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Las cartas, un juego perfecto para pasar el rato pues es demasiado entretenido, al menos si la llevan bien, al menos para Liz Taylor y Katherine Cortez. ¿Katherine Cortez? Una mujer de una apariencia de al menos veinticinco años, rubia de cabello rizado y corto. Una mujer como cualquier otra. ¿O no?

Lamentablemente, la diversión de ambas mujeres acabo cuando algunos gritos comenzaron provocando que Katherine suspirara alzando su cabeza al techo algo exhausta por todos los gritos que siempre escuchaba dentro de esas paredes.

─── ¿Escuchas eso...?

───Yo no iré─── susurró Katherine negando mientras abría una cajetilla de cigarrillos para tomar uno de ellos y colocarlo entre sus labios

───Por favor... ─── respondió aquella mujer───. Sabemos que odias demasiado eso, pero deberías de acabar con todo eso también

─── Amiga, nunca va a acabar─── respondió ella───. Los niños necesitan comida y no hay otra manera de conseguirla. Si por mi fuera, haría que ella se muriera de hambre, pero no aquí dentro porque no soportaría verla aquí más tiempo del que ya la veo

Katherine guardo silencio cuando una mujer de cabello cenizo y bajita paso junto a las dos mujeres sin siquiera verla. Aquella mujer salió de la habitación, la rubia menor hizo una mueca colocando su mentón sobre su mano viendo a la puerta para así, ver a su amiga.

───Ella me odia, ¿verdad? ─── preguntó Katherine───. No entiendo que fue lo que le hice. Yo solo...

Katherine volvió a guardar silencio cuando volvió a escuchar todos esos gritos que provenían de alguna habitación del hotel. Nadie escucharía esos gritos, aunque en este caso sí podrían ser escuchados, de una u otra manera, ella tenía el oído demasiado sensible. Escuchaba todo.

───Los gritos son demasiado fuertes─── gruño Katherine───. Gritan demasiado

───Aun no entiendo cómo es que escuchas todo en este lugar─── la rubia soltó una pequeña risita

───Al parecer, tengo una especie de conexión con el hotel─── respondió ella───. No sé por qué, pero siempre la he tenido. Tal vez por él...─── otro gritó más hizo que ella gruñera───. Ahora regreso

La menor salió del pequeño cuarto, paso por la recepción y camino hacia el elevador para poder subir con los brazos cruzados una vez arriba. Cuando por fin estuvo en el piso, salió de este para caminar por los largos pasillos escuchando cada vez más cerca los gritos.

─── ¿Por qué me haces esto, Dios? Sabes que odio el ruido─── preguntó ella entrando a una de las habitaciones para ver todo───. ¡Tú! Vas a arruinar la poca reputación que tiene mi maldito hotel. ¡Sally! Si vas a hacer esto, trata de cocer todo bien para que nadie salga

───Como sea─── respondió Sally junto a ella, la menor señalo el cuerpo con su cabeza por lo que la mujer se acercó de brazos cruzados, cuando Katherine estuvo a punto de salir, Sally la detuvo───. Siempre me preguntaré, ¿cómo es que para ser de los años veinte te vistes así?

───Haz eso y que no vuelva a pasar

Katherine salió de esa habitación, Sally hacía referencias a la ropa que la menor de todos ahí, pues vestía con shorts de tiro alto, cinto pequeño, un top con una camisa blanca, la cual en realidad era de su esposo. Ella se tuvo que adaptar a las épocas actuales, pero seguía manteniendo la esencia de los años veinte.

Al dar solo algunos metros por los pasillos, Katherine pudo observar como una de las suecas, una de las que se estaría quedando en el enorme Hotel Cortez. Fuera de la habitación estaba Iris, aquella mujer de cabellos cenizos que parecía no soportar a Katherine, quien se acercó rápidamente algo molesta.

American Horror StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora