2

296 28 5
                                    

18 de septiembre de 2049

Era una mujer que llevaba muchos años en la espalda.

De joven habría sido una hermosa señorita de mofletes blandos, cintura larga y piel flexible, pero ahora simplemente era una señora de manos rígidas y piel llena de manchas, incluso, el color que la componía de los pies a cabeza empezaba a desgastarse con el tiempo. Seguro antes habría tenido una brillante piel morena como el chocolate, que resplandecía bajo el sol veraniego de sus años mozos, pero ahora se había vuelto un ser gris, como todos los ancianos que Pierre tanto veía entrar en Existence. En la recóndita bibliobar a las afueras de Barcelona en busca de dulces para desquitarse el sabor amargo de la vejez.

No es que a Pierre le desagradara los ancianos, por el contrario, eran los que más lo alimentaban. Además, casi nadie los echaba de menos una vez desaparecían.

La eutanasia ya era algo común en estos tiempos, para suerte de Pierre.

— Buenos días Señora.— Sonrió el joven como un completo depredador a la vista de su nueva presa. — ¿Qué deseas?

— Jojojo, que joven más apuesto tenemos por aquí. — Dijo la anciana coqueta.— Debería de haber venido antes.

— Me halagas señora....

— Oh, me llamo Gloria. — Sonrió amable la anciana acariciando su crespo pelo negro lleno de canas. Lo llevaba corto, supuso Pierre por ser más práctico de aquella forma. — Y usted caballero, ¿Cómo se llama?

— Me llamo Pierre señora. — Respondió Cortés.— ¿Desea un café o chocolate para empezar? Hace un día frio.

— Sí, un chocolate estaría bien por favor. — Replicó coqueta.— Y no te preocupes por mí, esta vieja, — Se señaló a si misma— no molestará demasiado.

— No, ni mucho menos señora. Es un placer tener a nuevos clientes.— Comentó.— Además, si no es molestia me encantaría charlar contigo.

Gloria lo observó sorprendida antes de poner su ancha bolsa amarilla chillona sobre la mesa.— Es usted todo un caballero joven. No cabe duda que dejaré una buena propina cuando me vaya. — Le guiñó el ojo izquierdo haciendo que Pierre sonriera victorioso un momento.— Pero no hace falta.— Pierre terminó sin saber que decir tras oír aquello.— El bar está lleno y seguro habrá mucha más gente interesante que no yo jovencito. Pero me has alegrado el día. Gracias.

— Bien.— Pierre dijo sin forzar más la situación. No era la primera vez que era rechazado de forma directa, e imponer su presencia nunca terminaba siendo muy buena idea. Encontraría otra forma. — ¿Querrás algo más? ¿Algún acompañamiento para el chocolate?

— ¿Tienes galletas caseras?

— Por supuesto señora Gloria.— Dijo su nombre casi en tono cauto.— ¿Puedo llamarte así?

— Oh, sí, no hay problema.— Gloria respondió quitando hierro al tema antes de sacar el portátil de dentro de la fea bolsa amarilla chillona, y dejar de hacerle caso a Pierre casi al instante. — Si me disculpas jovencito...esta vieja tiene muchos fanfics que actualizar jojojo. — Soltó una risita casi maquiavélica antes de perderse en su mundo.

— Por supuesto.— Pierre asintió dando media vuelta con desgana.

"Vaya, menudo desperdicio de una buena historia."

Dio de hombros mientras volvía a la cocina con el libro de Harlequin en manos todavía y observando a su alrededor. Hoy por desgracia le tocaría oír historias distintas a la de la vieja que acabara de conocer.

Pero Pierre no se daría por vencido tan pronto.

El Mundo Que Pierre  AdoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora