EVIGHEDEN

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El nacimiento de las tinieblas

Ciudad de Caezdra; Corte de Allow

"Aviéntate por la ventana, aviéntate".

Kathamira, una joven de cabellos cobrizos y una mirada celeste tajante, se obligó a no cerrar los ojos y quedarse completamente callada mientras que se concentrada en la voz que vibraba dentro de su cabeza.

Todo el que la conocía diría que jamás la habían visto perder el equilibrio, nunca se salía de control. No obstante, en ese momento se la veía totalmente pálida, más que de costumbre; sus ojos se salían de sus órbitas y las manos le temblaban apoyadas sobre su vientre.

La sala de estar del castillo de la Corte de Allow era un conjunto de paredes doradas donde descansaban varios cuadros con cada miembro de la familia y estaban revestidas de una tela parecida al terciopelo. Los sillones desparramados alrededor de una mesita eran mullidos y tenían sus rebordes bañados en polvo de estrellas que los hacía mucho más llamativos de lo deberían.

Kathamira no era el tipo de persona que le gustaba estar dentro del castillo, pero esa era su habitación preferida en todo el palacio ya que estaba cargada con estanterías plagadas de libros viejos que podía consultar cuando deseara. Las ventanas iban desde techo –una cúpula de cristal negro que no dejaba penetrar los rayos del sol– hasta el suelo y las cortinas que las cubrían eran gigantescas, decoradas con bordados y detalles de oro.

—Si se trata de una broma, es de muy mal gusto, papá —murmuró jugando con su cabello como si no hubiera entendido el principio de la conversación.

—¿Acaso parezco el tipo de hombre que disfruta de las bromas?

—No, papá, pero...

—Las princesas no se quejan, Kathamira —El rey Iacov Godrick se levantó de su asiento, dejando a su tercera y última mujer recostada sobre sillón mientras que sostenía su barriga redonda y preñada—. Cumplirás veinte años, hija, eso significa que...

Ella contuvo una carcajada y cuando notó que su padre no le ponía atención, rodó los ojos. ¿Se le permitía respirar acaso? ¿O no era un comportamiento digno de una princesa?

—Con la mayoría de edad soy lo suficientemente adulta como para escoger por mi cuenta con quién deseo casarme —masculló Kathamira pasándose una mano por el cabello que cayó por sus hombros en rulos perfectos—. ¿No lo crees?

Iacov frunció los labios.

—Apenas has salido del cascarón, no puedes saber quién será el partido más conveniente para nuestra corona —Puso los brazos detrás de la espalda e infló el pecho para aparentar autoridad mientras que se retiraba a ver el paisaje de su reino con las cejas firmes.

Pero Kathamira no lo dejaría estar y no podía permitir que nadie tomara sus propias decisiones. Había dejado que todos la vieran como una niña pequeña, sumisa y frágil; había adoptado cada orden y tarea que su padre había impuesto con el fin de que no mostrarse como una amenaza; había callado todos los secretos que el Rey mantenía y guardado las lágrimas cuando murió su madre para marcar el ejemplo para sus hermanos menores.

Y ahora, luego de tanto tiempo conteniendo todo lo que quería gritar en su garganta, sólo quería explotar.

—Quizá no, pero lo soy para elegir un partidario para mí y con eso será suficiente.

HEART  |2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora