DIECISIETE

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TYSON CUSIC

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TYSON CUSIC.

Al llegar a casa de papá las ganas de desahogarme se esfumaron, simplemente preferí no hablar del tema, opté por descansar.

La cabeza me daba vueltas. El vacío en mi pecho, vaya que sí dolia.  Ella no fue a verme, esperé durante mucho tiempo una llamada, un mensaje, una señal pero con el paso de los segundos, los minutos y la hora el vacío me llenó por completo. Mi mente sabía que ella no iba a mostrar ninguna señal de su preocupación por mi, mientras que mi corazón se negaba a la cruda realidad.

Asco de vida.

—Tyson, ¿Estás despierto?—Llamó mi padre desde el otro lado de la puerta.

Pase mis manos por mi rostro, respiré hondo y traté de sonreír lo más feliz posible, caminé hacia la puerta y la abrí.

—¿Qué pasa?

—Derek está esperándote en la sala.

Salí de la habitación y cerré la puerta, miré a mi padre a los ojos y sonreí, puso su mano en mi hombro para después darme la espalda y caminar hacia su habitación, la expresión de su rostro reflejaba mucho el cansancio. Debo de admitir que a veces me siento como un gran estorbo, soy una gran carga para mis padres.

Derek estaba esperándome, recostado sobre el sofá, con la mirada perdida en sus tenis. Me aproximé a pasos lentos, me coloqué frente a él e hice un chasquido de dedos para llamar su atención.

—Tenemos mucho de que hablar.—Soltó Derek, con fastidio. Se puso de pie y metió las manos en los bolsillos de su pantalón— ¿Quieres hablar o prefieres que me vaya?

Crucé mi brazo sobre sus hombros y lo guié hasta el patio trasero.

—Es más divertido escuchar tus problemas que estar tirado en la cama comiendo como cerdo y viendo estupideces en internet.— Retiré mi brazo y me giré hacia él— Mentiras, es más divertido estar en internet pero ¡Ah eso qué! Cuéntame.

Justamente cuando Derek abrió la boca para pronunciar su penuria mi padre nos interrumpió.

—Tyson, tienes otra visita.

Sentí un choque eléctrico que ánimo cada célula de mi cuerpo, mi corazón brinco de alegría, anhelaba mucho verla. Sin esperar un segundos más me giré, sentí la asquerosa decepción por segunda vez en el día.

No era Jyle, era Alondra.

—¡Ey! ¿Cómo te encuentras?—Interpretó Alondra, acercándose con esa sonrisa llena de alegría.

Miré de reojo a Derek. Su sonrisa ancha, esos ojos alegres delataban lo feliz que se encontraba de tan solo verla de pie, frente a mi con una caja de dulces entre sus manos.

—¿Son para mí?—Señalé la caja entre sus manos.

Dejó de sonreír para mirar el objeto en sus manos, alzó la mirada y sus mejillas se ruborizaron y esta vez sonrió de manera nerviosa, asintió con un movimiento de cabeza y la acercó a mi, di un paso hacia ella y justamente en el momento en el que iba a tomar la caja sentí esa presencia, esa mirada que a tanto me había acostumbrado, enfoqué mi mirada hacia la persona que se encontraba recostada sobre el marco de la puerta.

Pasé por un lado de Alondra para aproximarme hacia ella. Estúpida sensación. Me sentía tan jodidamente alegre. Cuándo ya la tenia lo suficientemente cerca la abracé.

—¿Estás bien?—Me susurró, acariciando mi espalda con sus pequeñas manos.

—¿Tú lo estás?—Corte el abrazo para mirarla a los ojos.

Asintió con la mirada. Se veía tan hermosa, demasiado. La abrace de nuevo, había extrañado tanto su tacto. Mierda. La quiero más que a mi mismo.

—Veo que te hice mucha falta eh.—Pronunció entre risas.

—Algo.

Su mirada se perdió en la dos personas que se encontraban detrás de mí. Miré hacia atrás, Alondra y Derek me miraban con expresiones que no supe descifrar.

¿Enojo? ¿Lastima? ¿Frustración?

Alondra, sin dejar de mirarme a los ojos empezó a acercarse hacia nosotros, cuando llegó hasta a mi me acercó la caja, la tomé y antes de pronunciar la palabra "Gracias" se marchó a pasos agigantados, seguidamente Derek se fue detrás detrás de ella no sin antes dedicarme una mirada llena de seriedad.

—¿Derek aún sigue enojado conmigo?—Preguntó Jyle, observándo como Derek se marchaba.

—Pregúntaselo a él.—Repliqué caminando hacia la cocina, me acerque a la mesa y ahí deje la caja de dulces— ¿Porqué tardaste?

—Muchas cosas que hacer.

En ese momento mi padre se apareció, miró detenidamente a Jyle luego miró hacia el patio trasero.

—¿Dónde están los demás, Tyson?—Cuestionó sin dejar de mirar que Jyle.

—Se fueron.

—¿Tan pronto? Pero... ¿Si acababan de llegar? Incluso iba a preparar algo...

—No soportan mi existencia.—Interrumpió Jyle, mientras miraba los detalles del lugar— No aceptan nuestra relación.

—Yo tampoco.—Murmuró mi padre mirándome con desaprovacion.

—A usted tampoco nadie lo acepta, o debería decir, a usted tampoco nadie la acepta.—Contraatacó Jyle, con burla.

—Jyle cuida como le hablas a mi padre.— Empujé la caja y me giré hacia ella, miré rápidamente el rostro de mi padre y en ese momento supe que no fue buena idea que Jyle hubiese decidido visitarme aquí— Nos vamos.— Caminé hacía ella y la tomé del brazo, sin hacer mucha fuerza la guié hacia la salida.

—¿Qué?—Carcajeo Jyle, empujándome para que soltara su brazo— Fue solo una broma.

—Había olvidado la clase de humor que usas.

Jyle se cruzó de brazos y resopló, miré hacia atrás para asegurarme de que mi padre no nos estuviese viendo.

—Jyle, un poco de respeto hacia las personas no está mal.

Dio un paso hacia mí y achicó los ojos mientras relamia sus labios.

—¿Me estás diciendo maleducada?

Apreté mis labios y rogué en mis adentros que por favor no iniciara una discusión, es lo que menos deseo en este momento.

—Solo te estoy pidiendo un poco de respeto hacia mí padre.—Repliqué con un tono de voz amigable.

Jyle me empujó e intentó irse pero logré detenerla.

—Suéltame Tyson.—Ordenó con furia sin mirarme a los ojos.

La solté y me coloqué rápidamente frente a ella— Vamos Jyle, no hagas esto por favor.

—Qué asco. Perdí mi tiempo al venir aquí, ¿En qué mierdas estaba pensando? ¡Quítate!—Exigió mientras me empujaba.

—Jyle, por favor, hablemos.

—¡Qué no imbecil!—Gritó y en ese instante estampó su mano contra mi mejilla.

Retrocedí dos pasos y me quité de su camino, sin decir una sola palabra se alejó a pasos acelerados, yo me quedé allí, quieto, con el ardor en mi mejilla viendo como se alejaba sin mirar atrás.

Vamos no llores.

Me repetía mentalmente una y otra vez. La rabia, el dolor y la decepción, son sentimientos que me son difíciles de manejar. Apreté mis labios y mis párpados para contener la furia que quería desatar en forma de llanto. Dolieron más sus palabras que su cachetada.

Nota de la autora:

Muchas gracias por leer persona hermosa.
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Porque Maté A Alguien Por Ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora