HEART |2|

CAPÍTULO XVI

La oscuridad de una aparición

Cerca de La Jungla; Límite de las Tres Cortes

En una zona desolada y bañada por la amplia capa de nieve, se reunió el primer escuadrón que había estado el día entero intentando poner la mayor cantidad de espacio posible entre ellos y el destruido complejo de la Corte de Silvery.

Habían armado las tiendas cerca de algunos árboles que crecían arbitrariamente en el descampado y que los protegerían un poco si la brisa invernal se tornaba un poco más intensa. La idea de camuflarse entre los inicios de la selva tropical a un par de minutos era tentadora, pero suponía peligros que no podrían arriesgarse a correr teniendo en cuenta la cantidad de niños indefensos que llevaban.

Joanie había logrado avivar una fogata en un claro de tierra seca con la ayuda del Capitán Belford y encima de ella había unas barras de hierro que sostenían dos desafortunadas bestias que habían cazado para la cena cuando se aventuraron en los límites de La Jungla.

Es primer escuadrón estaba encabezado por Magnus Ranger, que se había sentado un rato para calmar los alocados latidos de su corazón que ya no tenía ánimos para largos viajes a pie y mucho menos podía soportar la falta de su hija, cuya compañía se había amoldado nuevamente a él. Sus ojos estaban pegados en el cielo mientras que observaba la poca cantidad de estrellas que quedaban, la falta de poder era evidente y quizá no faltara mucho antes de que todas las constelaciones se extinguieran dejando, de esta forma, a un Lightworld desprotegido.

—El viaje hacia el interior de Allow es de un día y medio. —Joanie permanecía sentada en un robusto tronco húmedo por el contacto de lo poco que quedaba de nieve—. Tenemos que cargar nuestras bolsas con comida y podríamos recolectar algunos frutos, la primera semana será muy dura antes de que podamos asentarnos medianamente en el castillo de los Godrick.

Cuando la carne sobre el fuego estuvo cocida, Joanalixe cortó unas rebanadas que depositó entre algunos panes. No era la gran cosa, pero los demás miembros del escuadrón ­­-un gran puñado de valientes soldados, algunas mujeres y bastantes niños que se habían quedado sin padres luego del último ataque de las sombras­- no les vendría nada mal un par de sándwiches calientes. De hecho, el aroma ya había hecho rugir varios estómagos. Joanie lo repartió la cena en varias canastas para entregarlas a los que se habían amontonado alrededor del fuego.

Magnus admiraba el ambiente con una débil sonrisa. Estaba apenado por cada una de esas personas, no aguantaba verlos recibir su pedazo de comida con un brillo desesperado en los ojos y una mueca de fe. Pena era una palabra que difícilmente describiría lo que el Rey en verdad sentía. No creía que poseyera fuerzas suficientes como para alentar a toda esa gente y, además, verlos cubiertos de mantas, sufriendo la pérdida de su hogar y de sus seres queridos, era un golpe directo al pecho. Magnus ya no tenía más energías para recibir ataques y eso significaba que ya no podía levantarse y defenderse como lo hacía antes.

Tomó su sándwich de la canasta y lo comió con lentitud mientras que sus piernas se calentaban por la cercanía de las brasas; sabía que debía saborear cada trozo porque había pensado en ofrecer su segunda porción a un hombre anciano que había visto muy decaído durante la larga caminata.

Su hermana pequeña, otra vez sentada en su lugar junto a Andrux, le dirigió un pequeño asomo de sonrisa con las mejillas llenas de migajas. Siempre hacía eso cuando notaba todas las cosas que pasaban su cabeza como un meteorito sin rumbo. Se extendió hasta él y le tomó la mano con mucha fuerza, un gesto de confianza y esperanza que todos en el escuadrón percibieron.

—Ve a descansar, yo haré la primera guardia con un puñado de soldados. —Magnus asintió, pasándose las manos por su traje equipado para el frío y sus ondas castañas cayeron junto a su barba que pronto volvería a tornarse tupida y descontrolada—. Todo estará bien, hermano.