ᴇɴᴛʀᴇ ʟɪʙʀᴏs ʏ ᴄᴀғᴇ

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Maratón 2/3

-Llevaban siete años de matrimonio y casi nunca hablaban-
...

Emilio Osorio entró a su casa, siendo golpeado por el fuerte olor a libro. Su casa rebosaba de libros, en varios países estaba convencido de que podría ser considerado librería de calidad. Cada pared era cubierta por estantes de libros, tenían libros en el suelo y en los muebles, su esposo consiguió una pequeña escalera porque los libreros llegaban hasta el techo.

Caminó hasta la sala encontrando a su esposo, el causante de que su departamento sea más libros que paredes, y lo miró desde arriba. Joaquín Bondoni estaba sentado en piso leyendo un libro, Emilio acarició su azabache cabello y dejó un beso en su coronilla para después ver como éste alzaba la mirada y lo veía con amor.

Emilio fue hasta la cocina con tranquilidad y lentamente y puso a hacer café, mientras aprovechaba para lavar los trastes que le habían quedado a la mañana, antes de irse a trabajar.

Joaquín era desempleado, su familia era gente de dinero y poder, pero hasta hace dos años, El castaño trabajaba de bibliotecario en una escuela de la zona. Pero por esas fechas, Neythan, el hermano de Joaquín, se quitó la vida, entonces, sus padres comenzaron a pasarle dinero durante el luto y poco después obligaron a Joaquín a abandonar su trabajo y a contar con su dinero siempre. Los padres del castaño tenían miedo de perder a su hijo, por lo que lo ayudaron a vivir como él quería, leyendo a cada hora del día.

La cafeteria hizo un pequeño y suave pitido,
y el olor quedó en los libros de turno.

El silencio solo se vió interrumpido cuando Joaquin cerró el libro y lo dejó sobre la mesita junto a otros. Emilio lo miró ponerse de pie y tomar la manta gris del sofa, mientras ponía el señalador y dejaba el libro junto a la taza de café vacía. El menor se sentó junto a él, apoyando su cabeza en el hombro ajeno, sintiendo la mano de su esposo acariciar su pierna. Subió la mirada, encontrándose con la sonrisa de Emilio, la cual correspondió con cansancio.

Las ojeras de Joaquín eran grandes, pesadas y grisáceas resaltando en su blanca piel. Emilio hizo un movimiento de cabeza y Joaquin asintió, poco después, el mayor lo tomó en brazos y comenzó a llevarlo a la habitación. Subió la escalera caracol sintiendo la respiración de su esposo contra su cuello y, a su vez, intentando no tirar ningún libro de allí. Abrió la puerta lentamente, sintiendo el olor al café. Su cuarto era el único lugar de la casa sin olor a libros. Poco después de mudarse allí, Joaquin propuso no llevarlos allí y dejar la habitación como un lugar para ellos, y Emilio estuvo de acuerdo.

Dejó a Joaquín en la cama que rápidamente se metió bajo el edredón y se arrastró hasta la almohada, acomodándose bajo este y viendo como Emilio se cambiaba. El rizado colocó su blanca camisa en una percha, y se puso una remera negra algo rota por los años, y puso su pantalón de vestir acomodado en la misma percha para luego ponerse un pantalón de pijama a cuadros negro y rojo. Joaquín tenía puesto un conjunto de pantalon y camisa a cuadros negro y blanco, y al no haber salido de casa, no tenía necesidad de cambiarse.

Emilio se acostó a su lado y sintió a su esposo acomodarse en su pecho. Lo miró atento hasta que sintió sus labios en los suyos, dándole un suave y profundo beso. Al separarse, vió la mirada de cariño que tenía, estaba tan jodidamente enamorado de ese hombre. Joaquín se volvió a acurrucar en su pecho, sintiendo las caricias en su espalda y brazo. No tardó mucho en volver a alzar la vista para verlo y luego volverlo a besar, El castaño sentía que era el hombre más afortunado del mundo al tener a Emilio como esposo. Definitivamente eran el uno para el otro, a Joaquín le gustaba el silencio, y a Emilio no le gustaba hablar.

Utopia ||•Emiliaco/ Libro I [Terminada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora