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8 de septiembre de 2049

Era una tienda que olía siempre a desayuno recién hecho. Se podía oír el crujir del pan
mientras el dependiente lo cortaba en rodajas y lo ponía en cestas sobre la mesa a modo de cortesía.

El olor a café humeante impregnaba el ambiente, y no era desagradable. Las bollerías
reflejadas estratégicamente en el cristal reluciente eran tan bonitas y chocolatinosas que hacían la boca agua hasta a los más viejos, con sus rellenos de chocolate negro, azúcar, y fresas con caritas sonrientes. Pero sin duda lo mejor de la tienda eran los cheesecakes caseros,
que de tan buenos, a media mañana quedaban agotados.
Pero había más, algo que hacía de aquella tienda un lugar especial, un refugio que iba la gente más extraña.

Un lugar que todos de una forma u otra habían aprendido a llamar hogar.

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Un hombre de apariencia joven, incluso más de lo debido para trabajar en un establecimiento de cara al público, salió de la que parecía ser la cocina.

Tenía el pelo recogido en una coleta alta. Y aunque contraproducente, vestía negro de la cabeza a los pies sin preocuparse del calor que sentiría al estar en la cocina, o de lo fácil que sería ensuciarse con la harina y demás componentes que se utilizaban para elaborar el pan.

Con la mano izquierda el joven agarraba cómodamente un libro de tapa blanda, según la portada y el grosor de la obra se notaba de lejos que era de la colección romance Harlequin books.

Quizá se le perdonara por lo atractivo que era, independiente que vistiera negro todos los días como si él siempre estuviese en un funeral, y su pelo llevase usualmente el mismo corte. Habían rumores sobre él, demasiados. Hasta el punto de casi ser una leyenda viviente en su establecimiento.

Dicen que antes fue una mujer. Decían algunos.

No, que va. Es hombre, pero maricón. Comentaban otros con malicia.

Oí que se acuesta con magnates a cambio de favores. Por eso es propietario de esta tienda.

Dicen que en realidad es un ser de otro mundo, y que es mucho más viejo de lo que aparenta. Replicaban las chicas más jóvenes fantaseando sobre vampiros y hombres lobos.

¡Pero qué dices! Si a mí me han dicho que antes era feo y le hacían bullying. Que por eso es que se fue a corea a operarse para hacerse más guapo. Y por lo visto le funcionó. Comentaban el resto.

Y los rumores seguían. El joven nunca lo desmintió, como tampoco corroboró ninguno de ellos.

Quizá porque hubiese algo de verdad en cada cuchicheo, cada escenario y cada ocurrencia. Pero lo más importante de todo era, que mientras el bar siguiese estando lleno, el joven de ojos bicolores que todos los días vestía de negro no le importaría en lo más mínimo escuchar los rumores que habían sobre él.

Ni siquiera los más crueles.

Ni siquiera los más deprimentes.

El joven sería capaz soportarlo todo mientras tuviese una jugosa historia que hincar el diente al final del día.

Y hoy parecía ser su día de suerte.

Había una señora sentada cerca de la ventana que olía a historias, pero no historias cualesquiera, sino historias que él tanto ansiaba oír una vez más.

Finalmente se iría a casa con el estómago lleno,era la primera vez en años que no tendría la necesidad de ensuciarse las manos de sangre.

El Mundo Que Pierre  AdoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora