36. ALGO BUENO TENDRÁ QUE SALIR, ¿NO?

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Escocia no podía tratarse de un lugar más hermoso, repleto de praderas verdes y montes espléndidos; lagos profundos con las aguas más brillantes jamás soñadas e infinitas leyendas que hacían suspirar. 

Pero si había algo que nadie podría jamás negar era la belleza inexplicable que rodeaba a Elizabeth aquella noche fresca de verano. Sus rasgos finos y delicados como trazados por los pinceles de un ángel, lucían unos ojos tan azules que el mismo mar los envidiaba y una sonrisa tan amplia que a las mismísimas llanuras enorgullecía. 

Cuando el andar elegante de su prometida la llevó hacia él, Calen se juró a sí mismo rememorar cada detalle de su vestimenta- por diminuto que fuese- y así cumplir con la promesa que repetía mentalmente cada instante desde su partida. 

Elizabeth iba ataviada con un majestuoso y delicado vestido en tonos lavanda, mangas terminadas en puntilla blanca y una cinta de satén morada modelando su cintura. El bajo del vestido realizaba unos elegantes volantes, que rozaban el suelo con sus pasos de dama y provocaban el agradable sonido del frufrú. 

—Buenas noches, querido Calen- saludó la joven. Y al percatarse de la presencia de otra muchacha a la derecha de su prometido decidió saludarla también- A ti también te deseo la mejor de las veladas, Peternelle. ¡Oh!- los ojos de Elizabeth centellearon con emoción- ¿Te habían dicho ya que tu melena caoba es irresistible a los cumplidos?

Elle, quien no se quedaba atrás en belleza y encanto, rió tan educadamente como pudo y sonrió honesta.

—No lamento decir que suelen regalarme cumplidos como el tuyo con frecuencia, Elizabeth- respondió- Y aunque desearía permanecer más tiempo conversando contigo y con mi preciado amigo Calen- la mirada de Peternelle desprendía tanta intención que incluso el joven De Loughrey se sentía temblar- He de dejaros a solas, ya que mi obligación como buena amiga consejera tiene gran importancia en mi vida. 

Al mismo momento que Calen impedía a sus ojos ponerse en blanco, la joven De Glenn a su lado reía entre dientes. Poco antes de decidirse a perderse entre la multitud de invitados, Peternelle añadió una última cosa.

—Espero ser de las primeras en saber...- los aspavientos de sus manos y los rostros confusos de la pareja la hicieron hablar más explícitamente- ... la fecha del casamiento.

—Oh, claro- se apresuró a decir Elizabeth- Lo sabrás antes de que el reloj dé las doce, ¿verdad Calen?

El chico alternó la mirada como un poseso entre las dos jóvenes, y durante unas milésimas de segundo, no parecía el joven hombre que era.

—Eso espero.

—¿Eso esperas? ¿Acaso no has acudido únicamente a esta fiesta, y añado "sin pareja", para pedirme matrimonio de manera oficial?- si no fuera por el tono bromista en la voz de Elizabeth, Calen hubiera retrocedido hasta que la pared se golpease con su espalda- Ojalá sea rápido y conciso. 

Los prometidos suspiraron. Cruzaron sus miradas bañadas en tristeza y anduvieron del brazo durante toda la velada. 

—¿Estás seguro de no querer aceptar mi plan?- inquirió la joven cuando se encontraron a solas- No es mi intención atormentarte con el tema, pero debes saber que por nada en este mundo terrenal voy a renunciar a mi amor por él. Y aunque un anillo de casada intente convencerme de lo contrario seré fiel a mi corazón enamorado. 

Calen intentó sonreírle, pero desistió a la tercera mueca. 

—Quiero darle mi apellido, para hacerle la vida más fácil. Es huérfana, ¿sabes? Y no ha podido aprovechar su vida. Espero que no te importe. 

La delicada mano de damisela de Elizabeth se aferró con fuerza al codo de Calen en un intento de brindarle aceptación y calma. Un intento que pareció hacer su efecto.

AVELINE.   El secreto de la Villa de las GardeniasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora