El jurado sigue deliberando... o ya no?

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Juliana

Recordaba todo de anoche.

Todo.  Cada. Maldita. Cosa.

La forma en que sus labios se sentían contra los míos, la forma en que me miró en la fiesta, la forma en que me dejó completamente sin palabras cuando me desvistió en el baño. Nunca me besaron como ella me besó, nunca lo sentí en cada vena de mí ser y fui dejada con ganas de más.

Mucho más.

Aun así, una parte de mí deseaba permanecer en negación, así que hice lo mejor que pude para mantener mis pensamientos a raya con ella, hoy.
Me miré en el espejo de cuerpo completo, debatiendo si debería usar mi cabello levantado o no.
Mi reajuste con Chris era esta noche y a pesar del hecho de que aún podía sentir los labios de Val en los míos, necesitaba regresar a la realidad.
En la cual solo éramos amigas y compartimos un momento de borrachera.
Mi teléfono sonó mientras decidía usarlo levantado. Valentina.

¿Ya te devoraron la vagina?

Riendo, puse mi cabello en un moño antes de responder: Aún no… Dale un par de horas.

¿Un par de horas para que comience o un par de horas para que termine?

Ambos… estoy segura de que estará ahí abajo un buen rato. Algo me dice que no sabes nada sobre dar, sino solo sobre recibir.

Algo me dice que no me conoces tan bien como deberías.

Antes de poder siquiera comenzar a comprender a qué se refería con ello, me envió otro texto:

Diviértete esta noche. Dime cómo te va, luego.

Gracias… Lo haré

Me envió una imagen a colores de un esqueleto recostado en la cama con las palabras “estaré esperando” y me reí, ahora dándome cuenta de que a pesar del maravilloso beso que compartimos, y los extravagantes mensajes sexuales, no significaba nada para ninguna  de las dos.

Solo éramos amigas. Solo amigas… solo amigas…

                      ……………………

Me puse otra capa de labial rosa, y escuché un suave toque en la puerta. —¿Sí?—
—¿Juliana? —Mi compañera de cuarto, Lydia, tocó una vez más.
—¿Sí? –
—¿Tienes un minuto? –
—Seguro, entra. —Me incliné cerca del espejo y aplaqué un cabello necio de mi ceja. Entró, sonriéndome por el vidrio y le sonreí en respuesta. Cuando me mudé fuera del campus a nuestra casa compartida, pensé que ella y el resto de las chicas se convertirían en mis amigas más cercanas, pero eso nunca pasó. Todas se encontraban en especialización de estudios médicos, y ya que sus horarios eran prácticamente los mismos, tendían a mantenerlo para ellas mismas la mayoría del tiempo. A excepción de nuestras conversaciones temprano en la mañana alrededor de la cafetera los fines de semana, siempre nos veíamos pasar.
—Las chicas de la casa y yo queríamos darte esto —dijo, entregándome una caja rosa de regalo—. Es un regalo de despedida ya que serás la única que se irá la ciudad luego del verano. –
—Pero no me voy hasta dentro de dos meses…
—Sí, pero todos estamos saliendony entrando del  lugar ahora que estamos trabajando en las residencias, y nunca podemos estar aquí al mismo tiempo, así que no queríamos olvidarlo. —Sacó una cajita de su bolsillo trasero
—Este es para Valentina.
—¿Por qué le dan un regalo a Val? No es compañera de cuarto.
—No, pero la vemos tanto como a ti. —Se encogió de hombros—. Mi novio está allá abajo. Solo quería darte eso antes de comenzar a ver la película. –
—Gracias. —Me encontraba realmente halagada—. En verdad aprecio esto. –
—De nada. —Me dio un rápido abrazo y se fue tan rápido como llegó. Deshice el nudo del moño de la caja y comencé a desenvolver el regalo, pero Chris me llamó mientras estaba en la primera vuelta.
—¿Hola? —respondí.
—¿Estás lista o aún necesitas algo de tiempo? –
—Estoy lista. –
—En ese caso, estoy en la puerta—
—Ya bajo. —Agarré mi bolso y me dirigí a la puerta, revisándome en el espejo del corredor una última vez. Abrí la puerta y vi a Chris parado ahí con un enorme ramo de flores amarillas.
—Luces hermosa… —Me jaló para un beso, deslizando suavemente su lengua contra la mía y susurrando en mi boca; solo sentí una picazón. Nada que moviera la tierra. Deslizando su brazo por mi cintura, me dirigió a su auto y mantuvo la puerta abierta, sonriendo mientras yo entraba.
—Nunca te creí un chico de música pop —dije mientras encendía la radio.
—No lo soy… solo recordé que tú sí, y se supone que haré lo que sea necesario para que duermas conmigo más tarde. –
Me reí por su sentido del humor seco y tarareé junto con la música mientras conducía. Esta noche, de hecho, era nuestra tercera cita, e incluso si bromeaba, sabía que la regla de la tercera cita rondaba su mente. Llegamos al muelle media hora después y caminamos de la mano a Emilia’s, un restaurante italiano que todos en la playa amaban. Ya que hizo reservaciones fuimos inmediatamente sentados cerca de la ventana, y el mesero se dirigió a nosotros con un vino complementario de la casa y pidió nuestras órdenes. Mientras escribía lo que queríamos, vi a Val sentada en la mesa de la esquina. Con Tina. Estaba vestida con camisa blanca desabotonada de arriba con pantalones de mezclilla negros, y ella usaba un vestido verde oscuro que dejaba poco a la imaginación.
Saqué mi teléfono y le envíe un texto rápido.

By your sideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora