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La habitación era tal como Pierre había pensado: barata y cutre. El techo era de color crema y las sábanas de la cama de un tono vino sangre. Lo único verdaderamente interesante allí eran las vistas desde la ventana del  quinto piso.

Lana no se había percatado de ello. Era joven e ingenua. La chica ni tan siquiera era capaz de mantener los ojos abiertos por demasiado tiempo o apartar la vista de Pierre.

Estaba obsesionada con la apariencia de él. Pierre pudo notarlo mientras se quitaba la camisa negra y la apoyaba cómodamente en la única poltrona que había en la habitación.  Él dejó su pálida piel expuesta a la vista de la chica.

Lo primero en verse fueron las marcas rojizas en el abdomen de Pierre. No, no marcas. Arañazos, había mucho de ello en su piel.  Parecía doloroso, aunque Pierre no se quejase de ello. Sus brazos eran finos y su cintura era del mismo grosor. La luz débil de la habitación realzaba más su tétrica belleza.  No parecía humano.

A los ojos de Lana él era un ser celestial.

Pero Pierre no poseía alas, y si las tuviera....no habrían sido bonitas.

- ¿Te ayudo a quitarte la ropa? - Preguntó acercándose con falsa modestia hacía Lana. La chica tembló al ver como él la miraba. Sediento.  Él siguió acercándose más.- Eres adorable. - Musitó acariciando la cintura de la joven con delicadeza. - Muy adorable. - Una sonrisa coqueta se formó en los labios de Pierre momentos antes de besarla. Lana como era de esperarse, cedió.

Con cuido Pierre acarició el rubio y largo pelo de Lana que caía en cascadas por su espalda. La chica era minúscula en comparación a Pierre, casi quebradiza. Su piel era tan clara como la de él, además que poseía unos hermosos pares de ojos azules cielo. Toda ella era hermosa. Su cuerpecito,facciones, delicadeza y estupidez. Si Pierre hubiese sido alguien distinto, la habría atesorado. Habría sido como en los libros que él leía en su tiempo libre. Una chica de  ensueño. Pero Pierre no era otro, y había aprendido muy pronto que la belleza, por muy tentadora que fuese, no era suficiente para llenarlo de buenas historias.

- P-Pierre. - Lana empezó a gemir su nombre cada vez que él la besaba en un lugar distinto. Y mientras ella más lo decía, más Pierre la callaba con besos en los labios.  En algún momento los dos terminaron en la cama, Pierre por encima de la chica, apoyado entre sus piernas. Él no se había quitado los pantalones todavía, pero Lana llevaba vestido, así que no le costó demasiado desvestirla de la parte de abajo.  Lana no se inmutó. Solo suspiraba bajo el toque de Pierre. 

FÁCIL.

ASQUEROSAMENTE FÁCIL.

ÉL PODRÍA MATARLA EN AQUEL EXACTO MOMENTO Y SERÍA DIVINO.

Habían muchas formas de hacerlo, pero pocas no sangrientas.  Y sin embargo, hoy no le apetecía hacerlo. No se mancharía las manos con alguien tan circunstancial. Dejaría los honores a Rô y Má. Ellos podrían ser incluso más sádicos que el propio Pierre.

Pero entonces, antes que Pierre tomase algo de distancia de la chica, las manos de Lana reposaron cuidadosamente en las mejillas de Pierre y las acarició.

- ¿H-he hecho algo malo? - Ella preguntó asustada por un momento al ver la mirada perdida de Pierre.

- ¿Algo malo? - La observó por primera vez aquella noche. Lana parecía genuinamente preocupada por él.  Sus ojos azules brillaban de una forma que hacía Pierre sentirse incómodo. - No has hecho nada malo. Eres perfecta. - Acarició el largo pelo rubio de la chica con delicadeza. - Es imposible que hagas nada malo. Por eso me molesta. - Explicó haciendo que Lana lo encarase confusa.

- ¿Soy molesta para ti? -  Ella consiguió formular intentando contener las lágrimas. Vaya, Pierre había hablado demasiado.

- No cariño, no lo dije en este sentido.  Jamás serías una molestia para mí....- La observó detenidamente a los ojos. - Te quiero.  - La besó en los labios con delicadeza antes de volver a mirarla. - Te quiero demasiado como para que seas un estorbo.

El Mundo Que Pierre  AdoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora