sentirlo en su mente. Kris simplemente lo levantó y se lo puso sobre los hombros.
—De ningún modo, salvaje. No eres Tarzán. No me gustan las alturas. Bájame.
—Cierra los ojos. ¿Quién es Tarzán? Espero que no sea otro hombre.
—El viento chocaba contra su cuerpo y podía notar que se movían deprisa, con tanta rapidez que el mundo estaba borroso. Cerró los ojos y se agarró con fuerza a él, incapaz de hacer otra cosa. La risa de Kris era alegre y desinhibida, reconfortó el corazón de Tao, eliminando cualquier residuo de miedo. El consideraba que era un milagro que Kris pudiera reír y ser feliz.
- Tarzán es el prototipo del macho. Salta por los árboles y lleva a su pareja por la jungla.
- Entonces me imita a mí.
El le dio un pellizco en la espalda.
- Lo intenta.
Él sintió el amor y la ternura en su voz y le dio un vuelco el corazón. Todavía les quedaba mucho para conocerse realmente el uno al otro, antes de aceptarse mutuamente por completo, pero el amor entre ellos se afianzaba en cada momento que pasaban juntos.
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~Dark Desire~ [Kristao] #2
FanfictionTao tiene que dejar su trabajo como cirujano en Estados Unidos y huir a través de toda Europa, perseguido por unos fanáticos que asocian los síntomas de su extraña enfermedad con el vampirismo. De alguna manera, se siente atraído hasta los Cárpatos...