096

953 102 2
                                    

Era lo más parecido que tuve a una madre. Nunca supe cómo me encontró. Me alegraba haber encontrado un hogar de verdad.

La señorita Mead colocó dos platos en la mesa redonda para así, ir por una taza para ella y poder sentarse. Mientras tanto, Michael observaba cada cosa como si fuera un pequeño niño, cosa que si era en realidad. La mujer le hizo una seña cosa que lo hizo tomar sus utensilios para comer.

La mujer lo interrumpió preguntándole: "¿No se te olvida algo?", él supo a que se refería por lo que unió sus manos para comenzar a dar las gracias por la comida que estaba recibiendo, solo que en lugar de rezar hacia el ente al que la mayoría del mundo le rezaba, ellos le rezaban, al contrario.

Todo era un ambiente, lo más tranquilo posible, ambos comenzaron a comer tranquilos hasta que la paz se perturbo demasiado, al menos eso era lo que creía Mead, pues una joven de cabellos rubios entro a la cocina con su enorme sonrisa, cosa que hizo que Michael detuviera el tenedor de camino a su boca.

Y ella, esa hermosa sonrisa y ese cabello tan perfecto era parte de la persona que hacía que mi corazón se agitara como loco y hacía que mi cuerpo tuviera reacciones que nunca tuve, y algunas que pensé que jamás tendría. Hacía que mis pensamientos sobrevolaran por toda mi cabeza.

─── ¿Y mi desayuno? ─── preguntó Lilith

Su nombre hacía honor a todo lo que su madre creía, pero su personalidad y físico no lo hacían. Mientras que la señorita Mead le puso como nombre: Lilith, a su hija por su religión; conforme ella fue creciendo desarrollo una religión completamente diferente a la de su madre.

Mientras Mead creía en el señor oscuro, Lilith creía en el todo poderoso Dios, pero tampoco a un nivel religioso extremo como el de otras personas o el de su madre. Lilith era la decepción de Mead. Siempre lo sería. Nunca cambiaría.

───Puedes hacértelo tú misma─── respondió la mujer partiendo sus panqueques───, con las cosas que compras

───Lo pregunto porque hiciste este desayuno con las cosas que yo compró─── respondió ella, pero no tuvo respuesta de su madre por lo que suspiro─── Hola, Michael─── ella le sonrió a Michael, él le regreso la sonrisa como un niño pequeño.

───Puedes comer de lo que tengo─── hablo Michael algo tímido

───No te preocupes─── respondió ella───, creo que debe haber uno por ahí

La joven camino hacia la mesada para dejar su mochila sobre esta, ella sonrió muy poco viendo como solo quedaba un panqueque y era demasiado delgado, la mermelada se había acabado, el café era demasiado oscuro y no había leche para poder hacerlo menos cargado.

Soltó un suspiro antes de ponerlo en su plato, literalmente era su plato pues su madre no quería compartir nada con ella, suficiente tenía con tenerla viviendo bajo su techo. Camino de vuelta a la mesa para colocar su plato junto al de Michael y caminar por un banquillo, ya que su madre le había quitado su silla para dársela al joven.

Ella siempre estaba triste pues lo único que quería era ser algo para su madre, quería llamar su atención de una u otra forma, pero nunca se doblegaría, su religión no era tan importante para ella, pero no lo dejaría por su madre ni por nadie.

Junto sus manos para poder agradecer por su comida, pero su madre dio un manotazo en la mesa, provocando que ella se sobresaltara y la observara, al igual que Michael, quien se sentía mal por ella. Era la única persona por la que se sentiría mal.

───Si vas a agradecer por la comida en esta casa, será por lo que yo quiero que agradezcas

───No puedes obligarme a tener tu misma religión─── susurró ella negando

American Horror StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora