Capítulo 4

17 4 0
                                    

Capítulo 4


Hacía diez días que no veía a su hijo. Estuvo sintiéndose muy mal extrañándolo y viendo que en la forma en que vivían, tal vez Mariano, se avergonzara de su padre. Pensaba que si Mariano viniese a visitarlos no tendría qué darle de comer. Por supuesto, era una enorme trampa la que se había puesto; tan grande que comenzó a llorar por ello. En realidad, Él extrañaba no poder darle a Mariano todo lo que se le antojara como hacía antes, ya que su hijo no tenía que pedir algo más de una vez para conseguirlo; así fuera lo más superfluo y costoso.

Habían ido a un supermercado a comprar algunas provisiones, y en un negocio que vendían pájaros, vio un Calafate que estaba enjaulado. Mi discípulo se acercó a la jaula y notó tristeza en la mirada del pajarito. Emitía un piar lastimero, o eso sintió Él (En verdad escuchaba su propio piar). Estuvo a punto de comprarlo para después liberarlo; pero decidió no hacerlo porque no podían gastar ni un solo centavo extra, ya que las reservas eran exiguas. Se sintió bien pensando en la intención que había tenido. En la casa lo conversó con Ella.

—¡Qué bueno! ¡Qué grande! Te sentís poderoso por eso, ¿no? ¡Vos podés devolverle la Libertad a ese pajarito!... ¿Y si ese pajarito no quiere su Libertad? —señaló Ella

—Sí, me lo planteé. Estuve analizando mucho esa actitud mía y sé que me sentí muy Importante por haber tenido un pensamiento "tan elevado": "Yo, el defensor de la Libertad de un ser tan chiquitito e indefenso", y después pensé que, en realidad, ese pajarito cayó en la trampa por ser predecible; el que lo cazó conocía sus rutinas y por eso lo atrapó; el pajarito eligió ese destino. Y si yo lo comprara para rescatarlo, después caería otro, y otro, y otro; ¡o tal vez el mismo, nuevamente! Y veo que lo que me estaba pasando con Mariano era porque estaba siendo rutinario y caía en mi propia trampa. Si él viene y no le gusta cómo vivimos no tiene que importarme lo que piense; ésta es mi elección. Lo que realmente ocurre es que no me gustaría que me criticase con su madre o sus abuelas. En realidad: no quiero que mi imagen decaiga ante él. —expresó, entonces Ella le preguntó

—¿Y eso no es Importancia?

—¡Lo sé!... ¡Pero!... —la charla siguió, y después decidieron hablar conmigo:

—¡Son impecables! —les dije

—¡Entonces, la deducción que hice de mi trampa con respecto a Mariano era acertada!

—¡Sos muy bueno para las deducciones! ¡Como la del pajarito! Deben aprender de ellos sus rutinas, cómo se alimentan, dónde se alimentan, su vuelo, dónde duermen, dónde tienen sus nidos, pues eso les ayudará mucho; más de lo que piensan.

Debo decirles que los Espíritus de la Naturaleza, que los aman (algunos no tanto), están felices, porque ustedes, con su amor, les permiten manifestarse en todo su amor. —expresé

—¿Los que no nos aman tanto, también están felices? —preguntó Ella

Sí, pero son desconfiados.

El hombre depende de la Naturaleza. Aquel que hunde sus manos en la tierra para plantar la semilla, aquel que se arrodilla en la tierra, que ama a las plantas y a los animales, no el dueño de la tierra, sino el que la trabaja, es un buen hombre. En el planeta Tierra existen muy pocos lugares con la energía que tiene su lugar. Un Maestro debe saber encontrarlo, y ustedes lo encontraron. Por eso deben cuidarlo. No gasten energía tan valiosa.

Un hombre pide disculpas a una planta cuando la arranca. Si tenemos que alimentarnos, debemos agradecerle y pedirle permiso. Hundir la pala solo lo necesario. Eso debe formar parte de sus vidas. Todas las plantas van a estar muy felices en su lugar, porque ellas perciben su amor. —se miraron sonriendo y luego Ella comentó

—Nos dijeron que existe un lugar cercano en donde hay cuevas.

—No es aconsejable para ustedes visitar cuevas estando solos. Sí, puede ser, acompañados de otras personas. En ese caso, nada les sucederá.

—¿Cuándo venga Mariano habrá pruebas, también? ¿Las energías negativas nos atacarán como hasta ahora? —preguntó Él preocupado

—No lo sé. Pero algo haremos. Con el mal, nunca se sabe. Por eso hay que estar siempre preparados



Diario de Él — 30 de Junio de 1994:

Cuando Wilheim habló de aquel hombre que ama a la Naturaleza y aclaró que era el que se arrodillaba, el que hundía sus manos en la tierra y "no el dueño" de la misma, sospeché que había un mensaje dentro del mensaje, y que el mismo se refería a Juan. ¿Sigo pensando mal?

Me molesta mucho que Juan no comparta gastos en la comida sabiendo que no tenemos reservas. Él tiene un buen sueldo y se queda siempre a comer, en forma abundante, con nosotros y después se va; cuando, en realidad, si de compartir se tratara, podría ayudarnos con la construcción hasta que termine el día, o para ayudarnos en tener menos gastos podría comer en lo de su madre, o traer algunos víveres. Esto debo cambiarlo, erradicarlo de mí. Son sentimientos mezquinos, seguramente, porque a Ella le encanta que Juan esté con nosotros. Lo quiere mucho. Indudablemente, esa amistad viene de otra vida, de cuando él era Don Alvarado, porque no puedo explicarme que haya un sentimiento tan grande y de tanta confianza en tan poco tiempo (si es que él se muestra tal cual es, aunque tengo mis dudas).


Diario de El — 1 de Julio de 1994:

Siento celos de Ella. Me molesta que se adelante cuando vamos caminando y que la miren; eso hace que trate siempre de tenerla tomada por la cintura pues ridículamente creo que al hacer eso no la miran (¡Qué estúpido me siento escribiendo esto, pero es así! ¡Es "la posesión del objeto", pero no lo puedo evitar); trato que Ella no se de cuenta, pero mis actitudes me ponen en evidencia. Me molesta que sea tan efusiva y cariñosa y se abrace con Arturo o con Juan y que ellos respondan abrazándola a Ella. Me acuerdo cuando a Susana, cuando éramos novios, le prohibí que saludara con un beso a mi hermano y a mi viejo. También debo decir que me rompe enormemente las pelotas que Ella use minifalda y que defienda su uso. ¿Por qué? Porque tengo la mente podrida. Porque siempre que vi a una mujer con minifalda traté de ver más arriba de la pollera; era como una excitación sexual muy fuerte que sentía; si veía la bombacha era como que me mostraban una parte muy íntima y sabía que después del delgado velo de la trama no había más que la entrada al placer; por lo tanto, si alguien tiene la misma mente perversa que tenía yo es como si la poseyera. ¡Esto es patológico! ¡Pero también sé que hay muchos tipos que sienten y piensan como lo hacía yo. Creo que ahora no me pasaría (¡Creo!) pero me molesta que los otros sientan lo que yo sentía. Estoy haciendo lo mismo que hacía con Susana y sé que esto lo aprendí de mi viejo; lo del abrazo también, ya que no quería salir abrazado con Ella en aquella foto que nos tomamos en el parque Pereyra, pues considero un abrazo entre un hombre y una mujer como un manoseo y no me gusta que se abrace ni que la abracen. Sé que estoy muy equivocado, pero no puedo evitar sentir lo que siento. Por eso anoche me enojé mucho con Ella y no fui directo al grano, me avergonzaba de mí mismo decirle lo que me pasaba pues sabía lo que me contestaría. Por mi enojo provoqué una discusión subida de tono, estando presentes Arturo y Juan, que terminó cuando, en el momento en que me incorporé no totalmente de la banqueta en la que estaba sentado para tomar los cigarrillos de sobre la mesa y encender uno, al volver a sentarme la banqueta se desplazó como si alguien invisible la moviera y di en el piso. Fue tan ridículo mi accionar dando manotazos para no caer que todos rieron a carcajadas, yo entre ellos. Ella me dijo riendo que había sido Wilheim que me corrió la silla.

Nehuén Curá - Un viaje de Ida - (Libro 3ro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora