CAPÍTULO III

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Desempolvar memorias, desencadenar agonías.

En algún inhóspito rincón del universo

Procesar la verdad cuando te das cuenta de que siempre se trató de una larga lista de pequeñas mentiras, quizá es una de las tareas más difíciles en las que uno suele someterse cuando parece como si el mundo se viniera abajo.

Además, Neeva no tenía mucho más que hacer al verse encerrada en una espaciosa habitación circular ambientada como si hubiera retrocedido decenas de años en el tiempo.

Sus pómulos estaban algo hinchados por tanto llorar y sus ojos eran dos enormes océanos irritados que parecían perdidos. El cabello, una castaña melena desordenada, lo tenía desparramado en su espalda y aunque se sentía limpia y renovada, jamás había sentido tantas ganas de pegarse una ducha de agua fresca.

No quería tener que sentarse en un rincón abrazando sus propias piernas como una pobre niña, pero levantarse del suelo era un gasto de energía que no se podía permitir. Si había algo que tenía claro, era que una loca y rubia mujer la tenía encerrada en contra de su voluntad y no sólo eso, sino que sabía demasiados detalles sobre ella, como si la hubiera estado espiando durante toda su vida.

El cansancio se acoplaba a sus músculos y no había forma de que supiera la verdad, pero Neeva estaba casi segura de que aquella señora le proporcionaba alguna clase de sedante para que no tuviera suficiente fuerza para defenderse.

Cuando no estaba ocupada batallando con los desmayos temporales que intentaban vencerla, se la pasaba analizando cosas dentro de su cabeza, repasando todo lo que pudiera para no perder la razón.

Comenzaba con Anthony, el sujeto delgado como un fideo que en algún momento había sido su mejor compañía y quien, después de todo, la había estado engañando desde el principio. Había fingido que estaría ahí cuando ella lo necesitara, que le importaba su bienestar y que se tomaba las molestias de ocultar el secreto de Joanie sólo con la intención de verla.

Ahora que sabía que era un Khillin, todo tenía sentido.

"No podré escalar hasta tu ático por mucho tiempo más, debemos fugarnos juntos y comenzar de cero". Neeva recordaba haberlo escuchado con los ojos abiertos por la conmoción. Se había lanzado al vacío por él, porque lo quería y porque estaba segura de que una vida nueva con Anthony sería el mejor destino que podía buscar.

Pero, había algo que no cuadraba en su rompecabezas mental. ¿Por qué tomarse tanto tiempo para matarla cuando pudo haberlo hecho desde el primer día en que la encontró? Neeva no podía responder esa pregunta.

¿Acaso alguien podía fingir estar enamorando por tanto tiempo? Quizá Anthony le había dejado todas las pistas para que entendiera lo que ella significaba para él: una misión que acatar y una muerte necesaria para ganar una guerra.

Neeva se sentía como una inútil cada vez que recordaba sus ojos iguales a un cielo despejado que se posaban en ella durante largas horas mientras que pintaba en sus lienzos; su rubio cabello igual de resplandeciente que una estrella llena de vida y sus abrazos dulces enroscándose a su alrededor, haciéndola sentir mejor cuando el aislamiento en el ático se volvía insostenible.

Tenía mucha suerte de que Quinn la hubiera hallado antes de que Anthony se arrepintiera y le clavara una navaja en la espalda mientras dormía.

Quinn Belford...

Si cerraba los ojos con suficiente fuerza, aún podía sentir su pecho y la suavidad de sus dedos meterse en su cabello, acariciándole la cabeza cuando tenía un mal sueño, sonriéndole por la mañana y arrastrándola a la cama cuando hacía un intento por levantarse.

Extrañarlo a horrores era una definición penosa en comparación a lo que verdaderamente sentía. El corazón se le había vuelto una máquina perezosa, pero cuando pensaba en él, era igual que volver a flotar y una pequeña sonrisa se elevaba en sus labios.

Luego, surgía la cruda realidad que la golpeaba a mazazos, haciéndola entender que miles de dimensiones y fuerzas los separaban en aquél momento. No sabía cuándo lo volvería a ver, no sabía si podría sobrevivir a lo que aquella mujer le estaba haciendo.

"Nadie iba a rescatarla esta vez, nadie..."

Hizo un esfuerzo sobrehumano para levantarse y echarse en la cama, tapándose con las mantas hasta la barbilla. La única ventana estaba cerrada y las cortinas la cubrían casi por completo. Ya había intentado abrirla, pero sus dedos ni siquiera llegaban a tocarla, como si hubiera una barrera invisible interponiéndose.

Mientras dormía, una bandeja con más comida había aparecido sobre el escritorio, la cual Neeva se había convencido de no tocar por si se encontraba envenenada. Esta vez, se trataba de una canasta con bollitos saborizados tan apetitosos como los de Dolly's y una taza de helado té negro.

—¿Cómo se encuentra mi huésped favorita?

La delgada y alta puerta de un pálido color lavanda volvió a hacerse visible y se abrió en un chirrido, dejando pasar a la única persona que siempre iba y venía.

Neeva soltó un bufido, era lo único que podía hacer considerando que, por lo general, mover un dedo cuando aquella mujer estaba presente era igual que perforarse la piel con la punta de un cuchillo.

—Quiero salir... —musitó Neeva pidiendo piedad, moviéndose en la cama con espanto mientras la señora se acercaba con una sonrisa.

—Pero si te he tratado como la princesa que eres, ¿por qué querrías marcharte?

Luchó contra el dolor que hizo un recorrido desde su nuca hasta su espalda baja y se sentó colocando algunas almohadas detrás de ella. Una gota de transpiración le cayó por la frente y no pudo quitársela.

Las plantas de la biblioteca estaban marchitándose, pero cuando la mujer corrió las cortinas y la luz que atravesaba la niebla las tocó, comenzaron a moverse como si estuvieran bailando. Neeva ya se había acostumbrado a ese pequeño detalle, le resultaría insólito que no lo hicieran de ahora en más.

—Porque yo no quiero estar aquí —dijo inspirando con fuerza y de repente, el dolor se detuvo—. Tengo que irme, tengo que...

—No —La detuvo—, no hasta que lo tenga todo.

—¿Qué es lo que necesitas de mí?

—Lo que todos quieren de ti, Neeva.

—Quieres mis habilidades —Lo entendió mientras que miraba hacia el techo, como si estuviera embalsamada—. ¿Cómo es que no lo percibí antes?

La mujer se acomodó un mechón de su rubio cabello detrás de su oreja. La miraba intensamente, como si no pudiera poner su atención en otra cosa que no fuera Neeva. Como si estuviera emocionada.

—Pero no puedo quitártelas, no ahora.

Se levantó y arropó a Neeva con más mantas aunque no era frío exactamente lo que tenía. Le acarició uno de los costados de la cara y luego, la apretó con falta de cariño, pero su sonrisa maternal seguía intacta.

Neeva abrió la boca para decirle algo, pero luego volvió a cerrarla. Tenía la cabeza abarrotada de memorias que aparecían como pequeñas láminas interponiéndose una encima de otra y el cansancio volvía a asomarse detrás de sus ojos azules, emitiendo chispazos que no duraban más que unos minutos.

—Sólo dime en dónde estamos, por favor, sólo pido eso —consiguió murmurar, sus ojos daban vueltas y sus párpados temblaban.

—¿Y que tu alma se comunique con la de ese Quinn Belford? —habló la mujer ajustando las vendas de Neeva a sus brazos y obligándola a tomar sorbos de su té—. Eso no sucederá, Neeva, sé todo sobre la conexión que tienen sus auras, yo solía tener una hace tiempo. Quizá ahora nada de lo que te digo tiene sentido, pero créeme que existe una razón por la que debes quedarte conmigo que nos beneficiará a ambas —explicó mientras que asentía con locura—. Yo me haré con el poder que injustamente posees y tú... Desaparecerás de la maldita profecía en la que no pediste ser mencionada.

Justo después, las luces parpadearon.

HEART  |2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora