Capítulo 39

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Capítulo 39

Arturo había vuelto. Después de pasar el resto de la tarde con Ellos y enterarse de las cosas por las que estaban atravesando (incluido el embarazo), decidieron preguntarme qué tipo de experiencia podrían hacer en la noche con la hermosa luz de luna que había.

Dije que era apropiada esa noche para una buena experiencia, y que la misma serviría para "Ver" el movimiento de las rocas.

Debían ir frente a rocas más altas que la estatura de ellos y observarlas sin prejuicios perceptivos. Solo observarlas detenidamente y tratar de ver y sentir con todo el cuerpo lo que se ve; que, por supuesto, no era lo mismo ver que mirar. Que también lo podrían hacer con rocas pequeñitas; para ello debían buscar una roca pequeña y ponerla encima de una grande y observarla detenidamente; observar el tamaño y la forma y la sombra de esa roca; que la sombra forma parte de ella, como toda sombra es parte de un cuerpo, la prolongación del mismo; pero debían verla en la forma de ser inorgánico, es decir, con vida propia. En eso consistía la experiencia que se podía hacer con esa luz de luna.

Mis discípulos preguntaron si debían correr en algún momento y les dije que si observaban o escuchaban algo fuera de lo común, debían hacerlo, porque todavía no estaban preparados para enfrentar absolutamente nada. La experiencia debían hacerla mirando hacia el este, y si debían correr les recordé esa marcha levantando las rodillas hasta el pecho.

Fueron hasta las rocas y estuvieron largo rato. Cuando volvieron, aún agitados por haber corrido, charlamos.

—¿Qué pasó? —pregunté, y Él tomó la palabra

—Fuimos hasta las rocas y buscamos una que nos pareció apropiada. Nos sentamos y en el instante en que comenzamos a percibir algo, escuchamos una especie de gallináceo que, según mi compañera, era una mezcla entre animal y humano; fue como un gemido fuerte seguido por un silbido. Estuvimos a punto de salir corriendo en ese momento, pero decidimos quedarnos. Se oyó un nuevo silbido que coincidió con ruidos entre las rocas.

—Claro —dije—; evidentemente están cerca de los Espíritus de la Naturaleza, porque, generalmente, se tarda mucho en encontrarlos o en percibir señales. Esto es bueno para ustedes porque están poniendo Intención en lo que hacen, y los espíritus lo saben. Muy probablemente son seres inorgánicos los que escucharon, y tienen relación con las rocas. Es probable que así sea. Aparece como un gran animal, un mamífero que no termina de serlo del todo.

—Yo vi como un puma. —dijo Arturo— Pero después me puse a pensar que en realidad era una roca.

—Actuando así se pierde, entonces, la magia del momento y del sentir con todo el cuerpo. Y cuando uno puede ver obtiene Poder, también —le dije—. En todo caso, el prejuicio perceptivo hace que pierdas la oportunidad de obtener Poder Personal. Eso era un "Elemental", sí; así se llamaría.

Ella sentió que la roca iba a venírsele encima y se corrí de ese sitio. —dijo mi discípulo respecto a su compañera

—Sí, puede ser. Y a veces uno se tiene que correr del lugar donde está. —expliqué

—Yo, primero, vi un punto brillante que después parecía ser un ojo que... ¡empezó a mirar!, y después se fue transformando en un animal que sacaba su cabeza, que emergía de la roca y miraba agresivo, amenazante. Después la roca se iluminó hasta la mitad, como cuando el árbol la vez pasada, pero no fue igual; fue muy extraño. La iluminación comenzó desde la parte externa sobre el este y se fue trasladando hacia el centro, como una cortina vertical de luz, conservando la luminosidad que tuvo al comenzar; esa superficie de luz llegó al medio de la roca dirigiéndose al oeste, y cuando llegó a la mitad se paró limitando la superficie con una recta perfecta y comenzó a plegarse nuevamente desde donde había comenzado para perderse en una línea al llegar a la mitad de la roca. ¡Es muy difícil de explicar con palabras! ¿Qué vi? —expuso y preguntó mi discípulo

Nehuén Curá - Un viaje de Ida - (Libro 3ro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora