CAPÍTULO IV

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No hay manera de que nos separemos

El complejo destruido de Silvery

Contamos con unos ochenta heridos, escasas provisiones y muy poco tiempo antes de que el enemigo planee un contraataque —El Capitán Belford tenía los brazos cruzados sobre su pecho y los ojos fijos en la tabla de estadísticas—. No hay posibilidad de que sobrevivamos fuera.

Tenía un profundo corte sobre la ceja y un hombro adolorido que había sido descolocado en la batalla gracias a un Goowt. Pero si había algo a lo que Andrux estaba acostumbrado era al dolor y se negaba a demostrar lo destrozado que había quedado tras aquella noche.

—Podemos dividir lo que queda del complejo en grupos —intervino Magnus Ranger, estrujándose los cabellos y pasándose una mano por el mentón—. Mezclar a los más vulnerables entre los escuadrones, separar las rutas y del mismo modo también los destinos, no podemos movernos en masa y mucho menos dirigirnos al mismo lugar.

En la sala de armas, una de las únicas habitaciones que –sorprendentemente- no había sido demolida, se habían reunido para discutir lo que podrían hacer a continuación. Casi todos los miembros del consejo de Silvery habían muerto, no quedaban más jefes como el Capitán Belford y los que sobrevivieron, se habían marchado con cobardía y el rabo entre las patas. Todos estaban cansados de la guerra, de las muertes y de que nada mejorase ni siquiera con el tiempo, pero rindiéndose como tantos lo estaban haciendo, sólo los llevaría a una peor situación.

Joanalixe Ranger estaba junto a una gigantesca hoguera, los brazos tras la espalda y la mirada fija en las brasas que lanzaban chispas, algo que le recordaba vagamente a los ojos de Neeva cuando se enojaba. Luego de haberla visto danzar con su padre, de admirar cómo su sonrisa se volvía contagiosa, todo se volvió un caos y ni siquiera tuvo la oportunidad de despedirse.

Como todos, apenas había dormido un par de horas dispersas; aquellos días se había intentado pasear por las cenizas buscando heridos, salvar lo que quedaba y se había discutido miles de planes para volver a esconderse como ratas.

Joanie se dio vuelta para encontrarse a Surent que estaba junto a Magnus, ambos anotaban planes en cuadernos, chequeando los mapas con detenimiento para idear algo que resultara eficaz.

—Hay un lugar —habló aclarándose la garganta— al que con Myliam solíamos ir cuando necesitábamos un poco de paz. Se trata de un castillo abandonado entre el límite de las Tres Cortes —Se acercó al mapa ignorando las miradas de sus compañeros y pinchó con un alfiler el punto al cual se refería—. Le perteneció a la familia Godrick de Allow en las épocas del pleno crecimiento de energía y a pesar de que siempre fue un lugar desértico, está rodeado de buenos recursos. Era un palacio de veraneo, por lo que no es muy grande, pero puede servir como refugio hasta que encontremos un mejor lugar.

Surent levantó la cabeza del mapa con la boca levemente abierta y una expresión que decía: "Me cuesta creer que puedas estar hablando en serio".

—Es una zona muy peligrosa. Mortem Ville queda a tan sólo unos kilómetros al norte y Atlory tiene radares por todos lados —El Capitán Belford se dio vuelta, igual de atónito y con las manos alzadas en un gesto interrogativo—. No le será difícil percibir nuestro movimiento, enviará a sus soldados a atacarnos y ese será el final, no tenemos la fortaleza suficiente para defendernos.

Joanie inspiró con fuerza y se colocó en la punta de la mesa, acomodándose en un trono de cristal con cojines blancos llenos de polvo. No tenía su postura firme y agresiva de costumbre, apenas podía mantenerse de pie, pero no podía detenerse cuando todo lo que debían hacer era mantenerse alerta. Alargó una sonrisa mientras entrelazaba las manos y se dejaba caer sobre el respaldo de su asiento.

HEART  |2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora