PREÁMBULO

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Unas horas antes del ataque

Mortem Ville; Ciudad Nocturna

Negra sangre goteaba por el filo del machete que tenía aferrado entre sus dedos, pero ese detalle no distraía al sujeto que se abría paso entre los pastizales muertos con una mochila en la espalda, una expresión aliviada y la mirada fija en un horizonte indefinido.

El sudor corría como cataratas por su frente arrugada, su respiración entrecortada obligaba a su corazón a latir con fuerza y sus pies ligeros repiqueteaban contra el suelo mientras que lo alejaban del castillo de cristal negro que se elevaba detrás de él.

Tenía la boca algo quemada por el sol ya que había cáscaras de piel que se hacinaban encima de sus comisuras y la sonrisa segura que se curveaba en sus labios robustos, se ensanchaba a cada segundo. Parecía que no tenía miedo de los Goowts que, justo detrás de él, lo perseguían como bestias salvajes queriendo arrancar su cabeza. Parecía que no temía de las lanzas bañadas en fuego verde que silbaban al volar cerca de sus oídos.

Y esa era la verdad. Hiraeth siempre había sido un soldado que no conocía límites y no le temía a nada, había pasado por situaciones mucho más arriesgadas que esa como para ponerse a temblar. No obstante, las criaturas deformes que estaban empeñados en cazarlo sólo tomaban sus risas como una provocación y sus ganas de beber su sangre se incrementaban.

La bolsa de viaje chocaba contra su espalda cada vez que debía saltar las rocas que se cruzaban por su camino. Echó una simple mirada hacia atrás, pero no dejó de aumentar la velocidad incluso después de asegurarse que los Goowts habían quedado muy atrás. No eran atletas natos, pero su determinación era una habilidad indiscutible.

Hiraeth detuvo la carrera para recomponerse. Respiraba con brutalidad, como si se tratara de un Woerhaber enfurecido al no haber podido atrapar su presa. Tronó su cuello mientras que una de sus manos iba hacia sus caderas y la otra se agarraba al trozo de cuero que estaba enroscado en su cuello cargando una punta de flecha. Se aferró al pedazo de material forjado con pequeños símbolos y detalles mientras que echaba una expresión severa a su alrededor.

Su semblante se contrajo con disgusto cuando contempló a Mortem Ville, la capital de la Ciudad Nocturna. El castillo de Atlory era la única construcción distintiva, rodeado por una muralla impenetrable que poseía un acueducto secreto y dos entradas de hierro decoradas con esfinges que siempre iban custodiadas por varios Goowts. Antes de toparse con la muralla, primero había que atravesar el pueblo de las criaturas de la oscuridad, Stroghor, rodeado por un valle de pastizales descoloridos y que quedaba a unos pocos kilómetros de Mortem Ville. Nadie se acercaba a él a menos que quisiera una muerte segura o que tuviera un buen disfraz que lo camuflara entre las bestias temibles que lo habitaban.

Hiraeth se sentía afortunado de tener que abandonar ese lugar putrefacto y oscuro, donde las criaturas a veces solían comerse unas entre otras y las sombras aburridas absorbían lo último que quedaba de sus almas para convertir a su ama en una reina más poderosa.

Había pasado demasiado tiempo intentando encajar entre los Khillins, entrenando duro cada mañana durante un año y medio para ganarse la confianza de los más allegados a Atlory. Necesitaba que le murmuraran los planes contra las Cuatro Cortes, necesitaba mantenerse informado y cumplir con su palabra.

Por suerte, las noches en las que Hiraeth había tenido que escribir Cromos y enviarlas con sigilo para que nadie se enterara que era un infiltrado, se habían acabado. Pero su misión estaba lejos de terminar, en realidad, todo comenzaba precisamente esa misma tarde:

Cuando Anthony Mackavish, con su escuadrón de Goowts hambrientos y sombras sigilosas, atacara el complejo de Silvery y Neeva no tuviera más remedio que arrojarse por un portal.

Con un suspiro enfurecido, Hiraeth se dio la vuelta y se colocó el pañuelo de los Khillins encima de la nariz. Estaba sumamente cansado, pero no tenía tiempo para detenerse. Se cubrió la cabeza con la capucha verde para no levantar sospechas de las criaturas que anduvieran por ahí y luego, cerró los ojos mientras que susurraba: "Ademnus Acarxio".

Las anaranjadas piedras transportadoras que tenía en el bolsillo ardieron en su puño cerrado y luego de asegurarse de que nadie lo veía, desapareció por completo dejando en su lugar una nube de humo blanco.


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NOTA:

Espero que no hayas leído este preámbulo si aún no te pasaste por el primer libro de la saga: "Mind".

Después de tres meses de programación en mi cuaderno y quedarme horas contemplando los puntos claves y toda la trama de Heart, les traigo para que disfruten esta segunda entrega bañada en las constantes aventuras de Quinn y de Neeva que tuvieron que afrontar a miles de peligros en el libro anterior.

Cómo habrán leído, por aquí introduzco a mi nuevo personaje masculino: Hiraeth. Un soldado que ha pasado por mucho para llegar hasta este momento.
No se preocupen si no lo han reconocido o entendido sus motivos, todo se aclarará más adelante.

La portada es la creación de mi salvadora LeyMaxwell  que me ha estado ayudando durante todo este tiempo no solo con los gráficos, sino que con la corrección de Mind para que todo cuadre mejor. Aprecio muchísimo tu existencia, Nat. Quedará magnífica cuando pueda colocar el juego de portadas completo.

No olviden que amo la lluvia de comentarios y pueden avisarme (se los agradecería mucho) si es que encuentran algún error.

Prepárense sus infusiones (a su preferencia☕️) sus galletas y sus mantas.

Disfruten.

HEART  |2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora