CAPÍTULO XII

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Con mucho cariño, Hiraeth Phyon

Nueva York; La Tierra

Detrás de Neeva había un portal.

Hiraeth nunca se permitiría confesarlo en voz alta, pero su alma se desprendió de su cuerpo un momento cuando sintió el pánico intercalarse entre sus huesos. Se quedó helado, algo que lo tomó por sorpresa ya que solía tener buenos reflejos y luego se estiró hacia ella con toda la fuerza que poseía para no dejarla ir. Todo saldría realmente mal si la dejaba sumergirse en otro portal cuyo poder desconocía.

¡Etheryos Exodus! —Su exclamación fue una ráfaga de viento que comenzó a rodear las llamas que envolvían a Neeva. Sabía que no tenía que quemarse con ellas, el dolor de las heridas duraría por días enteros y su energía estaba reservada para proteger a Neeva mientras que ella se encontraba en La Tierra—. Maldición...

El portal se trataba de un agujero negro del tamaño de un refrigerador, tenía destellos grises en sus extremos y las chispas rozaban la mandíbula de Hiraeth, pero soportó su tacto mientras que dejaba que la magia en sus brazos se encargara de estabilizar las emociones encontradas de Neeva.

Las luces se apagaron, la energía era tanta que fue un milagro que las bombillas no estallaran. Con el encantamiento protector, Hiraeth alejó las llamas que derritieron parcialmente una de las ventanas y luego, hizo un movimiento con su mano frente al rostro de Neeva para sacarla del trance en el que se había metido. Sin embargo, ella seguía concentrada en su magia. Las ganas de volver a su hogar eran tantas que se le escapó un jadeo agonizante.

Hiraeth tensó los labios, el sudor le recorrió la frente y los insultos se escaparon de sus labios cuando las llamas de Neeva estallaron en la sala y se extendieron en toda la habitación, arrasando con algunos objetos como un cuadro minimalista que quedó reducido a cenizas en el medio del corredor.

Ambos cayeron al suelo de madera barnizada, Neeva temblando como un cachorro desamparado y Hiraeth, por lo contrario, contrajo su rostro en una expresión de mártir, peligrosa y encolerizada.

—¡¿En qué diablos estabas pensando?! —Se levantó del suelo de inmediato, arremangándose la campera de jean hasta los codos para poder ver las superficiales heridas que el fuego infernal de Neeva habían causado.

Al principio, la voz de Hiraeth fue como un repiqueteo en su cabeza. Se encontraba desprovista de fuerzas como para mover siquiera las pestañas y, como le había sucedido la primera vez al conjurar un poco de su poder, sus manos se llenaron de lastimaduras que le provocaron ganas de ocultarse en un rincón a vomitar.

No quería tener que levantar los ojos hacia él, pero se alegró de haberlo hecho ya que parecía haberse calmado internamente. Hiraeth la observaba con un poco de lo que podría denominarse como asombro, suavidad y algo de admiración. Una mezcla que, sin dudas, reconfortó un poco a Neeva que estaba pálida, con el cabello plagado de olor a quemado y bolsas debajo de los ojos.

—Porque... —murmuró, pero se detuvo. Sus pómulos se llenaron de manchas rojas que demostraban su fatiga al igual que su respiración enloquecida que la obligaba a levantar el pecho cada fracción de segundo—. Me necesitan, Hiraeth.

Él negó con la cabeza, sus manos fueron directamente hacia ella para poder ponerla de pie y entonces, sus dedos algo chamuscados y sucios por el hollín tocaron las mejillas de Neeva mientras que la analizaba detenidamente. Ella se perdió un momento en sus ojos, dos selvas verdes que le resultaban acogedoras y le tranquilizaban los nervios. Dos bosques que desprendían seguridad, control y devoción.

—No es así como funciona, Neeva —le explicó, permitiendo que sus lágrimas humedecieran la punta de sus dedos e intentó que su aspecto frágil y vulnerable no lo conmoviera, pero la verdad era que detestaba verla de ese modo—. No sabes hacer portales y volver a Lightworld no es lo mismo que intentar salir, hay muchos detalles que aún no entiendes y cientos de ellos podrían liquidarte si no los procesas.

HEART  |2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora