Playa Falsa

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Juliana.

Dejé algunas postales para mi madre el sábado en la mañana.
Estaba lentamente avanzado con el acuerdo de mi nueva vida, sin Val, y a pesar de que todavía despertaba algunos días sintiéndome adormecida y de vez en cuando me rompo y lloro en medio de la noche, estaba mucho mejor de lo que era la primera vez.

Hice un montón de nuevos amigos en mis clases, hablando con Vera una vez a la semana por Skype, y cada vez que me sentía sola, iba a la costa.
Como aquí no había playa, solo rocas puntiagudas y agitadas aguas que golpeaban contra ellas, me eché atrás en mi manta y cerré mis ojos fingiendo que estaba de vuelta en cada en su lugar. Me gustaba imaginar los días soleados y la caliente arena, y por una vez, los turistas no me molestarian. Sin embargo, mi plan para “simular la playa” se desarmó un día. En mi lugar habitual, había un grupo de personas vistiendo esmoquin verdes y vestidos rosas preparándose para una boda, así que me dirigí a la cafetería más cercana. Ordené un pastel y agua, me senté en la ventana, tratando de hacer mi mejor esfuerzo para ver la ceremonia, para ver lo que parecía el verdadero amor.

—¿Te importa si me uno a ti? —Mi compañero Sean, un magnifico chico con ojos verdes y un acento americano, de repente entró en mi línea de visión.
—No me importa. –
—Genial—Me tendió una taza blanca— ¿Te gusta la mezcla con naranja?—
—Nunca la he probado. —La tomé con las manos y bebí con calma; era increíble. —¿Qué estás haciendo aquí? –
—Siguiéndote para ver por qué me dejaste plantado —dijo, sonriendo—. Teníamos una cita ayer. ¿Lo olvidaste? –
—¿Qué? —Levanté una ceja, confundida.
—¿No me recuerdas diciéndote que te iba a recoger en tu departamento a las seis para salir por la noche? -

Lo recordé.

Simplemente no creí que hablaba en serio, así que me metí a la cama y me fui a dormir temprano.
—Lo siento mucho, Sean. Pensé que bromeabas. Sonrió y se sentó, moviendo su silla cerca de la mía.
—¿También crees que estoy “bromeando” cuando te llamo cada noche y cada vez hablamos durante horas por teléfono? ¿O cuando solo pido que te quedes después de las sesiones de estudio y pasamos toda la noche en mi sitio? Parpadeé, de nuevo confundida.
—Juliana… —Se inclinó y pasó los dedos por mi cabello—. Estoy tratando de salir contigo… ¿Qué más puedo hacer para ser más claro? Me sonrojé, ahora sintiéndome como una total idiota. No pensé nada de nuestras conversaciones telefónicas, paseos en bicicleta los fines de semana por la ciudad, o las sesiones de estudio privadas.
—Sólo pensé que estabas siendo un chico agradable… —dije.
—Soy un chico agradable. —Sus dedos estaban todavía en mi cabello—. Fuera de la habitación… Mis ojos se abrieron y se rió, colocándose más cerca. —No sé qué más puedo hacer para que veas que me interesas —dijo en voz baja—, dime lo que necesito…

Echándolo un vistazo, tragué saliva. Esta era la segunda vez en mi vida que fallé en darme cuenta lo sexy y atractivo que era alguien. Con el cabello rubio bañado por el sol, profundos ojos verdes, y una boca que era demasiado tentadora para no intentarlo, era definitivamente sexy como el infierno. —¿Me vas a decir? —preguntó.
Dudé.
—¿Qué quieres decir con salir?-

—Quiero decir que realmente vas a pasar el rato conmigo, con la impresión de que soy más que un buen chico. —
Me miró a los ojos—. Un chico que realmente le gustas… también significa que dejaras que mañana te lleve a la ciudad. –
—¿Qué pasa si estoy ocupada mañana? –
—Significa que no lo estas, así que te llevaré a la fuerza. –
—Qué romántico… —Me reí—. No obstante, sí. Iré contigo. –
—Bien… —dijo, poniéndose de pie y dar un paso atrás—. Mañana te recogeré a las siete.—
—Espera —dije en voz alta—, bromeabas sobre ese comentario con el dormitorio, ¿verdad? Miró por encima del hombro y sonrió. —No lo estaba.
Sonrojándome, lo vi alejarse y me senté un rato más en el café, preguntándome si nuestro día en París mañana vendría con el cliché del momento de “enamorarse en la cima de la torre Eiffel”. Sin embargo, estaba segura de una cosa, empezaba una nueva compatibilidad para nosotros; necesitaba marcar la categoría de la “intensidad de los besos” con él.
Lo más pronto posible.  Cuando por fin llegué a casa, me di cuenta que había una nueva carta de Val en mi mesa.

Me la quedé mirando por un rato, pasando mis dedos por la apertura, a lo largo de las palabras

“URGENTE: por favor ábreme, Juls”, pero no me atreví a abrirla.

Solo no en este momento…

By your sideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora