Extra #1 - Dylan

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PoV Dylan:

Llego a mi casa después de ir al supermercado y me encuentro con Kiara en sentada en el sofá mirando a la nada, en la mesa ratona se encuentra el monitor donde se ve a Katherine que seguramente se encuentre durmiendo en su cunita. Dejo un beso en los labios de Kiara y acomodo todo en la alacena.

-Dylan iré un rato a la casa de las chicas, ¿puedes quedarte con la niña? – me preguntó y yo asentí suspirando. Kiara aún no se adaptaba a ser madre y eso me preocupaba, pero mi madre me había dicho que le dé tiempo, y eso hacía.

-Claro, que te diviertas – dejé un beso en sus labios y ella me abrazó con fuerzas antes de salir del departamento.

Cuando terminé de acomodar todo, sentí el llanto de Kath y caminé hacia su cunita, la tomé en mis brazos y enseguida se acurrucó en mi pecho, dejando de llorar casi al instante, sonreí con amor y dejé un beso en su frente. Hacía dos semanas que me había convertido en padre, y esa bebé de intensos ojos azules se había convertido en mi vida entera, no me cabía tanta felicidad en mi pecho.

-Esta tarde seremos solo tú y yo pequeña – le susurré y ella abrió sus ojitos para mirarme y luego soltar un quejido – Vamos a cambiar ese pañal – la acosté en el cambiador con cuidado y mientras le cantaba alguna canción de The Beatles le cambié su pañal.

Cuando Katherine ya estaba pronta fui con ella hasta la cocina para comenzar a prepararle su leche, Kath no se alimentaba bien con la leche de su madre, por eso había que darle preparado para lactante. Así que después de tener su biberón pronto me senté con ella para alimentarla.

-¿Extrañas a tu madrina? Yo la extraño, se fue de fiesta y nos abandonó a nuestra suerte – Kath me miraba atentamente – Podríamos llamarla ¿no crees? Así escuchas su voz, a ti te encanta su voz, sobre todo cuando te canta, sé que si – reí de felicidad cuando apretó el dedo meñique de mi mano.

Luego de alimentar a Kath, de charlar con ella y de cantarle cayó rendida en mis brazos. La acomodé mejor en mi pecho y dejé que durmiera allí. Amaba esa sensación de tenerla dormida en mi pecho, con su respiración acompasada y paz infinita, esa que me transmitía a mí.

Las horas pasaron con rapidez y Katherine iba por su tercer biberón, eran las nueve de la noche y Kiara aún no llegaba. La llamé cuando noté que no respondió ninguno de mis mensajes y comencé a preocuparme cuando no respondió la llamada.

-Mami llegará pronto – le dije a Kath, aunque lo dije más para mí, tenía un mal presentimiento y no sabía por qué.

Cuando Kath se entregó a los brazos de Morfeo caminé hasta su cuna para acostarla, esa que estaba justo alado de nuestra cama matrimonial. Prendí la lamparita que estaba en la mesita de Kiara y allí presté atención al papel doblado que había en la mesa, ese que tenía mi nombre con la prolija letra de Kiara. Me senté en el borde de mi cama y desdoblé el papel, con mi corazón latiéndome a mil por segundo.

Dylan, no sé cómo escribirte una carta, tampoco sé que debo escribirte en ella, tampoco sé por dónde empezar. Tal vez debería empezar por decirte que lo siento, lo siento tanto, tanto Dylan. Lo intenté, te juro que lo intenté pero no pude. No puedo ser madre de esa niña, no puedo formar una familia contigo, no me siento preparada para ser una mujer con semejantes responsabilidades. Sé que estoy siendo una cobarde, sé que debería de quedarme e intentarlo, porque sé que alado tuyo todo va a ser más fácil, pero no puedo. Pasé los nueve meses de embarazo convenciéndome que al momento de tener a nuestra hija en mis brazos la amaría, que verla despertaría ese instinto maternal, pero eso no sucedió Dylan, no la siento mía, no la quiero, no me siento madre y realmente no quiero ser su madre ni tener una familia contigo.

Sé que la niña estará muy bien contigo, sé que serás el mejor padre que ella pueda tener, sé que crecerá rodeada de amor, ese que toda tu familia se encargará de dártelo. Pero yo no puedo darle amor a tu hija, por eso decidí irme. No me busques Dylan, porque no vas a lograr encontrarme.

Te amo, pero no lo suficiente para amarla a ella también. Espero sean felices. Hasta siempre.

Kiara.

Releí la carta una y otra vez, sin comprender lo que realmente decía. ¿Kiara me estaba dejando? ¿Nos estaba dejando? ¿Qué iba a hacer yo con Katherine? ¿Cómo iba a criarla solo? Mi corazón latía rápidamente y con cada latido sentía un dolor inexplicable, esto tenía que ser una broma, Kiara no podía abandonarnos. Ella me ama, nos ama, ¿Cómo puede irse? Esto tiene que tener una explicación.

Tomé mi celular con manos temblorosas y volví a llamarla, una y otra vez, le dejé millones de mensajes, esos que nunca le llegaron. Necesitaba explicaciones, necesitaba saber que no estaba solo en esto, Kiara no podía dejarnos. Caminé de un lado a otro por mi habitación despeinando mi pelo desesperadamente, necesitaba a Evie, ella sabría exactamente qué hacer en este momento, pero no estaba, estaba a cientos de kilómetros y yo soy una persona adulta que tiene que saber qué hacer en este momento.

Llamé a varias de sus amigas con la esperanza de que sepan dónde se encontraba Kiara, llamé también a su familia y nadie supo decirme dónde estaba o nadie quiso hacerlo. El llanto de mi hija me trajo de nuevo a la realidad, la tomé en brazos y lloré a la par de ella.

-Tranquila cariño, todo va a estar bien, papi está contigo y nunca va a abandonarte, te amo mi pequeña, te amo – le repetí cientos de veces mientras besaba cada rincón de su pequeña carita, con mi corazón doliendo como nunca jamás me dolió, con el alma en el piso, pero con la seguridad de que iba a salir adelante por la pequeña criatura que tenía en mis brazos.

Las vueltas de la Vida [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora