Capitulo 7

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El reloj apenas si daba por marcado el medio día, las palomas marrones, blancas y grises cubrían el cielo con sus enormes parvadas. Los humanos paseaban y el mundo seguía como siempre, las nubes eran blancas pero tampoco había que confiarse ya que podría aproximarse una tormenta en poco tiempo. El desastre no queda exento de aparecer y más con la presencia del ciervo y mía, los demonios solemos llevar mucha desgracia a donde quiera que vayamos.

El pastel no había sido suficiente para satisfacerme, me llegó el antojo de algo más por lo cual el ciervo me llevó a comer un postre llamado crepas, era de presentación que lo hacía verse apetecible, sobre todo tenía chocolate, eso es muy importante.

- ¿Debería comerlo con una cuchara? - El postre era de recubrimiento delgado, lo que lo envolvía no era tanto el problema si no que dentro contenía crema pastelera y muchas frutas y dulces viscosos y que probablemente se derramarían. - ¿Cómo se come esto?

- Muérdelo. - Le eché un vistazo, por todos lados tenía crema untada así que necesariamente yo me mancharía las mejillas si lo mordía. - ¿O es que no te gusta?

- Si, me gusta. - Tenía buena pinta - ¿Has comido de estas cosas antes?

- Varias veces. - Le dio una mordida a su crepa y lo hizo de nuevo parecer algo fácil, se ensució un poco pero luego se limpió. Supongo que aquí el único que se complica la vida pensando demasiado soy yo.

- Eso quiere decir que has venido varias veces a parís. - Él era todo un hombre de mundo. - Eso quiere decir que tienes mucho trabajo. - Después de todo la gente lo mandaba a la tierra a hacer trabajos especiales.

- No mucho. A veces tengo que ir hasta Italia, México o incluso Perú. Es un trabajo por todo el mundo. - Sonaba realmente genial que pagaran por eso.

- ¿Te gusta este trabajo?

- No tengo que esforzarme mucho, es al menos algo que me reconforta. Después de esforzarme tanto en aprender vudú, me siento por así decirlo..."Tan realizado".

- ¿Solo por eso?

- Al menos hasta que llegaste tú. Ahora soy un hombre casado, - Se acercó para besarme la mejilla. - Todo lo que he formado ahora puedo compartirlo con mi persona especial, mi esposo. - Le dio una mordida a mi crepa, yo en respuesta hice lo mismo, ahí se formó el jugueteo. En ese momento teníamos uno de nuestros momentos de matrimonio amoroso, peleando suavemente como dos cachorros. Y, después de esa parada a comer crepas él me llevó a la hermosa edificación de la torre Eiffel, fuimos hasta la parte más alta, la vista era impresionante.

- ¿Qué te parece? - Sonrió, ahí todo era sumamente hermoso. - ¿Te gusta la vista? - La respuesta era obvia.

- Me encanta la vista. - Pero también era un lugar muy alto, si no estuviera muerto estoy seguro que habría tenido bastante temor de venir. - Es un lugar hermoso...- Lo tomé de la mano. - Venir aquí fue lo mejor.

- Y espera a que llegue otro trabajo. Iremos a tantos lados que a juzgar por la eternidad que podemos vivir visitaremos el mundo entero. - Un lujo que obviamente siendo humano no podría tener.

- ¿Podemos tomarnos una fotografía? - Propuse, así podríamos comenzar a colocar por la casa los recuerdos de nuestros viajes. - Para la posteridad.

- Claro que si. - Le pidió a una amable persona cercana que nos ayudara con eso. Nos tomó varias fotografías donde aparecíamos los dos, tan lindos, hasta parece un viaje de luna de miel.

El ciervo rojo, el ciervo azul...y yo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora