Compras y persecuciones

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Me desperté temprano y vi que las chicas seguían dormidas, así que decidí darme una ducha rápida y bajar a desayunar. Desenredé mi pelo mojado con las manos mientras bajaba las escaleras dando saltitos y entré a la cocina.

- Buenos días, Bella.

- Buenos días, Hermione. ¿Mucho trabajo? -pregunté mientras me servía una taza de
café.

Ella suspiró y se pasó las manos por la cara y el pelo, cansada. Los círculos oscuros bajo sus ojos indicaban que apenas había dormido esa noche.

- Si, bastante. Un asunto de seguridad mágica. Pero no te preocupes -añadió rápidamente tras verme hacer una mueca-, está todo controlado.

Asentí no muy convencida y agarré un puñado de frutos rojos que había en una cesta.

- Mione, creo que los hemos encontrado. Estoy seguro que los B... -el señor Potter cerró la boca en el instante en que me vió- Oh, buenos días, Bella. ¿Qué haces despierta tan temprano?

- Tenía hambre -dije encogiendome de hombros mientra llevaba un arándano a mi boca.

- Claro... ¿Estás lista para lo de hoy?

- Lo estaría si supiese qué es -reí.

- Buen punto.

Decidí dejar a los dos adultos solos, claramente tenían cosas de qué hablar. Me calcé mis botas y cogí mi abrigo, decidida a dar un pequeño paseo matutino alrededor de la finca.
El viento helado golpeó mi rostro nada más abrir la puerta y respiré hondo, inhalando todo el aire puro que pudiese, y eché a andar. Cuando pasé por delante de un pequeño cobertizo ubicado a unos veinte metros de la casa, unos ruidos me hicieron detenerme. Me quedé estática, alerta, hasta que vi al señor Weasley saliendo de allí con las manos llenas de cachivaches.

- Oh, ¡buenos días, Bella! ¿Has dormido bien?

- Estupéndamente, señor Weasley. Gracias por preguntar.

Inspeccioné las cosas que traía en sus manos y algo me llamó la atención: eran artefactos muggle. Recuerdo que Rose me había hablado de la obsesión de su abuelo por la gente no mágica.

- ¿Necesita que le eche una mano?

Los ojos del anciano se iluminaron y me hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiese. Caminamos hasta una mesa que había al lado del cobertizo y depositó allí los objetos con mucho cuidado. Los reconocí todos al instante.

- ¿Podrías decirme qué son y para qué sirven? -preguntó el hombre, curioso.

- ¡Pues claro! Esto es una grapadora, sirve para juntar muchos papeles de manera que puedas tenerlos ordenados.

- Interesante... continúa.

- Esto -dije cogiendo el pequeño objeto entre mis manos-, es un silbato. Este en concreto imita sonidos de aves, por eso está tallado de esta manera -dije señalando el pequeño pájaro de madera de la parte superior-. Pruébelo.

El señor Weasley agarró el silbato y se lo llevó a la boca. Cuando sopló se escuchó el sonido del canto de un pájaro. Él abrió los ojos maravillado.

- Y por último esto es una cámara desechable. Yo solía tener una de estas, pero la gasté. Es como una cámara normal, pero mucho más barata.

- Vaya, sabes mucho acerca de los muggles.

- ¿Qué puedo decirle? Siempre me han parecido muy interesantes.

El señor Weasley me agradeció por haberlo ayudado e insistió en regalarme la cámara, la cual acepté gustosa. Cuando volví adentro me encontré con que ya todos estaban vestidos y desayunando.

•Riptide• j.s.pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora