El respeto lo perdiste, Fabián

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Miré el teléfono por décima vez en lo que iba de media hora, pero no había nada, ni una llamada, mensaje, nada.

—Bueno, mija. ¿Y es que se te murió alguien? Tienes una cara de tragedia que no juega —me dijo Mario—. Ya me tienes arrecho mirando esa vaina a cada rato, ni lo usas como es.

Rodé los ojos ladillada.

—Mamate un webo, chico —respondí arrecha.

—Rico —contestó en el acto.

—Marrano 'er coño —me quejé, dándole un manazo.

—Ah, verga. ¿Me vas a decir que tú nunca has mamado webo? —me preguntó, mirándome pícaro.

Ignoré su pregunta deliberadamente y miré el teléfono que estaba reposando en el salpicadero del auto de Mario.

Dos semanas y media.

Ese era el tiempo que no sabía absolutamente nada de Shawn. No desde que hablamos por última vez en el auto, o nos besamos más bien; no se había contactado conmigo y yo estaba al borde de un colapso, porque incluso le había escrito en tres ocasiones, una para preguntarle cómo estaba, otra para decirle que ya tenía celular propio y la última para mandarlo a mamarse el Empare State en webo, luego me arrepentí y eliminé el mensaje para que no lo viera, porque a pesar de todo, me gustaba y me daba cosa.

¡Pero lo peor es que me dejaba en visto! ¡En vISTO! ¡A MARGARITA GONZÁLEZ NO LA PUEDEN DEJAR EN VISTO!

Me dije que lo dejara estar. Yo ya había intentado hablar con él, si Shawn tenía ganas de saber de mí muy bien podía buscarme también. Él también debía de mostrar interés, ¿No?

Ah, pero ¿Adivinen? Esa vaina no me duró dos minutos, porque igual veía a cada ratico el teléfono y actualizaba todas mis redes para saber si me había escrito en alguna.

PERO NADA.

Lo quería medio matar, marica.

—Estoy en medio de un proceso zen, déjame quieta, Mario —pedí, pasando ambas manos por mi rostro.

—Uy, chica. Más bien pareces estar en medio de un proceso depresivo.

Le saqué el dedo de en medio.

—Sentate aquí y ponete a girar, mardito.

Mi morocho solo rió, y sin decirme nada solo se dispuso a aparcar el auto enfrente de nuestro departamento.

—Chao, pues —me corrió moviendo la mano.

—Yo sé que querés tirar con Evan, pero te aguantas que yo lo que estoy es mamada, chico —le dije, a la vez que tomaba el poco de peroles y mi enorme bolso en el cual tenía todos los libros e instrumentos de medicina que me habían entregado en la universidad.

Asies, ya había empezado la universidad hace rato largo. ¿Y adivinen quien sería una médico cirujano? Esta que ta aquí, papá.

—¿Yo te mandé a estudiar medicina? No, ¿Verdad? Ahora se la cala —me contestó, abriéndome la puerta del carro y dándome sendo empujó que de verga y no dejo los dientes en el piso.

—¡Mario, hijo'e...! —ese loco ni me dejó terminar el insulto porque cerró la puerta de coñazo y arrancó con tal velocidad que quemó caucho, dejándome en medio del vergaral de humo.

Tosí y corrí el humo con mi mano. Agarré mis macundales para ir a meterme al edificio.

Cuando llegué a la puerta del departamento lo primero que me conseguí fue con un verguero de flores y eran... Margaritas.

¡Serás marico, Shawn! || Shawn Mendes (CANCELADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora