Cuatro - Dolor

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            El sábado no fui a trabajar, decidí quedarme en casa y pasar tiempo conmigo para poder amigarme con el dolor, para poder amigarme con la idea de que Dylan sería padre. El domingo también permanecí en mi departamento, y a pesar de que mis padres me llamaron para que vaya a su casa yo me negué rotundamente, necesitaba estar sola, porque me había puesto ese fin de semana como fecha límite para sufrir, después no lloraría más.

Por suerte el lunes, martes y miércoles no vi a Dylan, pues había tenido que viajar a Miami con Justin para ver cosas del nuevo hotel, dejándome unos días más para no tener que fingir alegría por él y el bebé que llegaría prontamente.

-Hija basta – se quejó papá Logan entrando a mi oficina – Necesito saber que le pasa a mi bebé – me pidió con su rostro cargado de preocupación, había intentado evitarlo lo máximo posible, porque sabía cómo era él.

-Papá lo siento, pero no puedo decirte nada – dije tras largar un suspiro y dejar los papeles que estaba leyendo en la mesa.

-Mi amor, no puedo simplemente verte sufrir en silencio, sin que hables con nadie.

-Lo sé papá, pero no puedo contarte, lo siento.

-Solo contéstame esto, ¿fue Dylan? – Yo suspiré y asentí con la cabeza - ¡Dios! Quiero matarlo, sé que es un tonto que no se da cuenta de nada, pero no puedo ver a mi bebé sufrir así – se quejó con angustia y yo le sonreí con tristeza – Vamos, vamos a casa a una tarde de padre e hija en mi cama con helado – se levantó de su lugar y me tendió la mano.

-Pa tengo que terminar esto.

-Adivina qué, soy tu jefe y te ordeno que te tomes el resto de tu día libre.

-Papá, tengo que terminar, te estoy hablando en serio – dije en tono cansino.

-Y yo también Evie – me dijo con tono serio, ese que pocas veces utilizaba conmigo o mis hermanos. Suspiré y metí los papeles en mi cartera para después caminar hacia él, juntos bajamos hacia el subsuelo, donde todos estacionábamos nuestros autos y subimos al mío, mientras papá le avisaba a papá Austin que nos íbamos.

Todo el viaje fue en completo silencio, ninguno de los dos habló una sola palabra, algo que era realmente raro entre nosotros dos, cuando nos adoptaron con la única persona que hablaba era con Logan, y con el tiempo fuimos creando una inquebrantable confianza, siempre pude hablar de todo con él. Y estoy segura que esta situación le estaba doliendo, le dolía que yo no le cuente que me pasaba, le dolía mi dolor.

Cuando llegamos a su casa los dos caminamos en silencio hasta su dormitorio, nos sacamos nuestros zapatos y nos acostamos, yo con mi cara apoyada en su pecho.

-Si no quieres contarme, está bien, pero al menos saca un poco de ese dolor que llevas, no puedo verte más estar tan triste Evie, nunca te vi así. En ninguna de las veces que te rechazó Dylan estuviste tan mal, tus ojitos están tan apagados, estás pálida, con ojeras, tú eres luz Evie, y están tan pero tan apagada que hasta Austin se dio cuenta que no estás bien – escuché con atención el dolor que cargaban sus palabras, y ese nudo en mi garganta que me acompañaba desde hacía cinco días me apretó con fuerzas, obligándome a liberar mis lágrimas.

-Duele mucho papi, no tienes idea de cuánto duele – dije entre lágrimas mientras papá me apretaba con fuerzas, acercándome lo más posible hacia él, intentando que me vuelva más chiquita de lo que ya era.

-Ya está muñeca, papá está acá – me susurró mientras dejaba caricias en mi cabeza – Ya va a pasar mi amor, ya va a pasar – y noté el dolor en su voz, nunca jamás había llorado así en sus brazos después de la vez que lo conocí. Es que nunca había llorado con tanto dolor como la vez que lo conocí, cuando creí que me iban a separar de mis hermanos, cuando le tenía miedo a todas las personas adultas.

Las vueltas de la Vida [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora