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Otra noche, sí, solo necesitaba otra noche con alguna chica para olvidar que el destino quería que fuera gay. Había esperado tres días para que por fin sea viernes y tener permiso de sus padres para irse de noche de fiesta. Corrió al baño de su casa para tomar una ducha de cinco minutos y salir en toalla y con el cabello mojado. Fue a su habitación y tomo un bóxer negro con el elástico azul y se lo puso, por fin, soltando la toalla y dejándola en el suelo.

Tarareando una canción pegadiza busco unos jeans súper skinny color índigo. Luego de ponérselos faltaba buscar tapar su torso, eligió una camisa blanca con un zorro geométrico y de líneas naranjas. Agarro una camisa informal de manga corta a cuadros rojos y negros para colocarla por arriba de la remera sin cerrar los botones. Se agachó para buscar en un cajón medias y tomo unas cualquiera y fue por sus amadas zapatillas de la suerte de ya un poco gastadas; pero siempre que las usaba en alguna competencia de deporte ganaba y en este tipo de noche, para encontrar una chica linda.

Eran de color naranja, simples, no eran la mejor marca ni la más barata, solo eran cómodas y eran sus amadas zapatillas deportivas de la suerte. Entre el cajón de medias también busco unas muñequeras de un naranja más llamativo que sus gastadas zapatillas y se las puso en ambas muñecas.

Se miró al espejo de cuerpo completo, que estaba en la puerta de su placar. Se vio y… se sentía lindo, se sentía lo suficientemente bien y de humor como para rebuscar en el suelo de su armario, al fondo, su neceser.

Adentro contenían productos de belleza. Maquillaje en otras palabras. Tomo su único labial rojo transparente con brillos y sabor frutilla. Lo aplicó y juntó sus labios y tiró un beso al espejo. Comenzó a reír en voz baja por su actuar.

— Debería juntarme con más chicos, vivo rodeado de niñas que hasta se me pegan sus costumbres. — Se reprochó a sí mismo en voz baja. Siguiente tomo un rimel dorado y no dudo dos veces en también darle un buen uso. Creía que con eso ya era suficiente. El maquillaje tampoco haría milagros con su rostro, así que tomo su colonia de hombre y aplicó en su camisa, muñequeras y cabello. En la ropa y cabello duraba más que en la piel, o eso decían las revistas de belleza y su propia experiencia.

El cabello lo dejo con su típico desorden de mechones rubios, o lucharía en peinarlo cuando jamás podía domarlo. Escucho como su madre se acercaba a su habitación y en segundos ya estaba de nuevo en el suelo guardando en la caja de zapatos el neceser al fondo. Si sus padres veían el maquillaje se harían ideas erróneas, si tenía gustos… No tan masculinos, pero le gustaban las mujeres y de ello estaba seguro.

— ¿Qué escondes, pequeño travieso? — Su madre se acercó intrigada a dónde su hijo estaba arrodillado y con una sonrisa y ojos curiosos seguís todos sus movimientos.

— ¡Nada, dattebayo! — Mierda, eso sonó con más nervios y temblorosa voz de lo que pensó. — Solo buscaba el collar que me dio la abuela, creo que estaba por aquí. — ¿Buscar? No. Él sabía perfectamente dónde estaba esa joya. Era algo de mucho valor, y ya no hablaba de dinero, hablaba de valor sentimental.

— ¿Lo volverás a usar? — Pregunto ilusionada y emocionada la pelirroja, su hijo volvía a ser ese niño dulce y alegre que ella tanto extrañaba.

— Yo... No lo sé, únicamente lo utilizaré hoy. — Abrió el último cajón y allí estaba, dónde lo había dejado hace diez meses. Se lo puso, si, le quedaba bien.

— ¿Y~ adónde vas tan arregladito? ¿Por fin conseguiste novia~, galán? -Pregunto con tono coqueto, al igual que su sonrisa y movimiento de cejas. Naruto nada más negó con la cabeza, pero tampoco le podía decir "Mamá, me voy a un antro a tener sexo con una cualquiera". No, claro que no.

- No, mamá. Sabes que no me interesan esas cosas. - Su madre suspiro, el ojiazul tenía razón. El amor llegaría cuando le tenga que llegar, y lo notarían todos porque el amor trae felicidad desde la ingenuidad y pureza, así que todos notarían ese cambio drástico en Naruto. — Voy a salir con unos amigos de fiesta, prometo llegar antes de las 2 am... pero, ¿Me das permiso-ttebayo? — Su mirada cansada tal vez fue lo que enternecido a su madre, porque no utilizo la técnica ninja que usaba de pequeño: ojitos de perro. Tal vez vio sus ojos candados de todo y al decir que iba a divertirse algo la conmovió. Y efectivamente fue así.

𝗝𝗼𝗱𝗶𝗱𝗼 𝗵𝗶𝗹𝗼 𝗿𝗼𝗷𝗼. ⚣︎⚤︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora