19. NUBES DE TORMENTA Y SIN PARAGUAS

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Golpes sobre el suelo resonaban por el Palacio de Abajo. Rápidos, ligeros y regulares. Y empezaron a acercarse a la biblioteca, cada vez más apresurados, más temerosos y más preocupados. Eran los pasos de una mujer asustada. Una mujer severa que por primera vez después de tantos años, empezaba a comprender el verdadero miedo.

―Agatha- el mayordomo y la cocinera, que estaban compartiendo una agradable tarde de lectura en la biblioteca, se giraron a ver a la dama de llaves. Cuando el hombre pronunció su nombre, ella intentó recobrar la compostura- ¿A qué tanto movimiento?

Pero la mujer no contestó, y con tres zancadas, se colocó en el espacio entre los sillones de Pandora y Frederic. Con sus manos esqueléticas, pálidas y temblorosas a más no poder, intentó desplegar de nuevo aquella carta donde todas sus esperanzas habían sido sepultadas. Los ojos marrones de la cocinera no aguantaron mucho aquella escena, y exclamó:

―¡Cálmate por favor! ¿Qué ha pasado?

Agatha, habiendo abierto de nuevo el sobre y desplegado la carta, la tendió al mayordomo y se retiró unos pasos. Todo ella tiritaba de pies a cabeza. Habían hecho lo posible, durante dieciséis años, por esconder a su niña, y aquel trozo de papel amarillento podía arrebatársela.

―¡Dios mío!- Pandora se vio obligada a tapar sus labios para pronunciar algo peor después de leer la carta- ¿No será cierto? ¿Ese hombre está hablando en serio?

―Claro que está hablando en serio, Mademoiselle- susurró Frederic, sin poder apartar la vista cristalizada, de aquel portador de malas noticias- Llevaba hablando en serio dieciocho años, y solo hemos sido racionales ahora, cuando la desgracia se nos cae encima.

Los tres adultos se miraron, perdidos. Esa vez sí estaban perdidos. La carta iba dirigida personalmente a los Señores, pero como mayordomo y ama de llaves, Frederic y Agatha estaban al tanto de todos los problemas, reuniones y conversaciones que tenían los lords fuera de la Villa. Y Pandora, en gratitud a lo ocurrido hacía tantos años en Rocamadour, era consciente también de todo lo ocurrido entre esas paredes. Las dos mujeres y el hombre, cargaban con preocupaciones, que incluso aguantando cinco personas, eran demasiado para sus hombros. 

―¿Entonces... tendremos que abandonar la Villa de las Gardenias?- preguntó Pandora con voz quebrada.

―No, eso nunca- sentenció el mayordomo, quien había recuperado de súbito la fuerza- Nos iremos cuando los Señores lo ordenen, y dudo que ellos nos lo ordenen alguna vez.

El ama de llaves, contra todo pronóstico, estrechó las manos callosas de Pandora entre las suyas. Y la cocinera, sorprendida y con el miedo en el cuerpo, sonrió. Fue una sonrisa brillante, pero de luz tilitante. Feliz, pero terriblemente asustada. ¿Cómo es eso? A mí me gusta llamarlo huracán de emociones en un mar en calma. Aunque hay quienes le dicen "tormenta incesante y taza caliente". Cuando tu mente y corazón por una vez están de acuerdo, y su decisión es que no pueden controlar los sentimientos del momento; eso es.

―¿Y qué hacemos, dadas las circunstancias?- volvió a hablar la cocinera- Nuestra única salvación era el matrimonio de Calen con una dama de buena posición, pero si se negó a casarse con ninguna... ¿Qué opción nos queda? A sus padres no les escuchará y a nosotros tampoco. 

―Lord Harold ha escrito una carta en respuesta, esta vez sin mi criterio tenido en cuenta- el ama de llaves alternó la vista entre Frederic y Pandora- Ha pedido más tiempo debido a que hemos cumplido la mitad del tratado, al contrario que él.

Suspiros aliviados brotaron de los labios del hombre y la mujer. Pero en sus mentes todavía vagaba la pregunta, "¿cuánto tiempo nos queda?". 


AVELINE.   El secreto de la Villa de las GardeniasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora