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La taza de café siguió estando rota en el suelo del Jardín. Del mismo modo que los ojos de Pierre siguieron fijos en Gloria.

La belleza del silencio solo podía apreciarse compartiéndola. Y eran lo que ambos hacían en aquel momento.

De vez en cuando la brisa movía los mechones de pelo del joven, obligándolo a ubicarlo detrás de la oreja con molestia. Gloria observaba aquellos movimientos con una sonrisa estampada en la cara. Y sin embargo a veces acariciaba su pulso, ya que la escocía por lo rudo que había sido Pierre antes.

— Perdona por antes. ¿Me enseñas el brazo que te duele? — Comentó con cautela, a espera que Gloria negase su petición. Pero ella volvía a sorprenderlo una vez más al acercarle el brazo derecho.

— Que amable eres Pierre. Gracias.— Habló con dulzura antes de sentir dedos fríos acariciarla el pulso, y sin querer soltó un débil resoplido.— ¿Qué eres? ¿Jack Frost?

— ¿Están muy frías mi manos para ti?— Indagó haciendo círculos sobre la piel morena de Gloria con cuidado.— A mucha gente le suele gustar.

— ¿Tus víctimas?

— Bien, no suelo tener víctimas en mi cama, pero sí, se puede decir que gran parte de esta "gente" lo fue.— Explicó sin dejar de masajearla el pulso.

— ¿Gente dices? Así que también lo has hecho con hombres.— Gloria lo observó detenidamente antes de echar la cabeza hacía el cielo con indiferencia.— Eres más interesante de lo que me imaginaba.

— ¿Eso es interesante para ti? — Hizo el mismo gesto de mirar al cielo igual ella antes de seguir con el masaje.— Sexo no es algo que me produzca satisfacción interna. Mucho menos las personas.— Gloria volvió a obsérvalo tras escuchar lo último.

— Vaya, vaya. Menudo misántropo tenemos aquí.— Con maestría se deshizo del toque de Pierre para cogerlo de la manos. Eran incluso más frías que antes al entrecruzarse con las de Gloria.— Cuidado Jovencito. O yo podría enamorarme perdidamente de ti.

Aquello tomó a Pierre completamente desprevenido, hasta el punto de no saber que decir o cómo actuar a continuación.

— Te ves adorable así Pierre. Confuso y sin saber que decir.— Tomó distancia del joven y se levantó de la silla de plástico. — Por favor, ódiame más ¿Si?— Sonrió con picardía antes de agacharse en el suelo para recoger la taza de café rota.

— N-no hace falta que....— Él intentó levantarse, pero Gloria lo detuvo rápidamente con la mirada.

— No, quédate ahí, no te muevas.— Lo alentó.— Te ves perfecto así, confuso...Y quiero tener esta imagen en mi cabeza por un tiempo.— Volvió a prestar atención a la taza rota en el suelo, de espaldas a Pierre.— ¿Sabes Joven?— se distrajo un momento recogiendo las piezas rotas.— Yo también odio a todos los demás. Y me alegra tener a alguien con que compartir mi odio en común.— Se la escapó una risita caprichosa casi sin querer.— Oh Pierre...Me alegra tanto haberte conocido.— Se dio la vuelta con la taza rota en manos. Y Pierre seguía allí, sentado, como un buen niño. Observándola obedientemente. Aquellos ojos bicolores llenos de fascinación y curiosidad.— Te contaré las mejores historias, pero antes, necesitamos más café ¿No?

El Mundo Que Pierre  AdoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora