Capítulo 7

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Habíamos regresado a la facultad, era el primer día y recién terminaba mi discurso a los estudiantes, desajusté mi corbata al salir del podio y evité hablar con cualquiera, tenía muchas cosas en la cabeza en ese momento. Entre Aran y mis descuidos al permitir que algo tan grave pasara, realmente estaba exhausto. En especial por que mi último encuentro con Annelise no me permitía pensar nada con claridad.

De ahí estuve presente en dos reuniones más hasta que llegó el medio día. Evité a las demás personas y me dirigí por los pasillos del instituto hasta el salón de piano, era jueves.

Al llegar ahí respiré tranquilidad, pasé la corbata por mi cabeza y la dejé sobre uno de los sillones al costado de la puerta. No pensé que sobrellevar con los profesores me caería tan mal, el director por otro lado parecía alucinar con explosivos. Abrumante en cada ocasión que se le permitía. Si era sincero, me hacía pensar en la nula necesidad que tenía de pasar por todo eso.

Habría querido pasar más tiempo solo cuando escuché la puerta abrirse a mi espalda, pero en cuanto vi a la mujer que entró en la habitación mi impasibilidad se esfumó y mi atención se formuló completa alrededor de ella.

Permaneció quieta tras cerrar la puerta, me observó a un par de metros de distancia, con las manos entrelazadas. 

-Solo quería saber como estabas - Dijo lento, con la respiración pesada -Es solo que... nunca había notado que tan mal te tiene este asunto, parecías cansado durante el discurso - Cerró la boca de golpe y y observó un punto en el suelo, pensó unos segundos hasta volver a mí - No sé si esto esté bien - Frunció los labios - En realidad ni siquiera sé si quieres que en realidad me aleje- Su mirada fue sincera, con los ojos más abiertos de lo normal - Pero estoy preocupada.

La observé unos segundos más, unos días sin verla era como olvidar todo lo que me ocasionaba. No era un secreto que no podía detenerme con ella.

Quizá fue por todo lo que había sucedido.

Quizá fue por todo el estrés que llevaba encima en ese momento.

Quizá fue por que estaba cansado de detenerne.

O quizá tan solo por que no podía más, y la necesitaba de la misma manera que hace unos días.

Cualquiera que fuera la razón, aún no estoy seguro de que me llevó esa tarde a acercarme los 2 metros que nos separaban, y atrapar sus labios a mitad de una palabra.

Annelise.

Supe identificar sentimientos negativos en su rostro mientras decía el discurso, suponía que un atentado no es algo que se sobrelleva bien, el otro día fui insesible, preocupandome solo por mí. Y también supuse que era el momento indicado para hacerle saber que estoy aquí.

¿Estár aquí para que, Annelise?

Su mirada me lo decía todo, sabía que habría preferido estar solo. ¿Que me había animado a ir?

Antes de notarlo había comenzado a formular oraciones sin sentido, darle muchas vueltas a mi objetivo final. Pero es que ni siquiera yo sabía cual era ese objetivo, no sabía que quería lograr, pero algo quería.

No supe que era hasta que sus labios tocaron los míos con brusquedad, sentí su mano sobre mi cuello, y mientras trataba de reaccionar a nuestros pasos en retroceso, mis piernas chocaron contra el sillón al costado de la puerta. No me fue dificil continuar el beso, sentirlo con tanta ferocidad como él lo hacía. Estabamos necesitados el uno del otro.

Sus palabras siempre eran tan confusas, me parecía injusto en cierta manera la facilidad con la que caía hacia él, el dominio que me tenía.

Pero al mismo tiempo sabía que no podía evitarlo, y que era lo que más buscaba.

-¿Que estás haciéndome, Annelise? - Su voz hizo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo.

Su mano subió por mi muslo hasta el inicio de mi falda, el cual no marcó una barrera para él, y mientras yo enredaba los dedos entre su cabello él se deslizó por debajo de mi falda hasta mi trasero, me pegó a él sintiendo su miembro duro sobre mi vientre. Interrumpió sus movimientos tan solo para desprenderme de mi blusa y empujarme sobre el sillón hasta que estuve recostada en él, mi pecho subía y bajaba erraticamente mientras lo observé deshacerse de su saco, y posicionándose sobre mí.

Sus labios se dirigieron a mis labios por primera instancia y tras un breve momento ahí bajaron por mi cuello, sus besos humedos hacían que mi cabeza por si sola se inclinara hacia atrás, dando libre acceso a cualquier parte de esa zona. Pero entre jadeos tuve un segundo de raciocinio y llevé mis manos a sus hombros, empujando con levedad.

- Alguien podría entrar en cualquier... - Gemí antes de poder concluir en cuanto sus labios llegaron a mi pezón, tomó mis manos y sin interrumpir su lengua las llevó a ambos lados de mi cabeza, las sostuvo con fuerza ahí mientras arqueaba la espalda a cada succión o roce con sus dientes. Estaba ansiosa por que nuestras entrepiernas tuvieran contacto. Se olvidó de mis manos y comenzó a descender por mi abdomen, llenando de mimos cada rincón. Llegó hasta mi falda y la tela delgada recorrió mi piel hasta que la sacó de mi cuerpo por mis pies, volvió a ponerse de píe e introdujo la falda por mi cabeza dejandola sobre mi boca, volvió a inclinarse sobre mí, acercando sus labios hasta mi oido.

-Lo necesitaras - Mordió mi lóbulo al finalizar esas palabras que descompondrían a cualquiera, presionó la tela con fuerza -Abre la boca - Ordenó. En cuanto lo hice la tela se posicionó entre mis dientes y él hizo un nudo que la mantuvo en su lugar.

Volvió a descender, esa vez hasta mis bragas, en cuanto las apartó mi respiración sufrió una revolución, y aunque luché por cerrar las piernas, sus manos las abrieron con sencillez, sus besos recorrieron mis muslos, en una tortura que pareció infinita, pero en cuanto su lengua tocó el clitoris, me desconecté por completo del mundo. No habia vergüenza que valiera, nada en el mundo podía distraerme de lo que ese hombre me ocasionaba en ese lugar.

Me encontré a mi misma con las manos sobre su cabeza, tirando de su cabello y arqueandome dandole todo el acceso que necesitara.

Habría llamado la atención del conservatorio entero de no haber tenido esa prenda en los labios, por que mis gemidos retumbanan en mi garganta, explotando todos mi sentidos e incluso mis vista era incapaz de percibir algo en ese momento, y los gemidos seguían y seguían.

Podría asegurar que su sola boca estaba a punto de hacerme llegar al orgasmo. Pero en un momento de completa excitación se detuvo, subió sobre mi cuerpo y se inteodujo en mí.

Sus manos sobre mis pechos, sus labios en mi cuello, los jadeos y sus movimientos fuertes y decisivos en cada envestida me hicieron saber que nunca antes en mi vida había estado en un momento más erótico.

Sentía mi cuerpo subir y bajar, deslizarse por el sillón en cada movimiento de Eros.

Si habría podido elegir cualquier momento en mi vida para que se volviera eterno, sin duda alguna, habría sido ese.


Tentación a media noche [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora