Capítulo 37

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Capítulo 37


Diario de Él:

Viajamos a Florencio Varela. Cuando salimos recordé a mitad de camino que había dejado bajo la cama, en la casa de Juan, la rueda de auxilio. Mucho no me importó pues las cubiertas eran nuevas antes de emprender el viaje a Nehuén Curá y a pesar que íbamos y veníamos al campo, el desgaste se podría considerar nulo. En un momento el auto empezó a sacudirse. Paré y veo que la rueda de adelante del lado del acompañante estaba muy baja. Regresé dieciocho kilómetros a una gomería que habíamos pasado, pero la cubierta se había dañado demasiado. El gomero colocó un manchón y tuvo que rotarla a la parte trasera. El andar placentero y suave del auto cambió; así llegamos a Florencio Varela.

Nos quedamos en la casa de los padres de Ella. Yo aproveché para llegar hasta La Plata y ver a mi hijo. A la noche ya estaba otra vez con Ella.

Había algo que nos preocupaba y mucho: un retraso menstrual de diez días. Desde mi punto de vista eso era imposible, pues yo consideraba que Ella era estéril, y Ella no sabía si lo era, pues nunca había quedado embarazada; además, no teníamos planificado ser tres. Pensé que podría ser una menopausia precoz o un embarazo psicológico producido por la magia.

Beatriz y su pareja Esteban, aprovecharon para venir con nosotros a Nehuén Curá. Beatriz, el mismo día que viajábamos hacia Florencio Varela, recordó un sueño de una rueda; veía con detalle la rueda girando y no veía el resto del auto, como si una lente enfocara únicamente esa pieza y después se asombró cuando le contamos lo que ocurrió en el trayecto. No obstante, no era para tanto. Ella siempre pudo ver cosas que iban a suceder.

Emprendimos los cuatro el retorno y se desató una tormenta espantosa. Yo pensaba tomar por la otra ruta que lleva a Nehuén Curá y de esa forma ser impredecible ya que en la oportunidad anterior, cuando fuimos a buscar a Mariano, se nos rompió el parabrisas. Salí pensando en eso y de repente me encuentro que estaba circulando por la ruta que no quería tomar. Ya habíamos recorrido varios kilómetros y no podía volver atrás, así que continuamos ese camino. Viajamos de noche. Los relámpagos eran increíbles, aún no llovía. Parábamos de vez en cuando para controlar el manchón de la rueda. De repente comenzó a llover, de tal forma que los limpiaparabrisas no alcanzaban a quitar el agua. Circulamos unos cuantos kilómetros y todos decidimos parar en una estación de servicio hasta que la lluvia y el enorme viento mermaran un poco. Emprendimos nuevamente la marcha y llegando a Nehuén Curá ya no llovía. A la altura en donde se nos rompió el parabrisas estalló el neumático del manchón. Era noche cerrada y había niebla, mucha niebla. Decidí continuar con la rueda en llanta. Se hizo muy difícil pues ese tramo es de subidas y bajadas y curvas marcadas. Entramos a Nehuén-Curá y tratamos de buscar una gomería a esa hora. Dimos con una. La cubierta ya no existía. El gomero ofreció vendernos una usada que no estaba "tan mal" (por supuesto, el precio era como si fuera excelente). Un vecino de la gomería que estaba durmiendo, se levantó y fue a ver qué era ese enorme ruido que había escuchado, y que éramos nosotros con la llanta sobre los adoquines.

Reemprendimos la marcha, la niebla era más espesa aún, llegamos al acceso a nuestra casa y no lo vimos. Tuve que retomar un tramo porque lo habíamos pasado ya que no se veía nada, ni las líneas de la ruta. Cuando llegamos a la casa de Juan tocamos bocina; él había quedado cuidando el lugar, encendió las luces de adentro y abrió la puerta; la luz salió y chocó con la niebla formando una imagen espeluznante. Bajamos todo y nos pusimos a charlar recordando las peripecias del viaje.


Diario dentro del Diario: (sentimientos de Amor Inferior)

Pusimos unos colchones en el suelo y comenzamos a acostarnos. Juan dormiría en nuestra cama, pues ya lo estaba haciendo cuando llegamos. Él estaba parado en la puerta y no se iba a acostar. Beatriz se acostó vestida y se quitó el pantalón debajo de las cobijas. Mi compañera no tuvo eso en cuenta y parada sobre el colchón se bajó los pantalones dejando ver una hermosa y sugestiva tanguita blanca y Juan abrió los ojos enormes y parpadeó; sentí lo que pasó por su mente y me dio asco, pues no era precisamente el sentimiento de la Amistad el que vi en su rostro. Esteban ya estaba acostado, pero la actitud de Juan me recontra jodió. Y ni hablar de la de Ella; quería... ¡no sé! ¡pienso que la hubiera abofeteado. ¡Qué ataque de celos que tuve! No pude dormir en toda la noche. Sentía náuseas. ¡¿Por qué no puedo luchar contra esto?!... Una voz dentro de mí me decía que era porque la consideraba mi objeto y que eso estaba mal; pero otra refutaba que así y todo, yo era el que tenía que compartir para que miraran a Ella, a mi objeto en ese estado sensual y sexual, y yo no podía posar mi mirada en las partes eróticas de las mujeres de los otros porque o no las tenían o no las traían a esa reclusión que estábamos haciendo; por lo tanto, siempre iba a ocurrir este tipo de situaciones y no estaba dispuesto a ello. ¡Realmente, me cuesta, me avergüenza escribir esto!

Nehuén Curá - Un viaje de Ida - (Libro 3ro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora