Capítulo 2

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Baja la cabeza, si. No, oye, un poco más, un poco más...— Indicaba el ciervo.

No alcanzo a respirar, — Me quejé.

Quédate quieto. Si no lo haces bien te arreglaré yo mismo. — Amenazó.

- No me amenaces. ¿Debería recordarte el por qué no puedo sostenerte los libros o tú puedes recordarlo por ti mismo?.- Yo no tenía la culpa ahora de tener la cabeza llena de anomalías, ahora tenía una ornamenta y además mucho cabello, no tenía una plana mesa sobre mi cabeza para que él pudiera leer sus libros mientras nos dábamos un baño.

- Pero gracias a eso estás aquí conmigo. Un "Gracias" no me vendría mal.

- A veces no puedo creer que seamos la misma persona. - Le quité el libro de sus manos y me dispuse a leerlo.

- No te molestes en creerlo.

- Que irritante eres. - Cerré el libro y lo dejé en un lugar seco, luego me tiré una ultima de agua para poder salir de la bañera, al salir tomé un toalla y me la envolví sobre la cadera. También tomé otra para secarme el cabello.

- ¿Puedes hacer café? - Preguntó él aún en el agua, me miró de reojo coquetamente. - Sin azúcar. Por favor.

- Al menos dijiste por favor. - Suspiré. - ¿Quieres pan tostado?

- Si. - Se quedó pensativo un poco. - Yo te haré jugo y, ¿Tienes ganas de mufulettas o de po'boys? - No se podía disfrutar de comer carne de ciervo pero al menos si se podía degustar la comida estilo nueva Orleans.

- Quiero beignets...- Dije con mi voz melosa. - ¿Se puede?

- No es bueno comer tanta azúcar tan temprano.

- Pareces un anciano diciendo eso. - Considerando su edad probablemente yo no esté tan equivocado.

- Eso quiere decir que haré mufulettas. Tomaré tu silencio como respuesta.

Ciervo, por faaavor...— Me recargué sobre el umbral de la puerta. — Hazme unos beignets. Con café negro, bien caliente. Yo haré el café y tú los beignets. — De estar simplemente recargado en el umbral ahora me puse en una provocativa pose, lo más que pude. Lo tuve que hacer ya que el ciervo parecía que no cedería. — ¿Y que tal ahora? — Incluso me destapé un poco aquellas partes que me cubría con la toalla. Mostrar levemente mis muslos lo haría reaccionar positivamente.

- Bien. - Rodó los ojos derrotado. - Solo, ven aquí.- Estiró los brazos, era indicación para que yo lo ayudara a salir de la tina. Él ya estaba enjuagado así que no había problema. Cuando fui lo ayudé a salir y le di una toalla, él también se la colocó en la cintura.

- ¿Mucho mejor? - Pregunté

- Si. Ahora, ¿Qué tal si ponemos un poco de música para iniciar el día bien? - Entonces eso quería decir que si aceptaba cocinar lo que yo quería. Él se ponía de muy buen humor cuando escuchaba música. - ¿Pones uno de vinilo?

- Si. - Uno de sus fantásticos discos de vinilo de su enorme colección que tenía en la estancia. - Ya voy. - Luego de vestirme bajé para poner un disco en el muy bien cuidado tocadiscos que tenía mi ciervo. Puse un disco de opera. - ¿TE GUSTA ESTE DISCO? - Pregunté alzando un poco la voz, para que el ciervo pudiera oírme.

El ciervo rojo, el ciervo azul...y yo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora