EVIGHEDEN
Hace 20 años en Caezdra; Allow
La inusual y extraña lluvia torrencial había cesado, pero como en la mayoría de los desiertos, la noche se tornó en una ventisca de arena que picaba las piernas de las dos muchachas que se abrieron paso por las dunas para abandonar el cálido abrigo de la caverna en los acantilados.
—Tenemos que ir a la ciudad. —La afirmación de la princesa de Allow, Kathamira, fue tan autoritaria que a pesar del dolor, Atlory hizo un esfuerzo sobrehumano por levantarse ya que las lastimaduras y graves heridas volvían a lucirse en su pálida piel—. Te he quitado el dolor, pero estoy segura que debes tener alguna hemorragia interna y no hay manera que pueda curarte eso otra persona que no sea una Assarina experimentada de Caezdra.
—No creo poder lograrlo, princesa.
Atlory cada vez perdía más fuerzas y el frío la hacía temblar. Kathamira había resuelto medianamente ese inconveniente al quitarse el abrigo de piel verde como los pinos para poder cubrirle los hombros y todo su torso desnudo.
—Me niego a creer eso, Atlory —le dijo al arrastrarla con fuerza. Se negaba a dejarla descansar en el desierto que parecía interminable y que estaba plagado de criaturas horrendas contra las cuales no tenían oportunidad de encontrarse con alguna por el camino—. No me dejes ahora, acabamos de conocernos —le susurró para darle ánimos.
Atlory dirigió sus dos ojos negros directamente hacia ella y una sonrisa débil se extendió en la comisura de sus labios. Su rostro era una combinación de facciones extrañas muy tonificadas ya que no había grasa extra debajo de su piel y la princesa de Allow supuso que eso se debía a la falta de alimentación. Kathamira no terminaba de decidir Atlory le atraía o la aterrorizaba; al mirarla detenidamente mientras continuaban con su caminata, pudo advertir su nariz puntiaguda como el hocico de uno de los verdes dragones Fexae que habitaban en Oxygen. Sus cabellos eran una maraña oscura como el infierno que se desataba en sus ojos y las chispas verdes se cruzaban en ellos cada tanto, como si quisieran salir de su escondite. También estaba el significante detalle de una cicatriz en su sien, como si se hubiera lastimado con algo severamente y el extraño hecho de que en su muñeca no había ni rastros de una marca familiar.
Atlory representaba uno de los más grandes misterios que Kathamira había podido percibir en toda su vida y le gustaba la sensación de tener algo tan nuevo y genuino junto a ella.
—¿Cuánto falta? —preguntó Atlory, sacándola de sus pensamientos.
La princesa de Allow volvió la vista al frente. Las casas de los primeros pueblos se hicieron presentes y las luces titilaron mientras que se desplazaban entre las dunas. La emoción vibró entre ellas y cuando ambas se giraron para admirar sus respectivas sonrisas de victoria, lograron que sus rostros se mantuvieran a unos simples centímetros de distancia. Kathamira resopló sutilmente, como si se hubiera quedado sin aire y luego volvió a caminar con Atlory encaramada sobre ella.
—Tengo un contacto en el sanatorio —le aseguró mientras que se aferraba al brazo que había puesto alrededor de sus hombros para poder afirmarla contra ella. Atlory necesitaba que la ayudaran urgentemente y luego que la asistieran, deberían escapar tan pronto como les fuera posible; Kathamira estaba segura de que su padre ya habría enviado soldados en su búsqueda para devolverla al castillo o peor, al calabozo—. Te curarán en un santiamén, te dejarán como nueva en unas horas...
Eso seguramente hubiera sido verdad, pero entonces, el pie de Atlory se atascó entre una roca. Su aullido de dolor resonó entre las dunas y la sangre brotó desde su tobillo roto, sus huesos estaban débiles. Kathamira se ahogó en sorpresa cuando su tacto la abandonó y la chica de cabellos negros cayó al suelo, completamente inconsciente.
—No, no, no... —Su voz fue un llanto fragmentado—. ¡Atlory! Despierta, despierta, ¿me oyes?
Ella no lo hizo, no dio señales de vida, pero una criatura hambrienta a unos kilómetros de distancia sintió los llantos desesperados y el intenso olor a sangre fresca. Sus ojos violetas se chocaron con los cuerpos de las muchachas que yacían en las dunas. No lo dudó ni un segundo, el rugido de su estómago fue incentivo suficiente y comenzó a deslizarse rápidamente hacia su presa.
Incluso antes de que se acercara la Vitacorta, una serpiente de anillos dorados que se camuflaban en la arena, de cuatro metros de largo y que podía tragarse sin problema a dos muchachas indefensas, Kathamira sintió cómo se deslizaba rápidamente y el infernal sonido de sus anillos chocando contra el suelo.
Se dio vuelta, su rostro se había contraído en facciones seguras y listas para el enfrentamiento. Se negaba a dejar morir a su nueva compañera que no había siquiera abierto un ojo. Kathamira no sabía exactamente por qué continuaba protegiéndola si apenas la conocía, pero había algo dentro de su pecho que le gritaba que debía mantenerse junto a ella costara lo que costara.
Podía dejar a Atlory a merced de la Vitacorta, podía usarla como señuelo y correr desesperadamente hacia el centro de Caezdra para que la bestia de escamas opacas y afiladas no la alcanzara. Ese plan no tenía chances de algún fracaso, pero si se quedaba allí y sin ningún arma, Kathamira no tenía posibilidades de sobrevivir.
Cuando la princesa fugitiva pensó en utilizar su don para cambiar el rumbo de la Vitacorta, Atlory despertó, aferrándose de la arena para poder impulsarse hacia arriba. Todo sucedió repentinamente, pero ninguna de las dos lo olvidaría con facilidad. El cuerpo de la futura Reina de las Tinieblas impactó contra el de Kathamira, alejándola del centro de la batalla.
Acto seguido, sus manos llenas de arena se aferraron a la cabeza de la Vitacorta, cegándola temporalmente con los granitos dorados mientras que se sacudían en el aire. Tirada en el suelo, con los cabellos cobrizos inundando su vista, Kathamira asimiló el espectáculo con espanto.
La serpiente se zarandeaba sobre la parte inferior de su cuerpo, pero ya no tenía escapatoria mientras que las garras largas y negras de Atlory se enterraban entre sus escamas más suaves, justo debajo de su mandíbula.
—¿Pero qué...?
La Vitacorta cayó sin vida, Atlory iba montada sobre ella y llena de la sangre del bicho que comenzaba a mezclarse con la suya. Sus ojos eran dos infiernos verdes llenos de poder, su fuego interno se había despertado y pequeños relámpagos pasaban corriendo por sus palmas mientras que ella se metía las yemas por la punta de la lengua.
—Podrían aparecer más, ¿cierto? —preguntó mirando en la dirección de Kathamira, que en lugar de contraerse y escapar, se acercó como si hubiera encontrado un tesoro enterrado miles de años atrás—. Tenías razón, Caezdra está muy cerca. —Se rio cuando se percató de la mirada embobada de la princesa—. Mira las luces, Kathamira, ¿no son muy bonitas?
Atlory se bajó de la serpiente con el tobillo aún sangrando, pero en su rostro no había rastros de dolor.
—Sí, sí, muy bonitas...
Pero Kathamira no había quitado su vista del rostro de Atlory.
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¿Qué les pareció este capítulo?
Me di cuenta de que no estoy dejando tantas notas en los capítulos y ¡quería saber qué piensan de Heart hasta el momento!Nos vemos pronto y gracias por continuar con la lectura.
Sami.
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HEART |2|
Fantasy[SEGUNDO LIBRO] "Atlory colocó su corazón palpitante dentro del cofre, lo guardó bajo llave donde nadie más pudiera encontrarlo y entonces, la guerra oscura comenzó." Neeva ha alterado el curso de todo lo que sus enemigos tenían planeado, pero como...