38. ASÍ

39 8 14
                                    

Rocamadour era un hervidero de paz y tranquilidad. Sus afectuosos habitantes disfrutaban de la cálida brisa de verano que azotaba Francia en aquella fecha, dejando que las nubes danzaran a su paso por el viejo cielo azul. Ningún Amadouriense residente en el pueblo podría decir, aquel día de julio, que el tormento rondaba por su casa. Claro que no sabían quién se enamoraba aquí o allá, quién se casaría más tarde o ya.

Sin embargo, a pesar de que Calen y Elizabeth poseían ya de una fecha concreta de boda y eso debía calmar los caldeados ánimos de El General, Pandora parecía más alarmada de lo que lo había estado nunca. Su preocupación y nervios rozaban el límite de la noche del incendio, y pasaba las horas encerrada en la cocina preparando pastas de ciruela sin cesar. A cada que le preguntaban, respondía que eran especialmente para Calen en su vuelta a la Villa, pese a que todos sabían que dieciséis hornadas no cabrían en el estómago del chico. 

También se había hartado a escribir cartas a sus hermanas, pidiéndoles amparo ante la posibilidad de ser despedida por los Señores. De sus ocho hermanas, tanto pequeñas como mayores, había recibido respuesta de seis: Chloe, Cécile, Bernadette, Janice, Adeliza y Gabrielle. 

Oriane, que había fallecido hacía muchos años enferma de garrotillo, no tenía carta que enviar; e Isabella no parecía querer reencontrarse con su hermana pequeña tras tanto tiempo separadas. Por el pueblo se decía que las otras hermanas Feraud habían despechado a Pandora después de la cocinera afirmar que no se casaría ya que no necesitaba un esposo, e ignorado su existencia durante décadas. 

Por esa razón, a la cocinera no le extrañó recibir cartas con respuestas negativas de casi todas sus hermanas. Adeliza alegaba que sus hijos ocupaban todos los dormitorios, y Gabrielle protestaba diciendo que su esposo viajaba mucho y no tenía su aprobación. Únicamente Janice ablandó su corazón de piedra para aceptar resguardar a su hermana si lo necesitaba. Sus lejanas- y aun así tan conocidas como su propia palma de la mano- palabras llenaron de viveza el interior de Pandora, quien enseguida dejó de hornear a diestro y siniestro.

Si decidiéramos hablar de Aveline, poco podríamos decir que no fuera lo desdichada que se sentía y el nudo que se formaba a cada instante en su estómago en que alguien pronunciaba su nombre. Recordaba entonces, el día que le conoció entre los relinchos de un caballo y un par de palabras mal dichas. Jamás habría creído que se sentiría tan unida a alguien que tan poco le pertenecía. Su ingenua e ilusa mente había jugado con ella de manera tan cruel y sofisticada... que terminó por creerse todas sus fantasías. Sin ningún amigo cercano a quien convencer con sus secretos o locuras, Avie creyó ser feliz y tener suficiente; pero no fue así. Calen le enseñó las virtudes que una amistad podía poseer, aunque también las discusiones y pequeñas peleas. Y ahora que él quería darle todo cuánto en dinero podía, Avie deseaba por primera vez en su vida ser alguien en verdad y no una joven huérfana que en los sótanos se escondía. 

Y cuando Calen Everett De Loughrey llegó aquella tarde, la sonrisa brillaba en su rostro como estrella la que más. Había salvado la vida y posición de todos sus viejos y nuevos amigos; había dado otra nueva oportunidad a su amada, y las nuevas que le pretendía ofrecer. Cuando el cochero personal de la Villa se retiró hacia la zona de los establos, Calen corrió como un niño pequeño hacia el interior del Palacio de Abajo, con las manos tras la espalda y el deseo irrefrenable de abrazar a quien se encontrase en su camino.

—¡Señor!- se escuchó por algún lado.

—¡Frederic! ¡Amigo mío!- Calen estrechó con fuerza las manos enguantadas del mayordomo.

El hombre le sonrió bajo su bigote de nieve virgen. Agatha apareció al instante con su andar pulcro y elegante para dar la bienvenida. Tampoco faltaron la desvergonzada Charlotte y la efusiva Alice, como también la pareja de Abajo y Jacqueline por otro lado. Pandora llegó junto con tres sirvientas más y un agradable olor a horneado. 

AVELINE.   El secreto de la Villa de las GardeniasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora