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La cocina era un desastre.

—Antes de que te vayas tienes que ayudarme a limpiar todo esto — su cara estaba llena de chocolate, incluso tenia en el cabello,— ¿cómo pasó todo esto?

—Sí, claro que te ayudaré con esto — le dio un leve empujón con su cadera,— esto no hubiera terminado así si alguien le hubiera puesto la tapa a la licuadora.

—Que bueno que yo se la puse.

—¡Tú se la quitaste!— exclamó.

—Baja la voz — golpeó la cabeza de Harry con una cuchara, no se dio que la cuchara estaba embijada de chocolate, ahora el alfa tenía su cabello lleno de chocolate.

—¿Por qué quieres que baje la voz si solo estamos tú y yo en el departamento?— enarcó una ceja,— ¿hay alguien más aquí y no me habías dicho?

—¡Solo estamos nosotros!— lo volvió a golpear con la cuchara,— ¡deja de insinuar cosas que no son!

—Esta bien, esta bien, tranquilo — se sobó su cabeza,— ya baja esa cuchara. Realmente golpeas fuerte.

—Lo sé.

Tomó un trapo húmedo y comenzó a limpiar la cocina, se molestó un poco al ver que Harry solo se quedó ahí parado viendo como él limpiaba, hizo esto de tirarle otro trapo húmedo en la cara para que también se pusiera a limpiar.

—Como venganza iré a tu casa y ensuciaré toda tu cocina y le diré a tus empleadas que te dejen a ti solo limpiando — rió por lo bajo.

—Así que te gusta la venganza — se acercó a su oído, fue muy atrevido el echo de que se haya acercado al oído del menor solo para oler su suave aroma de fresas, pudo sentir como él omega se tensaba o se ponían nervioso. Lo tomó de la cadera al ver que sus piernas se temblaron.

—Me gustan muchas cosas que no te imaginas— habló lento.

—Dime una — dijo sutilmente.

—Tu aroma me gusta — habló sin pensarlo.

Harry sonrió feliz, como aun seguía cerca del oído del menor se le hizo fácil morder su oreja para después pasar su lengua.

—Así que, te gusta mi aroma — susurró,— quiero que sepas que, a mi me encanta el tuyo.

Su corazón se aceleró.

—Oh — fue lo único que pudo salir de su boca.

—¿Oh?— frunció el ceño,— pudiste haber dicho más que eso.

Estaba quieto, solo se atrevía a mirar a ese alfa que estaba muy cerca de él, no podía negar que tenía los nervios de punta y que sabía que en cualquier momento se iba a caer gracias a que sus piernas parecían gelatinas.

Tener a Harry cerca de su oreja era algo nuevo para él.

—No puedes ir por ahí diciendo que el aroma de un alfa te gusta — volvió a lamer la oreja del menor,— solo no puedes, omega.

Omega. Lo ha llamado omega, lo llamó justo cómo dijo que nunca lo llamaría.

Quería decir algo —lo que sea—, pero las palabras no salían con tanta facilidad de su boca. Él en verdad deseaba moverse y continuar limpiando todo el desastre que había en su pequeña cocina y mesa, quería ignorar lo que había dicho él alfa, pero simplemente no podía evitar repetir una y otra y otra vez esas palabras.

—No me gusta cuando estás callado — lo tomó de la cintura, obligándolo a que se miraran a los ojos y a estas todavía más cerca,— me gusta escuchar tu voz, porque es suave y delicada.

El Cortejo De Los OmegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora