— Mira, Gee — Frank le enseñó a su amado el pequeño bebito que dormía en sus brazos. Gerard comenzó a llorar de felicidad. Fueron muchas horas en las que el pelinegro sufrió demasiado. Tuvo que despertar a Frank gritando porque le dolía el vientre, y hasta lloraba del dolor, todo fue muy desesperante. Pero ahora todo estaba bien, porque tenía en sus brazos tatuados a un hermoso bebé, con su pequeña naricita y boca, durmiendo como un angelito.
— Quiero sostenerlo — Pidió Gerard entre lágrimas. Se sentó con cuidado en la cama de hospital, todo sin dejar de ver a su hermoso hijo, quien es el fruto de su amor con Frank. Obviamente el castaño le entregó al niño, y todo con una sonrisa en sus labios, porque Gerard no sólo le había dado amor y felicidad, sino que también le dió la oportunidad de ser papá, algo que realmente es maravilloso. Cuando el de ojos esmeraldas sostuvo a su hijo en sus brazos sintió una alegría inmensa, también una cálida sensación en el pecho que era inexplicable, pero que sin dudas era agradable. Su hijito dormía tranquilamente, con su manta azulada cubriendo su pequeño cuerpo, se veía muy hermoso.
Bert se encontraba a un lado de Gee, también tenía una sonrisa en su rostro, y se le hacía muy inevitable no soltar algunas lágrimas, porque lamentablemente él no podía estar en la vida de Miles por más que lo quisiese, no lo vería crecer ni nada, pero agradecía que al menos tuviera la oportunidad de verlo en su día de nacimiento. Bob se encontraba a un lado de Frank, apoyando su mano en el hombro del tatuado, haciendo una gran sonrisa, estaba orgulloso de su mejor amigo, porque hace meses atrás él estaba terriblemente mal, y ahora, con Gerard a su lado, todo en él había cambiado, había vuelto a ser el mismo Frank de siempre, y eso lo ponía contento.
— Berty... — El nombrado hizo una risita al oír su apodo por parte de Gee, siempre tenía uno nuevo — Carga a Miles — Le dijo con una sonrisa, lágrimas bajaban de los ojos esmeraldas del pelinegro. Bert no lo dudó, con cuidado tomó al hijo de su mejor amigo en sus brazos, tratando de no despertarlo por nada del mundo, siendo lo más cuidadoso posible para no hacerlo llorar. Y cuando lo sostuvo sintió millones de cosas, pero más que nada tristeza, porque ese bebé era hermoso y quería verlo crecer, quería jugar con él, quería ser su amigo, quería aconsejarlo, quería verlo ser padre también, quería que sea parte de su familia por el resto de su vida. Pero la vida a veces es tan injusta, es tan mierda que las mejores personas abandonan el mundo cuando hay gente aún peor que debe hacerlo. No lo pudo evitar, se puso a llorar delante de todos, haciendo que cada uno comience a llorar también, en especial Gerard, quien sollozó con fuerza porque sabía lo que su amigo estaba sintiendo, también sabía lo que estaba pensando porque lo conocía muy bien.
— Háblale de mí — Pidió Bert entre lágrimas, sin dejar de ver al pequeño ángel que tenía entre sus pálidos y delgados brazos — No dejes que me olvide, Gee... — Y el nombrado lloró con más fuerza. ¿Acaso esto realmente estaba pasando? Es decir, ¿su amigo de verdad se estaba muriendo? Todo esto era imposible de creer algunas veces. El aspecto de Bert no era de lo mejor, se estaba muriendo poco a poco, y todo por culpa de un jodido cáncer. Frank tuvo que abrazar con fuerza a Gerard, dejando que éste llore en su hombro — ¿Me puedes tomar una foto, por favor? — Le pidió a Bob, a quien se le caían algunas rebeldes lágrimas. El rubio asintió y sacó su teléfono celular, poniendo su cámara para poder tomar una foto. Bert sonrió, sus ojos no brillaban como antes, y su sonrisa no era la misma tampoco, pero él realmente estaba feliz con Miles, y eso se mostró en aquella imágen que quedó guardada por siempre en el corazón de todos.
La foto de Bert y Miles siempre se colocó en un retrato grande arriba de la chimenea, donde podías admirar al bebé y al castaño de cabello largo, fue un hermoso día. Pasaron de aquel día cinco largos años, donde alegrías y tristezas se presentaron, como por ejemplo la muerte de Bert. Robert McCracken falleció tres días después del nacimiento de Miles. Murió durmiendo, una vez le había dicho a Gee que no quería sufrir dolores ni nada, que prefería morir mientras dormía en su antigua habitación de la infancia, su último deseo se cumplió. Gerard se puso muy depresivo, no quería comer y ya no quería levantarse de la cama, sólo lloraba todo el rato. Frank tuvo que ayudarlo a salir de ese pozo de tristeza en el que se encontraba, llevaba todas las mañanas a su bebé a la cama, dándole los buenos días a su Gee, quien hacía una tierna sonrisa, y ver a su hijo ahí con Frankie, lo motivó a seguir adelante, recordó aquellas palabras de Mikey. Bert estaba bien.
Ahora Miles tenía cinco años, y era un niño muy bueno y también algo salvaje, en eso había salido a Frank. En realidad casi todo era parecido a Frank, en el color de cabello, en sus pequeñas cejas bien delineadas, su pequeña boquita era igual, pero sus ojos eran verdes, como los de Gerard.
Frank y Gerard en estos años se siguieron dedicando a lo mismo, Frank era profesor y Gerard enfermero. Los tiempos alcanzaban para poder cuidar al pequeño Miles, quien ahora asistía al kinder.
— Papi... — Dijo Miles haciendo un puchero, mirando a Frank, quien estaba sentando en la sala de estar, mirando un partido de fútbol de su equipo favorito.
— ¿Qué pasó? — Preguntó dejando de lado el partido, prestándole toda la atención del mundo a su único y bello hijo.
— Ya sé que quiero de regalo de cumpleaños — Frank sonrió mostrando sus dientes, Miles esta vez decidiría su obsequio. El castaño tomó a su hijo y lo sentó en sus piernas.
— ¿Y qué quieres de regalo de cumpleaños? — El niño de ojos verdes tomó su mano y con su pequeño dedo señaló sus tatuajes. A Frank se le escapó una tierna risita al ver lo que su hijo de cinco años quería como regalo — ¿un tatuaje? — La sonrisa no salía de sus labios, es que no entendía bien cómo un niño pequeño quería un tatuaje a su edad, pero le daba ternura y gracia.
— Quiero tatuarme el nombre de mi tío Bert en la espalda, así como tú tienes el de papá — Frank sonrió con mucha ternura al oír aquello. Miles era un niño muy tierno cuando quería — Y quiero que sean letras grandes, como las tuyas.
— Miles, me gusta tu idea de que quieras hacerte un tatuaje con el nombre de tu tío Bert, pero entiende que no se puede.
— ¿Entonces puedo tatuarme el nombre de mi tío Mikey? — Sus ojitos verdes brillaban esperanzados, porque él realmente quería eso como regalo de cumpleaños.
— Miles... — Acomodó un mechón castaño detrás de la oreja del niño — No dejan tatuar a niños, además te hará mal a la piel a tan corta edad. Pero cuando seas mayor podrás hacerte todos los tatuajes que quieras.
— Bueno... — Agachó su cabeza, estaba triste, él quería marcar en su piel los nombres de sus tíos, quienes por más de no conocerlos aún así eran muy importantes — ¿Puedo ir a visitarlos?
— Claro, campeón, podemos ir cuando quieras.
— ¡Si! — Dijo el niño levantando sus brazos, ahora estaba feliz — Iré a buscar mi juguete — Miles salió corriendo escaleras arriba en busca de su pequeño muñeco.
— Frankie... — El nombrado miró a Gerard y se le hizo inevitable no sonreír, es que el pelinegro era tan hermoso — Tengo algo que decirte — Tenía una gran sonrisa en sus labios, sus ojitos verdes brillaban. Gerard se sentó a su lado y tomó entre sus pálidas manos las tatuadas de su esposo, quien alzó una ceja sin entender qué sucedía.
— ¿Qué pasó, amor? — Preguntó confuso. Gerard no contestó, sólo guió su mano hasta su vientre y allí la posó, éste era redondito y duro, pero Frank no entendía del todo — ¿Te duele el estómago? ¿Quieres ir al hospital? — Gerard soltó una carcajada.
— No, tonto. Estoy embarazado — Soltó con una sonrisa. Y ahora todo tenía sentido para Frank, los vómitos, sus repentinos cambios de humor, su pancita más gordita, la comida que ahora ingería con más cantidad, todo le cerraba.
— ¡Te amo! — Dijo muy alegre, abrazando con fuerza al amor de su vida, aspirando su dulce aroma, sintiendo fuegos artificiales en todo su cuerpo, porque a pesar de todos los años que pasaron sigue sintiendo las mismas cosas como la primera vez.
Y pensar que antes Frank era un joven deprimido por la muerte de sus padres y hermanita, hasta que llegó Gee y lo ayudó a superar todo dolor, mostrándole lo que es el amor, y gracias a él fue padre de un niño maravilloso, quien era el fruto de su amor.
— Te amo... — Dijo entre lágrimas Frank, Gerard correspondió el abrazo con suma felicidad — Eres absolutamente todo para mí, Gerard. Siempre me das felicidad y amor, gracias por eso.
— Te amo mucho, y tú eres muy importante para mí — Susurró con ternura Gerard cerca del oído de su esposo.
Muchas complicaciones tuvieron en el pasado, pero ahora todo estaba bien, tenían un hijo, una casa hermosa, tres perros amorosos y un bebé en camino, todo era lo que siempre Gerard y Frank habían soñado, porque ellos realmente eran el uno para el otro.
Fin.
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Bulletproof heart •Frerard•
FanfictionFrank despierta en el hospital luego de un terrible accidente que sufrió junto a su familia. Gerard es quien cuida de él el tiempo en el que se encuentra allí. Ambos jóvenes sufren mucho por diferentes motivos, pero con el tiempo se dan cuenta que t...