Una vez leí que crecer es aprender a despedirse. El día que entiendes que ya jamás volverás a verla sonreír, ni reír, ni ver esas arrugas que se le formaban cuando lo hacía, ni ver de cerca el color de sus ojos -aunque ya te lo sepas de memoria- ni como pestañean cien veces por minuto, ni la manera de ver como te miran de reojo, de frente, de cualquier perspectiva, ni la verás cantar alguna canción de Raphael mientras prepara el desayuno, ni la volverás a ver con el pelo despeinado, mojado, seco, planchado, rizado, natural, ni la verás llorando viendo su película o serie favorita, ni te rodeará con sus brazos cuando todo tu mundo se haya hecho trizas, ni la volverás a ver con ojos de 'que orgullosa estoy de ti' cuando lo superes, ni volverá a ser feliz, pero tampoco triste, porque ya no volverá, ni volveré a verla.
Mi nombre es Ed, perdí a mi madre cuando tenía nueve años, era miércoles, ese día crecí un poco, aunque nunca hubiese tenido ocasión de despedirme.
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Jane
Genç KurguMi nombre es Ed. Tengo 16 años. Vivo en Charlotte, Carolina del Norte. Mi madre murió cuando yo apenas tenía uso de razón. Ella me dejó, y yo ese día, dejé un poquito el mundo. 7 años después conocí a Jane, una chica que se había mudado y que casual...