Ocho años atrás...
Joel inspira con fuerza y luego deja salir el aire de sus pulmones.
La noche anterior una gran tormenta de nieve ha azotado la ciudad tomando a todo el mundo desprevenido. Su madre se ha vuelto un poco loca cuando se ha enterado, Israel y Gabriel no pararon de llorar pues tienen miedo pero tras preparar una gran cantidad de chocolate caliente y galletas los dos se han calmado. La abuela se ríe de la facilidad con la que la comida los tranquiliza y juntos como la familia unida que son han visto el televisor mientras esperan a que todo se calme.
Ahora se encuentra sentado en la ventana de la habitación que comparte con su hermano mayor admirando como los pequeños copos de nieve caen de los árboles y como el cristal se empaña cuando su respiración cálida choca contra ella. Con la yema de su dedo índice dibuja una cara sonriendo y niega un poco.
Odia los días nevados. Odia no poder salir a la calle como las personas normales sin tener que parecer una especie de robot que apenas y puede moverse pero no puede quejarse.
Entrecierra sus ojos un poco cuando ve un auto gris que parece lujoso estacionar delante de su casa. Un hombre alto y fuerte con aspecto sombrío baja del auto y avanza por el camino empedrado que conduce a la entrada. Agudiza su oído y en la distancia escucha el sonido del timbre de la puerta, se incorpora un poco sin moverse de su posición y unos segundos después el llanto de su madre llena las masas de aire.
Su corazón se acelera de inmediato y poniéndose de pie se echa a correr al piso inferior de la casa. El hombre está de pie delante de su madre, su entrecejo está fruncido y ella llora desconsoladamente apoyada sobre el sofá mientras su abuela abraza a sus hermanos que también lloran. Joel no entiende que es lo que pasa pero la imagen lo aturde y le parte el corazón.
—¿Mamá...?—la llama en voz baja finalmente. Ella no se mueve ni un solo centímetro. Los ojos del hombre lo contemplan un segundo y Joel jadea por lo bajo.—¿Qué es lo que pasa...?
—Es tu padre...—susurra ella entre sollozos.
—¿Mi...padre...?—repite.—No entiendo nada. ¿Me puede decir que es lo que está pasando?—cuestiona desesperadamente acercándose al hombre que sigue mirándolo con lastima.—¿Qué hay con papá...? Dígamelo, por favor...
—Lamento hacerte participe de esta terrible noticia pero tu padre sufrió un accidente en el trabajo.—hace una pausa.—Los paramédicos trataron de hacer todo lo posible para salvarlo pero fue imposible. Fue deceso instantáneo. La compañía de construcción nos proporcionó esta dirección para comunicarnos con ustedes y...
Las palabas del hombre resuenan en la cabeza de Joel una y otra vez pero deja de prestarle demasiada atención mientras él sigue hablando sin parar. Su cerebro no termina de comprender lo que él acaba de decir pero su corazón sí que lo hace. Un increíble y agudo dolor se hace presente en su pecho y sus ojos se llenan de lágrimas en menos de una fracción de segundo. La puerta se abre de golpe y un Emmanuel totalmente jadeante entra en la habitación. Se queda en silencio un momento y cuándo contempla la escena ni siquiera tiene que preguntar qué es lo que está pasando.
Hesperia no es una ciudad demasiado grande -es relativamente pequeña, de hecho- y cuándo algo sucede automáticamente todas las personas lo saben. Los rumores y las noticias corren demasiado rápido. Emmanuel envuelve a su madre en un largo abrazo mientras Joel se queda completamente congelado en su lugar llorando.
Y entonces el infierno comienza.
No es totalmente consciente de lo que pasa a su alrededor. El dolor que sintió esa misma tarde todavía está presente y por mucho que odia admitirlo más que desvanecerse al menos un poco solo se hace más intenso. Todo lo que su cerebro puede pensar es que acaba de perder a una de las personas que más ha amado con todas sus fuerzas y que nunca en su jodida vida volverá a ver a su padre. Y eso duele. Duele más que nada en el mundo.
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CHANCE|Joel Pimentel. (Completa)
FanfictionLa vida de Joel Pimentel nunca había sido fácil. Con el tiempo y su experiencia había comprendido que mientras más se empeñara en querer ser feliz y tener algo lindo para sí mismo, la vida más se empeñaría en arrebatárselo. No. Definitivamente no. ...