Prólogo.-

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La vida de Joel Pimentel nunca había sido fácil.

Había nacido en Hesperia, una ciudad pequeña de California con noventa y ocho mil quinientos ochenta y un habitantes -noventa y ocho mil quinientos ochenta y dos con él- y había vivido toda su vida ahí en el seno de una familia de siete, sin olvidar a la abuela. No eran ricos pero tampoco se consideraban de clase baja sin embargo, de vez en cuando sufrían alguna que otra carencia pero aún así su vida siempre había sido bastante normal en comparación con la vida promedio de cualquier chico de dieciocho años; hasta que el primer golpe realmente duro llegó: su padre se había marchado -no es que se hubiera ido y los hubiese dejado por voluntad propia, era más bien que había muerto en un accidente de trabajo- y cuando las facturas comenzaron a llegar una detrás de otra sin detenerse: decidió que no podía quedarse como si nada estuviese pasando. Su madre lloraba todo el tiempo y él sabía que estaba desesperada así que sin más había decidido mudarse a Los Ángeles en busca de algo mejor, algo que le proporcionase dinero y le permitiese ayudarla con los gastos pues su sueldo y el de su hermano mayor no eran suficientes.

Entonces había conocido a Danna Silvetti, tan linda como extrovertida. Habían hecho clic de inmediato y ella lo había ayudado para que consiguiera un buen trabajo. Joel inocentemente había creído que su vida había mejorado, su relación con la castaña era completamente perfecta, se amaban el uno al otro sin medida, era un cuento de hadas sin duda alguna. Hasta que el segundo golpe de la vida lo tomó por sorpresa. Danna estaba esperando un bebé. Iban a ser padres. La felicidad -y el miedo, tenía que admitirlo- que lo embargaba no cabía en su cuerpo -a pesar de que el padre de Danna se oponía a su relación y a que tuviesen al bebé- y estaban tan emocionados con la idea de formar una familia que decidieron mudarse juntos sin saber lo que vendría después.

Fue entonces que el tercer golpe llegó haciéndolo volver a la realidad de lleno. Danna había muerto en el parto. Joel apenas y podía terminarse de creer el dolor que estaba sintiendo pero sabía que no podía darse por vencido tan fácil, no era una opción cuando tenía a una niña recién nacida a su cargo.

Entonces había comprendido que mientras más se empeñara en querer ser feliz y tener algo lindo para sí mismo, la vida más se empeñaría en arrebatárselo.

No. Definitivamente no.

La jodida vida de Joel Pimentel nunca había sido fácil.




CHANCE|Joel Pimentel. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora