Capítulo 22

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Final
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El 26 de junio de 2021 sentí una desesperación sofocante, desgarrante.

Mis pies avanzaban uno frente al otro a una velocidad que ni siquiera era capaz de coordinar, fue así hasta que entré al departamento en donde la había dejado hace minutos, con el corazón pendiendo de sus manos.

Y no estaba ahí.

Lo único que podía escuchar era mi respiración mientras buscaba en cada habitación, hasta que vizualicé su celular sobre la mesa,  con una nota adhesiva pegada en él.

"No olvides lo que fuimos"

La grabadora de voz estaba abierta, y con la pantalla encendida. Con el ceño fruncido reproduje el audio sintiendo un escalofrío recorrerme entero.

–"Por favor, no te rindas de mí "– Su voz se desprendió del aparato, tenue y provocando que la habitación se llenara de eco –"Sé que no soy perfecta, pero lo estoy intentando."

Cada palabra se sentía como una fuerte apuñalada al corazón.

–"Eres la única persona en la que he confiado, nunca me obligaste a hablar hasta que me sintiera comoda"– Supe que no podía caer en ese momento, o detenerme – "Y ahora todos nuestros momentos están desapareciendo."

El nudo en la garganta de Annelise creaba desfalques en su voz, su tono y las palabras tan solo me recordaba lo malo que había sido con ella, el dolor, y cuanto aquello me sonaba a una despedida.

Salí del edificio con el celular entre mis manos, la lluvia me golpeó de lleno.

–"Sé que puedo ser difícil y estar tirste, pero por alguna razón sigues aquí a mi lado" – Voltee en todas direcciones, en busca de una señal. La calle me quedó corta, y en cuestión de segundos había comenzado a gritar su nombre.

"De no haber sido yo, me habría suicidado" La voz de Aran me irrumpía en cada par de segundos.

"Así que por favor no te rindas de mí" –Y entonces la vi, en la orilla del puente peatonal, con los autos corriendo debajo a ella.

"Estás atascado a mi lado" –Grité su nombre mientras se balanceaba en el barandal mojado. –"Por favor no te vayas"

Corri hasta subir las escaleras en cuestión de segundos, con tanto sigilo como desenfreno. –"Te amo, y no quiero una vida sin ti"

–¡Annelise! – Ella volteó hacia mí y fue como si saliera de un sueño, extendió los brazos a sus costados para mantener el quilibrio y su expresión exclamó terror.

–Eros... – Susurró observando abajo perpleja, sin saber como llegó ahí.

–No te muevas – Susurré acercandome.

–Tengo miedo – Susurro con lagrimas corriendole por las mejillas –No puedo moverme. ¡Eros, ¿Que está pasandome?! – Sollozó –Eros...

–Estoy aquí, solo... – Cuando estuve a un metro ella se balanceó un poco más.

–¡Detente! – Gritó – Me dijo que saltara si te acercabas.

Mi respiración se agitó mientras observaba a todas direcciones intentando encontrar una respuesta, pero la respuesta a todo estaba frente a mí, a centimetros de morir.

–No puedes salvarla – La voz de Nathan sonó al lado contrario del puente peatonal, por las otras escaleras. Mi sangre hirvió tan solo al verlo y cada pequeña célula de mi cuerpo deseó acabar con él en aquel segundo.

–¿Que estás haciendo? – Exclamé, sin poder distinguir a un enemigo. Ahí estaba el hombre que me acompañó durante las últimas décadas.

–Ahorremonos el monólogo – Levantó la mano y con un movimiento de ella Anelisse se balanceó.

–¡Detente! – Grité.

Él frunció el ceño.

–Mírate – Escupió las palabras como si le quemaran la garganta – Tan enamorado de la creación de Dios. Siempre estuviste dispuesto a ser un desterrado y aceptar tu castigo en este mundo... – De nuevo Annelise se balanceó hacia el frente y chilló al casi resbalar.

–¿Por qué? – Grité – Tú problema no es con ella – Sus cejas se fruncieron aún más.

–La humanidad siempre te fue cómoda – Dijo, sin expresión – Lo intenté, pero la aborrezco – Suspiró – Desterrados como tú jamás nos permitirían quemar esta enorme prisión. No... – Negó con la cabeza – Ustedes se enamoran, fundan ciudades, países, gobiernos. ¡Ignoran que nuestro verdadero deber es recordarle a Dios que estamos aquí desde el inicio de los tiempos! – Conforme su mirada se enducería, su mano subía hasta la altura de su barbilla, quizá tan rápido que me fue imposible anticipar la ventisca que tiró a Annelise del barandal, apenas pude separar la mirada hasta ella.

La ví en camara lenta, mientras corría. Su rostro asustado, las lagrimas y  mi mano sujetando la suya a tiempo. Sus ojos se clavaron en los míos desde abajo, los autos pasaban a altas velocidades por debajo.

–No, mi problema no es con Annelise – Dijo mirándonos tranquilo – Pero no puedo matarte – Estaba exasperado – Es tan difícil ver la tranquilidad con la que manejas la tierra, mientras siento a mis venas explotar de impotencia... – Respiró profundo – Por lo menos puedo hacer que este destierro sea igual de insoportable para todos – Tiré de la mano de Annelise mientras él suspiraba y la dejé a mi lado, a salvo sobre el puente, arrodillada y oculta en mi pecho mientras lloraba. Lloraba a mares.

–No me detendré hasta matarla, tal vez el despecho te haga entender por que debemos salir de aquí – Apreté los puños y fuí hacia él, ni siquiera se inmutó para cuando llegué a su posición.

No lo dudé en ningún momento y mi puño se estrelló contra su rostro. No era algo sencillo después de pasar siglos enteros con culpa y depresión aflorando en cada centimetro de la piel. Después de todo, el mundo terrenal era un castigo, entendía a Nathan porque en algún punto tuve el mismo sentimiento de ira. Pero nada me haría poner en riesgo la vida de Annelise.

Tomó mi brazo en el aire cuando el segundo golpe se redirigía a su nariz y llevé el brazo izquierdo a sus costillas – Tal vez no pueda matarte pero si la tocas te aseguro que querrás estarlo.

Él sonrió.

–Somos amigos – Una mala mofa se escapó de mis labios – Te diré la única forma de mantenerla a salvo – Bajó la voz – Vuelvela inmortal.

Fruncí el ceño y mi rostro se descolocó, sentí al frío recorrer todo mi cuerpo. Por primera vez, sentí temor.

–Bueno, eso sería un problema, por que para ser inmortal debes matar...

"A un inmortal" – Esas últimas palabras crearon eco en el entorno y bajo la lluvia se deslizaron hasta impactar con mis ideas.

Fue demasiado lento, y tan solo pude sentir como una daga atravesaba mi corazón, y detrás de mí el olor a ella. Su presencia.

Que incluso antes de voltear pude observar sus ojos aterrados, las lagrimas más fuertes que nunca y sus manos temblando alrededor de la daga que acababa de clavarme por la espalda.

Tentación a media noche [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora