C10. El ángel.

239 27 3
                                    


Joel conduce por las calles de la ciudad sin saber muy bien a donde ir.

Es decir, sin saber a donde realmente quiere ir.

Volver a ver a Danna -además de ser un trauma enorme para él- solo hace que su corazón duela. Porque significa ser consciente que todo lo que creyó no fue más que una mentira. Danna está viva, Danna siempre estuvo viva y la peor parte de todas es que por esa mentira ella ahora lo odia. Por esa mentira ella creyó lo peor de Joel. Por esa mentira su hija creció sin una madre añorando tenerla cuando ve a sus compañeritas del colegio junto a sus respectivas madres. Por esa mentira la felicidad de Ellery no está completa.

Ancla sus ojos un momento en el espejo retrovisor del auto. Puede ver a Danna conduciendo detrás suyo y entonces una oleada de furia lo invade de nueva cuenta.

Porque ella es Danna. Ella es su Danna. Pero ya no es suya y él sabe porque.

El sonido de su teléfono llena el aire. Deja salir un suspiro y responde colocando el altavoz.—Diga.

—Cuanta euforia.—se ríe Christopher.—¿Terminaste tu reunión?

Pero Joel no responde. El hilo de sus pensamientos vuelve a enredarse una vez más y la sensación de estar cayendo en un agujero sin salida vuelve a hacerse presente. Está perdido sabiendo donde está. Joel de alguna manera sabe que las cosas más que arreglarse solo se complicarán más. No solo en el ámbito personal, también en el laboral y por más que trata de encontrar algo coherente que decir su cerebro no ayuda en absoluto; y eso lo frustra más de lo que está dispuesto a aceptar.

—Sí.

—¿Y qué pasó…?—Silencio.—¿Joel?

—¿Tú sabías con quién iba a reunirme el día de hoy?—pregunta secamente.

Christopher se queda en silencio un momento.—No. Quién organizó la reunión para hoy fue Emma; la directora general de la revista de Silvetti se reuniría contigo pero eso es todo lo que me dijo cuándo te pasé los datos…

—Christopher…

—¿Qué pasó?—cuestiona automáticamente.—No me digas que a la reunión fue Santiago…

—Danna.—suelta sin más.

—¿Danna?—pregunta.—De acuerdo, déjame respirar un segundo. ¿De qué carajos me estás hablando? ¿Qué tiene que ver Danna con esto? No lo entiendo…

—¡Danna! ¡Danna es la maldita directora general de la maldita revista!—exclama.—Danna Silvetti, la Danna que murió cuando mi hija nació es la misma persona con la que yo me reuní hoy…

—¿Disculpa?—chilla Christopher del otro lado de la línea telefónica.—Joel… ¿estás escuchando lo que estás diciendo?

—No estoy loco si es lo que estás pensando.—reclama.—Danna Silvetti está viva y en este jodido momento estoy yendo a mi puto departamento y ella está en el puto auto de atrás… ¿todavía crees que estoy loco?

Christopher se queda en silencio un largo momento. Joel también lo hace.

La idea de tener a Danna detrás suyo es tan loca como ridícula. Pero ahí está. Ella está conduciendo justo detrás de él.—¿Cómo es que…?

—No lo sé.—lo corta Joel pero su voz sale estrangulada. Mucho más de lo que incluso hubiese querido sonar.—maldita sea, no lo sé. No sé en qué momento pasó pero pasó y ahora está acá…—hace una pausa.—¿Me puedes hacer un favor?

—Obvio que sí.

—¿Puedes ir a buscar a Ellery al colegio y traerla a casa?—Christopher suspira.

CHANCE|Joel Pimentel. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora