XI

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El paso hacia la cueva era estrecho, Tao tuvo que acortar la respiración. Parecía no tener fin, las escarpadas paredes le arañaban la piel, lo invadía una sensación opresiva de tener toneladas de roca sobre la cabeza, rodeándole el cuerpo, esperando a aplastarlo en cualquier momento. No podía mirar a Kris, que de algún modo había adoptado una forma alargada y extraña. Los carpatianos eran capaces de hacer cosas en las que prefería no pensar. ¿Cómo se había metido en ese lío? El sexo. Un hombre apasionado y atractivo de ojos negros y sedientos y el cae en sus redes como una mosca en una tela de araña. El sexo. Eso le había arruinado la vida a muchas otros donceles y mujeres.
- Puedo leer tus pensamientos. Su tono era divertido, suave y muy envolvente.
- Yo estaba totalmente cuerdo y era racional hasta que te conocí. Ahora mírame. Estoy arrastrándome por una cueva .
—Se detuvo de pronto y se quedó totalmente inmóvil—.
Estoy escuchando algo. No me digas que me has traído a una cueva que está llena de murciélagos. Dímelo ahora mismo, Kris o me largo de aquí.
- No te he traído a una cueva llena de murciélagos.
Tao se relajó. No se quejaba de muchas cosas, pero los murciélagos eran las únicas criaturas en la tierra a las que quería tener a una considerable distancia. A kilómetros de distancia a ser posible. Los murciélagos eran una de esas cosas que podía mirar en el cielo nocturno pensando lo interesantes que eran, siempre y cuando se mantuvieran en las alturas y no se atrevieran a acercarse. El arrugó la nariz. Los sonidos que intentaba desoír eran cada vez más fuertes. Su corazón empezó a agitarse. Las paredes del pasadizo eran estrechas, no podía moverse deprisa. De pronto notó que se quedaba atrapado y se empezó a ahogar.
- Me vuelvo atrás Kris. No soy persona para estar en cuevas .
—Hizo todo lo posible para parecer sereno y firme, para que no se notara que estaba a punto de gritar como un loco. Giró la cabeza con cuidado para evitar arañarse la cara con las puntiagudas superficies. Kris lo tomó por la muñeca como si fueran un torno.
- No podemos hacer ruido. Si cualquier criatura sale de la cueva o alerta a las otras de nuestra existencia, podrían encontrarnos.
- Aquí no cabe ni una aguja, mucho menos una persona. Nadie vendrá a buscarnos aquí.
- Un vampiro lo sabría en el momento en que los murciélagos salieran de la cueva.
- Los murciélagos no pueden salir de la cueva, porque no hay, ¿no habíamos quedado en eso? —Respondió el dulce y razonable.
- Confía en mí, mi pequeño pelirrojo sólo queda un tramo muy corto.
- ¿No pensarás en hacerme dormir en el suelo verdad? Porque no voy a hacerlo, ni aunque haya diez vampiros acechándonos. - Los vampiros ni siquiera soportan el amanecer, Tao. Matar a su presa tiene un efecto en su sangre. El sol los fulminaría inmediatamente. El vampiro podría traicionarnos a sus esclavos humanos con los que está aliado si encontrara la entrada a esta cueva. O éstos podrían estar vigilando para ver una señal como la salida de murciélagos volando inesperadamente a la salida del sol.
- Resumiendo, me estás confirmando que aquí hay murciélagos. La estiró de la muñeca.
- Deja de actuar como un chiquillo. Puedo controlar a los murciélagos y además nos ayudarán para alertarnos de cualquier peligro.
Tao hizo una mueca, pero le siguió. Parecía que las facultades, el conocimiento y el poder de Kris crecían a cada instante. Estaba tan seguro de sí mismo que casi resultaba arrogante. A veces era crispante y le entraban ganas de tirarle algo por la cabeza, pero estaba orgulloso de su creciente fuerza. El pasadizo empezó a ampliarse y a descender paulatinamente, como si se dirigieran a las entrañas de la tierra. Tao notaba cómo le corría el sudor por el cuerpo y el esfuerzo de sus pulmones. Se concentraba en la respiración, lo único que podía ayudarlo a mantener el control. Kris se dio cuenta de que estaba temblando, de que sus dedos se retorcían nerviosamente entre los suyos. Su mente apartó la barrera natural que había en el y descubrió su malestar, su miedo ridículo a los murciélagos y a los espacios cerrados. No le gustaba el poder que tenían los carpatianos para cambiar de forma. Incluso la extrema delgadez que adoptó Kris para moverse por la cueva, le desagradaba. Acostumbrado a controlarse en todas las situaciones, pero le estaba costando seguirle tan a ciegas.
- Lo siento, pequeño. Te estoy introduciendo en cosas que a mí me parecen perfectamente naturales, pero que para ti son confusas y te asustan .
—Su voz era una suave caricia que tranquilizaba a su agitado cuerpo. Sólo su voz podía darle fuerzas. Tao enderezó los hombros y le siguió.
- ¿Supongo que habrá alguna cama por aquí verdad? —Intentó introducir un poco de humor en la situación. El pasadizo se ensanchó lo suficiente para permitir que Kris asumiera de nuevo su forma. Lo hizo inmediatamente esperando que así Tao se encontraría mejor. También buscó un tema de conversación distendido.
—¿Qué piensas de Baeckhyun?
—Pensaba que teníamos que guardar silencio. —Tao miraba en todas direcciones buscando murciélagos.
—Los murciélagos saben que estamos aquí, Tao, pero no es necesario asustarlos.
—Él hablaba con calma como si controlar el
movimiento de los murciélagos fuera lo más normal del mundo le puso la mano en la nuca tanto para tranquilizarlo como si quisiera evitar que saliera corriendo. Empezó a acariciarle su satinada piel con el pulgar que fue a buscarle el pulso del cuello y lo masajeó suavemente.
—Baeckhyun parece muy agradable, aunque esté casado con otro salvaje como tú.
Probablemente tenga un gusto pésimo, igual que yo .
—Tao añadió deliberadamente ese pensamiento.
—¿Qué significa eso? —preguntó Kris intentando parecer indignado, para hacer que siguiera hablando, para ayudarlo a conservar su sentido del humor. Él apreciaba su valor y su férrea determinación para cumplir sus metas, por difícil que le resultara.
—Eso significa que no debe tener mucho sentido común. Ese hombre es peligroso Kris, aunque sea tu hermano y el sanador es sin duda alguna, aterrador.
—¿Eso es lo que crees?
—¿Tú no? Sonreía y hablaba con amabilidad y calma, pero ¿le miraste alguna vez a los ojos? Es evidente que no siente emociones. —Es uno de los ancianos. Yugyeom es el más temido de todos los carpatianos.
—¿Por qué? ¿Porque Yugyeom es demasiado poderoso y con sólo su voz puede hacer que hombres fuertes, carpatianos, hagan su voluntad?
—Es el que más conocimiento posee en todas las artes antiguas y modernas. Es el más letal e implacable. Es el gran cazador de vampiros.
—¿Y es lo bastante anciano y solitario como para transformarse en cualquier momento, no es cierto? Eso es muy tranquilizador. Y me obligaste a beber su sangre. Me costará mucho perdonártelo.
—Dio un tropezón sin darse cuenta de lo cansado que estaba. Se oyó un grito a través del suelo, de la propia corteza terrestre. De hecho, lo sintieron más que oyeron, era un grito de terror, fue más bien una gélida sensación de indefensión que
notaron en sus terminaciones nerviosas. El sonido vibró por sus cuerpos y mentes y se transmitió a la tierra. Las rocas también captaron el grito e hicieron eco del mismo. Kris se quedó inmóvil, sólo sus oscuros y fríos ojos se movían rápidamente. Tao se agarró a él horrorizado. Ese sonido era el de una criatura tremendamente necesitada, con un terrible sufrimiento. Inconscientemente el buscó fuera de sí mismo, tratando de rastrear el origen, el lugar de donde procedía.
—El traidor —dijo Kris con una voz letal, con un tono grave de odio y de promesa de venganza—. Tiene a otra víctima en sus manos.
—¿Cómo? Todos sois muy poderosos, ¿cómo puede atrapar a uno de su raza?
—Tao le tiró del brazo para que le prestara atención. En ese momento él parecía un extraño, un depredador tan letal como el lobo o como el vampiro. Kris parpadeó rápidamente y buscó la respuesta en su mente. Él había sido atrapado por un traidor ¿no era cierto? Cómo había podido suceder era algo que su maltrecha mente todavía no podía recordar. Hasta que no pudiera hallar y encajar todas las piezas todos los de su especie estarían en peligro. Tao le pasó la mano por todo su brazo.
—No es culpa tuya. Tú no eres el culpable de que esté sucediendo todo esto.
—¿Reconociste su voz? —La voz de Kris carecía por completo de expresión.
—Me ha parecido la de un animal.
—Era Kai.
Tao sintió que se le paralizaba la respiración.
—No puedes estar seguro.
—Era Kai —dijo él con convicción absoluta—. Vino a pedirme mi amistad y le rechacé. Ahora el traidor le entregará a los asesinos humanos.
—¿Por qué no se lo queda el vampiro para él? —Tao intentaba comprender, su mente ya estaba planificando. El no podía dejar a
Kai, ni a nadie en manos de esos carniceros, de esos asesinos. Había perdido un hermano al que nunca conoció en manos de esos hombres. Casi había perdido a Kris—. Si os odia tanto a todos, ¿por qué no lo hace él mismo?
—El vampiro ha de regresar a la tierra antes de que salga el sol. A diferencia de nosotros, ni siquiera puede soportar la tenue luz del amanecer. El alba supondría su destrucción. Eso limita su campo de acción.
—Entonces, debía estar en el bosque observándonos, tal como me temía, ha debido seguir a Kai, de algún modo se las ha arreglado para atraparle y le ha entregado a los humanos antes del amanecer. Los humanos deben estar cerca. —Yugyeom dijo que la propia tierra gemía bajo sus botas.
—Entonces, este traidor no puede ayudar a los humanos mientras haya luz.
—Por supuesto que no —respondió el con absoluta convicción.
—Pero el alba no tiene tanto efecto sobre nosotros. Podemos soportarla, Kris. Si nos movemos ahora, podremos encontrarles. Todo lo que hemos de hacer es encontrar a Kai y ocultarle hasta las cinco o las seis de la tarde cuando nosotros volvemos a recobrar nuestra fuerza. Podemos hacerlo, sé que podemos. Hay muchos sitios donde puede estar. Nosotros podemos soportar el sol del amanecer y nadie nos esperará. Los humanos no pueden entrar en esta cueva, no pueden entrar en la tierra. Tienen que refugiarse en algún lugar. Tú conoces esta zona y si no te acuerdas, los otros sí. Vamos a buscar a Kai. Puede que el vampiro se enfade tanto que salga de su escondrijo, cometa un error y los otros puedan atraparle.
—El le tiraba del brazo conduciéndole hacia la entrada de la cueva.
—No te expondré a esos hombres.
—¡Por favor, Kris, vale ya! Lo digo en serio. Estamos juntos en esto. Siento tener que decírtelo y poner al descubierto tu evidente desventaja, pero yo puedo resistir más horas de sol que tú. Él le acarició la nuca.
—Eso no significa que me arriesgue a que corras ese peligro. Tao soltó una carcajada. —Estar contigo ya es peligroso, idiota. Tú eres peligroso.
—Tao se echó el pelo hacia atrás y levantó la barbilla desafiándole—. De cualquier modo, yo puedo sentir al vampiro y tú no. Y según parece, Kai tampoco pudo. Quizás los otros tampoco puedan. Me necesitas. Kris se iba dejando arrastrar a regañadientes hacia la entrada de la cueva. —¿Por qué nunca gano cuando discuto contigo? No puedo permitir que corras ningún peligro, sin embargo, me estás conduciendo hacia el amanecer para enfrentarme a unos brutales asesinos en nuestra hora de energía más baja. Por la tarde, Tao, los dos seremos totalmente vulnerables y estaremos a su merced y a merced del sol.
—En ese caso, se trata de que encontremos un lugar seguro para entonces. Prefieres enfrentarte a un vampiro y a los asesinos humanos que a unos cuantos murciélagos. —Kris le dio un tirón de pelo. El le respondió con una sonrisa por detrás de su hombro.
—Tienes razón y no se te ocurra jamás transformarte en un murciélago. —Tao se encogió de hombros—. O en una rata.
—Podríamos ser un poco viciosos y dedicarnos a observar cómo hacen el amor los murciélagos y las ratas —le sugirió él con un cálido susurro cerca de su oreja.
—Estás enfermo, Kris. Pero que muy enfermo. —El pasadizo volvía a estrecharse y tuvo que contener de nuevo la respiración. Al menos Kris estaba accediendo, aunque refunfuñando un poco. Kris separó su cuerpo de su mente y pensó en Yugyeom, en cómo se movió, cómo se sintió cuando su esencia entró en su cuerpo, sanando sus heridas mortales de dentro afuera. Reconstruyó ese sentimiento y mandó un mensaje.
- Escúchame sanador. Necesito que me oigas.
- Debes estar en un gran apuro para pedir ayuda a alguien en quien no confías.
La voz sonó diáfana en su cabeza, la respuesta llegó tan rápida que Kris sintió un pequeño triunfo. Estaba mucho más fuerte, era mucho más capaz que el día anterior. Yugyeom le había dado su sangre, ésta fluía por sus venas, bombeaba su corazón, había restaurado sus músculos y tejidos. Había olvidado lo fácil que era comunicarse.
- He oído el grito de Kai. El traidor debe haberle apresado. Seguro que se lo entregará a los humanos antes del amanecer.
- Se acerca el alba, Kris . Yugyeom parecía tranquilo, impertérrito a pesar de las noticias.
- Entonces, debemos encontrarle. ¿Alguno de vosotros puede seguirle el rastro a Kai? ¿Ha intercambiado sangre con alguno de los dos?
- Sólo tú hiciste un pacto con él. Si se transformaba y no podía ir en busca del alba él mismo, quería que tú lo cazaras y viceversa. No querías que ni tu hermano ni yo tuviéramos la responsabilidad de destruirte.
- No puedo seguir su rastro .
—Kris no podía contener su frustración y desprecio por sí mismo en su voz.
- ¿Estás seguro que el grito era de Kai?
- Totalmente. Hacía unos minutos que habíamos estado juntos. Tao notó una presencia, dijo que alguien nos estaba observando. Yo no pude detectar a nadie y Kai tampoco dio muestras de sentirse incómodo.
Kris y Tao se iban desplazando a través del estrecho pasaje entre la roca en dirección a la entrada. Kris notó la habitual inquietud de los de su raza al acercarse hacia la luz.
- Haremos todo lo posible para encontrarle mientras podamos.
- A veces el doncel de Chanyeol puede seguirle el rastro a algunos que nosotros no detectamos. El tiene un gran don. Nos reuniremos en la cabaña. ¿Tenéis gafas de sol y ropa de protección?
- Tao sí tiene y yo puedo confeccionar la mía con facilidad. El todavía está demasiado débil para intentar cambiar de forma y no quiere ir bajo tierra. Yo tampoco .
—Kris oyó el eco de la sorna de Yugyeom. Había que proteger a los donceles de su absurdo deseo de estar en medio del conflicto—. Cuando encuentres a tu compañero o compañera sanador, quizás también se enturbie tu pensamiento —respondió Kris a la burla defendiéndose. El amanecer empezaba a despuntar en el cielo, abriéndose paso entre las nubes. Seguía lloviendo a mares y el viento soplaba con fuerza a través de los árboles que tenían debajo. En la entrada de la cueva estaba a salvo, pero una vez salieran a la intemperie estarían expuestos a toda la violencia de los elementos. Kris se inclinó para susurrarle algo a Tao en el oído.
—La tormenta disminuirá el efecto del sol sobre nosotros. Puedo sentir el apoyo del sanador en esta tormenta.
—No hay sol. ¿Podrá también el vampiro salir con este tiempo? Kris movió la cabeza. —Él no puede ver el amanecer, ni aunque el cielo esté cubierto de nubes. Nosotros muchas veces aprovechamos este tiempo para hacer desplazamientos a primera o a última hora del día. Nos facilita poder mezclarnos con los humanos y nuestros ojos y piel no se lastiman tanto. Notó que Tao tembló e inmediatamente la abrazó cobijándolo bajo su hombro. El tiempo no le afectaba, todos los carpatianos podían regular su temperatura corporal fácilmente. Tao tenía que aprender muchas cosas y ante todo tenía que vencer su aversión a alimentarse para conseguir reunir todas sus fuerzas.
—El sanador tiene razón, ¿sabes? Esto es demasiado peligroso para dejar que vayas. No sé en qué estaría yo pensando.
—El sanador puede meterse en sus propios asuntos. —Tao le propinó a Kris una altiva
mirada por encima del hombro—. El sanador puede ser muy inteligente y obrar milagros, pero no tiene ni la menor idea de cómo somos los donceles. No cometas el error de escucharle a él en este asunto en concreto. Incluso con tu falta de memoria sabes mucho más que ese idiota. Kris se puso a reír de nuevo. Le acarició la nuca con su boca, lo cual provocó en Tao un estremecimiento de placer.
—Con qué facilidad me manejas.
—Él no podía evitar la emoción de triunfo posesivo que recorría su cuerpo. Tao podía admirar al sanador por sus habilidades, incluso querer aprender de él, pero su actitud sin  duda chocaba con el carácter independiente de Tao. Se dio cuenta de que a él ese era un aspecto que le gustaba especialmente.
—Tú no eres más que un hombre, ¿qué esperabas? —le preguntó el mirándole directamente a la cara—. Yo, sin embargo, soy un brillante cirujano y un doncel con muchos talentos.
—Los murciélagos están empezando a impacientarse. No estoy seguro de poder retenerlos para que no se abalancen sobre nosotros —dijo él maliciosamente para tomarle el pelo. Un temblor involuntario recorrió el cuerpo de Tao, pero simplemente estiró el brazo para asegurarse de que Kris estaba cerca y regresó al asunto que les ocupaba.
—Pensemos dónde podemos llevar a Kai cuando le encontremos.
—La cabaña es demasiado peligrosa. Tendrá que ser una cueva o la propia tierra. Podemos dejarlo con el sanador y encontrar un lugar seguro para descansar, quizás regresar aquí.
—¡Eso me entusiasma, de verdad me entusiasma!
—¿Dónde aprendiste a ser tan sarcástico? Kris hizo la pregunta para bromear, pero una sonrisa amarga curvó la suave boca de Tao y sus ojos reflejaron sufrimiento.
—Cuando eres diferente aprendes rápido a protegerte, cuando no te atreves a llevar a casa a una compañera de clase porque tu madre se ha olvidado de que existes, de que existe el mundo. A veces se quedaba mirando por la ventana durante días enteros. Ni siquiera se daba cuenta de mi presencia. —De pronto se calló—. ¿Puedo llegar a ser como ella Kris? Por estar contigo, ¿puedo llegar a ser así?
—No de la misma manera —respondió él con toda la sinceridad que pudo—. Algunas cosas están tan fragmentadas en mi mente que he de encajar toda la información. Sé que muchas parejas eligen vivir o morir juntas. Pero si hay un hijo que les necesita, el que quede de los dos debería ocuparse de su bienestar, emocional y físico.
—No le habló de esos niños entregados a otras parejas porque el que quedaba solo no se veía capaz de sobrevivir sin su pareja. Sabían que su hijo o hija estaría bien atendido y querido, porque la mayor parte de los donceles y las mujeres carpatianas abortaban o perdían a su bebé durante su primer año de vida—. Pero, yo sé que tú, Tao, por difícil que fuera para ti, siempre le cuidarías. Nunca abandonarías a nuestro hijo o hija como hizo tu madre contigo. Nuestro hijo será querido y guiado en todo momento de su vida. Estoy totalmente seguro de ello. El le cogió del brazo para evitar que saliera a la intemperie.
—Prométeme que si tenemos un hijo y algo me sucede a mí, tú te quedarás con él y le educarás tú mismo. Le amarás y guiarás como alguien debía haber hecho conmigo. Prométemelo, Kris.
—El hijo de un carpatiano es protegido y amado por encima de cualquier cosa. Nosotros no maltratamos a los niños.
—Eso no es lo que te he pedido. Él cerró los ojos por un momento, incapaz de mentirle. Había estado solo demasiado tiempo y sabía que no querría seguir viviendo sin el. —Sólo tenemos una pareja en toda nuestra vida, mi pequeño pelirrojo.
—Nuestro hijo, Kris. Si algo sucediera no quisiera que le educara un extraño.
—A veces otra pareja que busca desesperadamente un hijo es mejor que un padre o una madre que se han quedado solos y que están desolados. La rapidez de su inhalación y el portazo de su mente fue tan fuerte que le asustó, lo cual le hizo darse cuenta de que ese era un tema de vital importancia para el.
—¿Nunca se os ha ocurrido pensar que el niño o la niña también pueda estar sufriendo? Que un padre o una madre que le consuele y vele por él o ella en un momento así sería mucho más valioso. Esta necesidad de elegir la muerte cuando hay un hijo o algún otro familiar que se queda atrás es egoísta y mórbida.
—Insistes en juzgarnos según las reglas humanas —dijo él con dulzura—. Todavía no tienes idea del alcance de nuestro vínculo. —Sus fuertes dedos se entrelazaron con los de el y le giró la mano con los nudillos hacia arriba para besarlos con su cálida boca—. Quizás podríamos dejar esta conversación para un momento más apropiado, para cuando estemos a salvo y sepamos que Kai también lo está. El se negó a mirarle.
—Estoy seguro de que tienes razón, Kris.
—Las lágrimas lo quemaban, pero el prefirió atribuirlas a la sensibilidad a la luz, no a su conversación. Siguió a Kris hasta el comienzo del bosque sin rechistar, procurando mantener bloqueada su mente para que él no pudiera leerla. Podía entender por qué él sentía que si a el le pasara algo tendría que elegir la muerte. Había estado demasiado tiempo solo y no podía enfrentarse a la vida sin su ancla. Quizás tenía razón, quizás sería demasiado peligroso para el mundo. Pero si el tenía que aceptar eso, también sabía que no tendrían hijos en su vida juntos. La eternidad era mucho tiempo sabiendo eso. Pero no podía traer a un hijo al mundo, sabiendo cómo pensaba él. Nunca correría ese riesgo. Se mordió el labio inferior y dio un pequeño tropezón debido al cansancio. Automáticamente se agarró a la cinturilla de Kria para no caerse. Por un momento había pensado que tenía la oportunidad de vivir una vida normal, quizás no tan normal como otros lo entendían, pero con una estructura familiar, un hijo y un marido.
- No, Tao. Ahora no tengo tiempo para consolarte, ni alejar tus temores. Deja este tema.
Atónito de que él hubiera podido atravesar su bloqueo, le miró a la cara, persuasiva, atractiva y seductora, sin embargo asolada por un sufrimiento que ningún humano podría llegar ni a imaginar. Sus ojos desprotegidos del sol por llevar las gafas en la mano, se posaron sobre el rostro de Tao. El podía ver el amor, la posesión y una oscura promesa para toda la eternidad. Le acarició la barbilla con los dedos provocando en el una llamarada que le recorrió toda la columna. Le rozó el labio inferior con el pulgar y notó un estremecimiento de placer en la boca del estómago.
- Tú me perteneces, Tao, somos dos mitades de una misma unidad. Eres la luz que ilumina mis tinieblas. Puedo torcerme, incluso enloquecer, pero mi corazón sabe, mi alma sabe que no puedo vivir sin ti.
Su boca rozó suavemente sus pestañas.
—No es fácil matarme, mi pequeño pelirrojo, ni tampoco entrego lo que es mío. El tormento de estos años me ha dado una fuerza que es difícil igualar. El se frotó el rostro en su costado, en un gesto de acercamiento para hallar alivio.
—Somos muy diferentes en nuestra forma de pensar, Kris. En el furor de la pasión es fácil decir que todo irá bien, pero vivir juntos puede resultar extraordinariamente complicado. Somos demasiado distintos. Le rodeó la cintura con el brazo conduciéndolo hacia el refugio que les proporcionaban los árboles. La lluvia era torrencial y les estaba empapando. Tremendos nubarrones grandes y oscuros se arremolinaban sobre sus cabezas. Pero, a pesar de todo él podía sentir los primeros pinchazos a medida que el sol iba subiendo por encima de las nubes. La luz del amanecer siempre le había puesto nervioso porque le hacía consciente de su vulnerabilidad. Volvió a colocarse las gafas de sol y siguió avanzando con un paso firme y rápido. Si el se hubiera alimentado más de la sangre del sanador, podrían cambiar de forma y llegar a la cabaña en un instante. Kria sabía que el había bloqueado su mente creyendo que él no sería capaz de romper el bloqueo, pero él jamás salía del todo de el. Una parte de él siempre moraba en su interior, en silencio, como una sombra. Tao siempre había deseado tener un hijo y darle el amor que el no tuvo. Ahora sentía que no tenía esperanza. La pregunta sobre el hijo había sido muy importante para el, pero las almas gemelas no pueden engañarse. Él sólo pedía elegir la muerte al instante, sin demora, sin duda, en caso de que algo le sucediera a el. De lo contrario temía convertirse en el monstruo que le acechaba desde su interior, que estaba tan próximo a la superficie, un monstruo como jamás habrían conocido ni humanos ni carpatianos. En él había algo muy negativo y sólo Tao se encontraba en medio de ese algo y del resto del mundo. No había modo en que el pudiera romper su vínculo. Todos sus sentidos lo sabían y eso le daba cierto sosiego. La rabia, siempre tan a flor de piel, tan letal, lo tenía bien amarrado y de momento bajo control. Siempre y cuando Tao estuviera con él. Pero ahora había que encontrar a Kai, se lo debía. El impulso que había en él era tan fuerte, que casi le desbordaba, como si una parte de él, no su mente sino algo más profundo, recordara su antigua amistad. Debía haber puesto a Tao en trance y mandarlo a dormir mientras él se encargaba de este asunto, pero lo cierto era que simplemente no podía soportar la separación y quería tenerlo cerca, donde pudiera protegerlo. Y también quería que el estuviera contento.
- ¡Donceles!
Tao oyó con claridad su queja de descontento en su mente y una leve sonrisa se esbozó en las comisuras de sus labios.
—¿Te estoy complicando la vida, Kris? —preguntó el con dulzura y esperanzador. Él se detuvo tan abruptamente que Tao se paró con una sacudida. Kris tomó su pelo mojado entre sus manos llevándole la cabeza hacia atrás de modo que la lluvia cayera por la suave piel de su rostro.
Lo cierto es, Tao, que me haces sentir tanto, que a veces no sé si seré capaz de resistirlo. Su boca encontró la de Tao casi a ciegas, apoderándose de el con desesperación, alimentándose con tal voracidad que parecía que iba a devorarlo, a tragárselo para siempre.
- ¡Jamás te podrá pasar nada! —Sus dedos lo pellizcaban, su cuerpo ya se había endurecido por la pasión, su mente un torbellino de confusión entre el miedo, la determinación y el deseo. Casi sin pensarlo, Tao reaccionó instintivamente, rodeándole el cuello con sus delgados brazos, su cuerpo suave y flexible se adaptó a la agresión del de Kris, su mente calmada y amorosa, era un cálido y seguro cielo para la fragmentada y torturada mente de Kris. El le besó sin reservas, volcando todo su amor y su apoyo en su respuesta. Él levantó la cabeza sin ganas y descansó su frente en la de el.
—No me va a pasar nada, Kris. Creo que tienes crisis de ansiedad. —Le frotó el cabello como si fuera un niño y le sonrió burlonamente.
—¿También tenéis psiquiatras los carpatianos? Él se rió dulcemente, sorprendido de que pudiera hacerlo cuando sólo momentos antes había estado tan aterrorizado.
—Eres todo lo irrespetuoso que puede ser un doncel.
—No soy un doncel cualquiera, tonto. Soy médico y muy bueno. Todo el mundo lo dice.
—¿Lo saben?
—Él lo tenía fuertemente asido por la cintura, como si quisiera absorberlo en su propio cuerpo, cobijándolo en sus brazos. —¿Va a ser demasiado para ti, Kris? ¿Enfrentarte a esos horribles carniceros de nuevo? ¿Estás seguro de que podrás hacerlo? Levantó la cara para que el no pudiera ver su sonrisa de lobo que no se manifestó en sus gélidos ojos negros.
—Estoy esperando renovar nuestra amistad. Tao conectó con su mente y descubrió una macabra satisfacción ante la idea de la confrontación, pero Kris era demasiado fuerte para permitir que el pudiera ver cómo brotaba su rabia y su odio, amenazando vomitar violencia y venganza. Tao era un sanador, un doncel amable que no podía concebir una maldad como la que él había visto, como la que él mismo poseía. El le tomó la mano y sus dedos se entrelazaron con fuerza. Puede que nunca tuviera un hijo, pero tenía a Kris. Quería mantenerlo alejado de todo sufrimiento y tormento, lejos de los hombres o de criaturas que pudieran volver a destruirle.
Estaba decidido a velar por su seguridad.

~Dark Desire~ [Kristao] #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora