Capítulo 24

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A Bert le encantaba cumplir cada capricho que Gerard tenía. Esta vez el pelinegro (así es, cambió su color de cabello porque el rojo le había cansado) quería comer helado de menta, y el castaño con mucho gusto fue a la heladería que quedaba a algunas calles de su apartamento. Obvio que no le gustaba la idea de dejar a Gerard solo, porque él estaba embarazado y podría necesitar de su ayuda, pero siempre trataba de apurarse.

Gerard tuvo que levantarse del cómodo sofá al escuchar que el timbre del apartamento sonó unas dos veces seguidas, seguro Bert se había olvidado algo. Con eso en mente abrió la puerta con una sonrisa, que borró rápidamente al ver quien estaba del otro lado. Su respiración comenzó a hacerse dificultosa y los nervios no tardaron para nada en llegar. Mierda.

Frank Iero estaba del otro lado, con su cabello todo rapado y un aro que adornaba sus dulces labios, con una remera manga corta color negra que dejaba ver los tatuajes de sus ambos brazos. Qué tipo tan sexy. Pero no podía pensar en que tan hermoso se veía porque lo primero que Frank visualizó fue su vientre y luego lo miró a él. Traía una bolsa en su mano derecha con lo que parecía ser algún postre o algo así. Tragó saliva y llevó una mano a su vientre.

— Hola, Gee — Dijo Frank con una pequeña sonrisa en sus labios, pero Gerard no pudo hacer lo mismo. Todo era tan repentino que daba miedo.

— Ho-Hola — Tartamudeó.

— Así que sí era cierto — Murmuró viendo el enorme vientre donde su pequeño hijo descansaba. Gerard sentía que sus pies temblaban de los nervios, y claramente esto Frank lo notó. Se acercó al pelinegro y lo tomó del brazo para que no se cayera. — Los vómitos que tenías en las mañanas eran porque estabas embarazado... Por cierto, me gusta tu cabello — Murmuró viéndolo a los ojos. Estaban tan cerca que eso ponía aún más nervioso a Gerard.

— Y a mí el tuyo — Respondió sin despegar sus ojos de los del tatuado.

— Sólo lo rapé — Dijo haciendo una risita que derritió por completo a Gerard. — ¿Quieres sentarte? — Preguntó con su voz dulce y preciosa que hizo asentir a Gerard de inmediato. No quería que esté ahí. En realidad sí, sí quería pero... ¡Maldición! Todo era tan confuso que no podía pensar con claridad. Frank lo sostuvo de su brazo guiándolo hasta el sofá y lo ayudó a acomodarse en éste con sumo cuidado. Una vez que ya estaba bien acomodado se sentó a su lado, y en la mesita pequeña que estaba frente al sofá apoyó el postre que había comprado camino al apartamento.

— Así que te lo dijo — Murmuró Gerard poniendo ambas manos a los costados de su vientre mientras visualizaba su vista al suelo, porque se veía más interesante que ver a los ojos del tatuado.

— No me lo dijo. Se lo dijo a su madre y yo escuché — Contestó — Y aún no entiendo por qué no me lo dijiste.

— No te lo dije porque pensaba que no me querías ver ni en fotografía, así que decidí que iba a criar a mi hijo yo solo.

— ¿Es niño? — Preguntó con una gran sonrisa que llenó de amor al pelinegro. Asintió dándole una pequeña mirada a su vientre y luego al amor de su vida, quien se levantó para arrodillarse delante de Gerard — ¿Puedo? — Susurró mirándolo con ternura. Asintió nuevamente con una pequeña sonrisa. De manera rápida Frank puso sus tatuadas manos en los costados del gran vientre, donde descansaba su hijito — ¿Cuánto tienes, Gee? — Preguntó sin despegar la vista de la panza del nombrado.

— Siete meses.

— Ya puede escuchar — Dijo con una sonrisa.

— Sí.

— ¿y le hablas? — Preguntó. Tenía sus ojitos avellanas iluminados, jamás lo había visto así.

— Bert es quien le habla mucho. Yo sólo le hablo cuando estoy en la ducha.

Bulletproof heart •Frerard•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora