No puedes pretender que confíe en ti
Nueva York; La Tierra
Hiraeth había estirado su brazo para ponerle una bandeja de plata al frente de sus ojos, pero justo como él esperaba, Neeva se negaba a poner las manos cerca del horrible aroma que despedía el frasco destapado de jarabe. Por lo tanto, se sentó a su lado mientras que vertía el contenido en una cuchara sopera que le cedió con una débil sonrisa.
—Esto debería alejar todo el dolor en un par de minutos.
—Me siento bien, puedo soportarlo —le indicó ella. Apartó la cuchara que casi tocaba sus labios y se apoyó en el otro extremo del sillón.
—Por favor, Neeva, no quiero tener que hacer esto por las malas.
Neeva emitió un silbido parecido a una risa.
—¿Qué es esa cosa? —preguntó con los ojos entrecerrados y una mueca de asco; el olor era demasiado nauseabundo—. ¿Cómo sé que no quieres hacerme daño?
Hiraeth resopló con cansancio y molestia, parecía a punto de lanzar el utensilio por la ventana y regañarla por pedirle tantas explicaciones. Habían estado pasando por lo mismo proceso interrogatorio desde el momento en que llegaron.
Neeva había permanecido medianamente consciente en el trayecto y se notaba que aún no estaba acostumbrada a los viajes con las piedras transportadoras ya que sus ojos estaban casi tan desorbitados como aquél momento cuando Hiraeth la sacó del agua. Se había aferrado a su cuello y sus brazos temblaban; Hiraeth intentó romper su cercanía cuando se dio cuenta de que sus rostros estaban demasiado cerca.
Como estaba perdida en sus análisis de lo que había estado sucediendo, él volvió a acercar con el rostro impaciente y cuando la tomó desprevenida, enchufó la cuchara en su boca que no tuvo más remedio que tragar el remedio con rapidez para no escupírselo en la cara.
—No voy a envenenarte, Neeva, no me tomaría la molestia de haberte traído hasta mi apartamento en primer lugar y si hubiese tenido que explicarte cada uno de mis pasos desde que te encontré en el Puente Bow, hubiéramos demorado bastante —le dijo de forma algo brusca mientras que se levantaba para ir a la cocina.
Ella no pudo seguirlo, no cando apenas sentía la presencia de sus propios pies. Uno de ellos estaba esguinzado, algunas marcas violetas le subían por los dedos gracias a la fuerza que esa loca señora había utilizado para arrastrarla hacia ella y su muslo iba vendado para que no se infectaran las heridas que los cristales le habían hecho.
—Soy una princesa —aulló para que pudiera oírla—, debes acatar mis instrucciones y justo ahora quiero saber...
—No en este mundo, Neeva —contradijo él, sacando la cabeza por la puerta de paneles de vidrio. Había una comisura pequeña en sus labios ásperos y resquebrados por el sol, ¿acaso era una sonrisa burlona?—. Aquí no eres nada más que una pobre chica desamparada que no se le ocurrió otra mejor manera de escapar que tirarse por un inestable portal.
Neeva esperó que la frialdad de aquél comentario la golpeara, pero no lo hizo al comprender que, de cierta forma, estaba de acuerdo con eso. Ya no quedaban rastros de la persona en la que tanto se había preocupado por volver a ser. En su lugar, se sentía como la niña que una vez tuvo que lanzarse por La Frontera para refugiarse días después en la casa de Colian Egrere, la fallecida amiga de Joanie.
Otra vez, volvía a estar lejos de casa y eso significaba que volvía a separase de Quinn. La idea sólo le martillaba la cabeza.
Hizo un intento por levantarse y lo consiguió luego de ayudarse con el respaldo del sillón. El cabello mojado por la ducha tibia que Hiraeth le había obligado a darse, le humedecía la espalda y se sentía reconfortante, pero no lo suficiente como para hacerla sentir completamente fresca y renovada. Los jeans no se le ajustaban a sus piernas más flacuchas que de costumbre y sobre la camiseta prestada llevaba un suéter azul donde podrían haber cabido dos personas más.

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HEART |2|
Fantasy[SEGUNDO LIBRO] "Atlory colocó su corazón palpitante dentro del cofre, lo guardó bajo llave donde nadie más pudiera encontrarlo y entonces, la guerra oscura comenzó." Neeva ha alterado el curso de todo lo que sus enemigos tenían planeado, pero como...