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— Pierre, querido. Antes de empezar la siguiente historia me gustaría hacerte un pregunta. ¿Me permites? - La anciana lo observó con seriedad a espera de una respuesta.

Pierre asintió con indiferencia. Gloria le había contado una historia, no le importaba ser benévolo por el momento.— Pregunta.

— ¿Has amado alguna vez? ¿Realmente amado a alguien a punto de hacer lo que sea?

— No.

— ¿De verdad?— Indagó. — ¿Ni siquiera alguien capaz de contarte las mejores historias? ¿Alguien  que te llene como a nadie? — Gloria escarbó, pero Pierre no cedió. — Oh Pierre, claro que lo has hecho. Yo también lo hago.

— Dijiste antes que no soportabas a los seres humanos.

— Sí, lo hice. — Gloria estuvo de acuerdo.— Pero Pierre, cariño. Padre no es humano. — Apuntó a su propio pecho, y una larga sonrisa se la afloró en el rostro.— No me mires así jovencito, prometo que no soy una vieja religiosa obsesionada con Dios. O puede que sí. ¿Quién sabe? Él es el único ser al cuál siempre amaré. Después de todo, es lo único que hago bien. Amarlo. — Con delicadeza apoyó las manos en sus piernas.—  Y él nunca me amará a mí. No a mí.

— Dios nos hizo a su imagen y semejanza. — Pierre habló entonces.— Me dijiste una vez que Dios nos ama por que somos parecidos a él. Así que por qué no te querría?

— Me has escuchado ¿Verdad?— Gloria sonrió.— Que niño más bueno tenemos  por  aquí. Aunque, — se detuvo un momento.— Pierre, por dentro yo no soy humana. Pero bueno, empecemos la historia ¿sí?

Pierre cerró los ojos entonces. Algo le decía que esta sería una historia deliciosa.

Y no se equivocaba.

El Mundo Que Pierre  AdoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora